Pobreza persistente

Aunque se avanza en la reducción de la pobreza, casi dos terceras partes de la población que nace en tal condición permanece en ella de una generación a otra. Esto se desprende del reciente Informe sobre Movilidad Social en México 2025, del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Este panorama ayuda a ubicar las proyecciones que el gobierno federal ha difundido sobre el tema y a entender los alcances y limitaciones del próximo cálculo oficial de la pobreza del INEGI.
El reporte del CEEY, basado en su propia encuesta, muestra que entre 2017 y 2023 la pobreza por ingresos entre la población de 24 a 64 años se redujo de 48% a 41%. Estas cifras son semejantes a las del extinto CONEVAL, el cual mostraba que entre 2016 y 2022 hubo una reducción de la pobreza desde 50.8% a 43.5% en toda la población. Las pequeñas discrepancias entre estas fuentes pueden atribuirse a que cada cálculo corresponde a distintos años y coberturas de población.
El progreso entre 2017 y 2023 debe ser tomado con mesura pues aún existe una enorme persistencia dentro de la pobreza. 65% de la población considerada en el reporte del CEEY aún permanece en pobreza de una generación a otra. Para el caso de la pobreza extrema, 33% de los que nacieron en ella se mantienen en esta situación. Aunque el ‘núcleo duro’ de la pobreza no es tan grande como antes, aún no es atacado decisivamente por las políticas sociales del presente siglo.
Esta visión de avances moderados con una pobreza generacional significativa contrasta con las estimaciones que el Ejecutivo ha difundido, y que afirman que en los últimos seis años 11 millones salieron de la pobreza. Estas cifras proceden del Banco Mundial, son proyecciones y no datos, y no se ajustan a estándares nacionales. En contraste, la tendencia identificada con los datos del CEEY situaría la reducción en el número de personas pobres en poco más de seis millones con un método cercano al oficial.
Tener cifras razonables y difundirlas cuidadosamente es clave, pero también lo es considerar que sin una política social que se concentre en atacar la transmisión intergeneracional de la pobreza los avances que se registren serán limitados. Lo anterior significa fortalecer las políticas públicas que permitan a la población generar sus propios ingresos mejorando su salud y su educación, es decir, su productividad. Las transferencias monetarias, aunque tienen su lugar, no bastan.
Próximamente, el INEGI relevará definitivamente al CONEVAL con la primera medición de la pobreza. El 27 de junio el Legislativo concluyó el traslado de funciones del CONEVAL al INEGI, y el instituto ya ha anunciado que el 30 de julio tendrá los resultados de la encuesta que sirve de base para la medición. Sin embargo, aún no hay fecha para la cifra oficial pues aún no se publican en el Diario Oficial de la Federación las disposiciones correspondientes.
Sería muy importante que la presidenta Sheinbaum concluya pronto las formalidades que permitirían al INEGI anunciar con tiempo el calendario de sus nuevas tareas. También es clave evitar la sorpresa de una estimación de pobreza por parte del instituto sin dar tiempo a examinar a fondo la información que permite su cálculo. Al respecto, debe enfatizarse que un análisis independiente de la información generada por el INEGI, el que realizaba el CONEVAL, ya no estará disponible.
Finalmente, en sus futuras tareas de evaluación de la política de desarrollo social, sería muy positivo que el INEGI explorara la movilidad social de las personas pobres y así poder plantear vías para extinguir la considerable pobreza que persiste de una generación a otra. La evaluación de las políticas públicas dirigidas a elevar e igualar las oportunidades de salir de la pobreza intergeneracional aún es una tarea pendiente.
