Apoyos focalizados, la mejor respuesta ante la pobreza por el Covid en América Latina
No fue el tamaño del gasto, sino su ejecución lo que hizo la diferencia en la pobreza de América Latina.
Aquellas economías de la región que establecieron programas de apoyo fiscal dirigido a trabajadores desempleados e informales, a Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs) y recortes o posposición en el pago de los impuestos a toda la población en medio de la pandemia de COVID-19, son las que pudieron controlar mejor, e incluso hacer retroceder, sus niveles de pobreza general y extrema entre 2019 y 2020.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) compartió, en su estudio Panorama Social de América Latina 2020, que las tasas de pobreza extrema en Panamá y Brasil para 2020 se redujeron con respecto a las registradas en 2019. Esto, tomando en cuenta las transferencias y depósitos directos realizados a las familias con motivo de la emergencia de COVID-19.
La pobreza general de 2020 en Brasil también retrocedió con respecto a la registrada en 2019. En Paraguay, logró mantenerse sin cambios la pobreza extrema. Y en República Dominicana y Chile, se pudo mantener la pobreza general por debajo del 10%; algo que no se logró en muchas otras naciones de la región.
De acuerdo con el panel de seguimiento a las políticas de respuesta por la crisis sanitaria del Fondo Monetario Internacional (FMI), en todas estas naciones se ejecutaron planes de apoyo fiscal dirigido, mientras que en otros países de la región los programas tendieron a ser más generalizados.
En República Dominicana, Paraguay y Brasil se realizaron depósitos, subsidios y otros programas de apoyo económico directo a los empleados informales, que en estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) representan el 50% de la fuerza laboral en la región.
En Chile, Brasil y República Dominicana se recortó o postergó el pago de impuestos, no solo a negocios y compañías sino también para individuos. En estos últimos dos países, así como en Colombia y Honduras (que tuvieron un desempeño relativamente positivo al controlar su pobreza general) también se ejecutaron depósitos para personas desempleadas, similares a los de Estados Unidos.
Aunque en la mayor parte de los países de América Latina se ejecutaron programas de apoyo a las PyMEs, entre los que mejor lidiaron con la pobreza general y extrema fueron más comunes las líneas de crédito y programas de apoyo para la subsistencia del negocio mismo. En otros países, el mecanismo más común de apoyo fueron subsidios para mantener el pago de salarios.
Mayor gasto no implica menor pobreza
Una de las grandes críticas a México en el contexto de la crisis sanitaria fue su baja inversión en apoyos fiscales por la COVID-19. En entrevista, Adriana García Hernández, coordinadora de análisis económico en el colectivo de investigadoras en economía y políticas públicas México, ¿Cómo vamos?, apunta que su nivel de gasto “es el más bajo de las economías emergentes”.
Según las cifras del FMI, entre 2020 y 2021 México ha destinado el equivalente al 1.9% del Producto Interno Bruto (PIB) en estos programas. García señala que este pálido gasto es responsable de que haya alrededor de 10.8 millones de personas en pobreza extrema en el país, según cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Una cifra “totalmente inaceptable con el tamaño de la economía mexicana”, según García.
Es cierto que, desde mediados del año pasado (con datos del reporte Panorama Fiscal de América Latina y el Caribe 2020 de la Cepal) México era de los países que menos dinero habían aportado a la respuesta contra la COVID-19. Entonces solo se había comprometido el 1.1% del PIB. Y según los reportes del FMI, México se mantiene como el país que menos ha invertido en la región.
Sin embargo, a la hora de comparar el nivel de gasto de las economías de América Latina con su desempeño en el control de la pobreza, los resultados no son perfectamente proporcionales.
Por ejemplo, a pesar de ser de los países que más han invertido en apoyos fiscales (tanto en inversión directa como en déficit presupuestario calculado), las tasas de pobreza extrema en Colombia y Honduras crecieron casi un tercio en 2020, con respecto al nivel que tenían en 2019.
Del otro extremo de la moneda, Brasil, Paraguay y Panamá, que en general vieron de los mejores resultados en el control y hasta retroceso de la pobreza extrema y general; están entre las naciones con un gasto medio en apoyos fiscales como porcentaje de su PIB.
República Dominicana, la tercera nación de la región que dedicó menos recursos como porcentaje de su PIB, tuvo relativamente buenos resultados en el control de la pobreza. Y aunque Uruguay tuvo una variación relativa importante entre 2019 y 2020 en sus niveles de pobreza general y extrema, este cambio responde más a que sus tasas son mucho más reducidas que las de otros países, no tanto por ser uno de los paises que menos invirtió en apoyos fiscales por la COVID-19.
Dichas estadísticas refuerzan la idea que fue la focalización y la forma de ejecutar el gasto, y no el volumen del mismo, el factor de peso en el control a la pobreza extrema y general de América Latina en 2020 en medio de la peor calamidad sanitaria de la historia, que aún azota a la región.