Quien gobierne México debe entender por qué es tan desigual: CEEY

La histórica desigualdad de oportunidades de los mexicanos ha llevado a su inmovilidad económica y social y a la debilidad democrática, dicen los autores de ‘Por una cancha pareja’ en una amplia conversación.
28 Noviembre, 2023 Actualizado el 28 de Noviembre, a las 14:13
Roberto Vélez, director ejecutivo del CEEY (derecha), y Luis Monroy-Gómez-Franco, investigador de la Universidad de Massachusetts (izquierda)
Roberto Vélez, director ejecutivo del CEEY (derecha), y Luis Monroy-Gómez-Franco, investigador de la Universidad de Massachusetts (izquierda)
Arena Pública

México es uno de los países más desiguales del mundo. Lamentablemente esa afirmación no es una novedad. Lo ha sido a lo largo de toda su historia con graves consecuencias sobre las oportunidades de prosperidad para la gran mayoría de su gente.

Detrás de esta aterradora realidad que viven millones de mexicanos se esconde otra quizá mayor: Existe un puñado de circunstancias ajenas a la voluntad de los mexicanos que determinan, en buena medida, su pobreza de resultados. Desde el color de la piel, hasta el lugar en donde nacieron, pasando por la falta de oportunidades educativas o de cuidados de la salud. Una realidad documentada empíricamente desde hace tiempo en todo el país a través de encuestas y exhaustivos análisis de los datos que arrojan.

Desentrañar esa problemática estructural de México y dar a luz a soluciones públicas para encauzar el desarrollo individual y colectivo para las siguientes generaciones, fue la tarea que se echaron al hombro tanto Roberto Vélez Grajales como Luis Monroy-Gómez-Franco con la publicación de ‘Por una cancha pareja’, un libro que ve la luz justamente en el inicio formal de las precampañas electorales rumbo a las elecciones presidenciales de 2024.

De eso se trata, explican los autores. De poner en las manos de quienes quieren gobernar el país una idea precisa y clara sobre el grave problema de la desigualdad de oportunidades en México, que provoca que la condición socioeconómica de los mexicanos prácticamente se mantenga inmóvil en el tiempo, incluso más allá de los esfuerzos personales. También buscaron plantear soluciones factibles para comenzar a dar respuestas al fenómeno estructural de grandes dimensiones que ataja la prosperidad colectiva.

“Todo mundo habla de que éste es un país con grandes desigualdades, pero lo importante es que entiendan cómo se construyen esas desigualdades. Si resolvemos eso, entonces se tiene más claridad sobre cuáles son los retos, tanto políticos como técnicos, para instrumentar una política pública que nos lleve a mejores resultados”, responde con puntualidad Roberto Vélez, quien dirige el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), un referente sobre el análisis y las propuestas para la movilidad social de los mexicanos. Vélez, un economista de la Universidad de las Américas en Puebla, tiene un doctorado en Historia Moderna por la Universidad de Oxford.

“Quitémonos de la cabeza la idea de que habrá una reforma que destrabará todos los problemas de México. Las desigualdades mexicanas son estructurales y las soluciones tienen que ser estructurales. No podemos apostar a seguir operando en el margen, como ha ocurrido con la política en el país, hay que pensar el problema en su totalidad”, añade enfático Luis Monroy-Gómez-Franco, investigador asociado externo del CEEY y doctor en Economía por la Universidad de la Ciudad de Nueva York, además de profesor en la Universidad de Massachusetts.

La conversación transcurre en la sede del CEEY, en el tradicional Coyoacán, al sur de la Ciudad de México. Una noche antes se había presentado con gran éxito el libro en el vecino San Ángel con los comentarios de Graciela Márquez Colín, presidenta de Inegi; Patricia Mercado, senadora de la República; y José Nabor Cruz, presidente del Coneval. La editorial Grano de Sal había difundido previamente el texto como “un libro que hace un llamado urgente a lograr un México más justo”. Ya en su prólogo del libro, Luis Felipe López-Calva, un prestigiado experto en desarrollo y desiguadad económica y director Global de la Práctica Global de Pobreza y Equidad al interior del Banco Mundial, había calificado al texto como “urgente”.

La urgencia quizá viene de la misma manera que una olla de presión silba dando aviso de la necesidad de ser atendido antes de que explote. Los mexicanos han sido y son afectados en su capacidad de decisión sobre sus propias vidas por una terrible desigualdad de oportunidades a las que se enfrentan y que limitan o distorsionan sus metas educativas, ocupacionales o de ingresos, dicen los autores. Condiciones de vida que no dan para más y que se muestran en la exclusión, pero también en la polarización de expresiones políticas con una democracia tan joven como avejentada.

“Si se busca transformar la sociedad mexicana para que las personas tengan los mayores niveles posibles de libertad efectiva, se requiere colocar la igualdad de oportunidades como un pilar del contrato social y además lograr que se vuelva realidad”, dicen los autores.

Y encarrilan un par de acciones para llevar la desigualdad de oportunidades a niveles mínimos en el país: Transformar un gran número de instituciones para erradicar las diferencias de género, de color de piel, entre otras; y también compensar los efectos que causan las desigualdades entre regiones y hogares dando accesos más amplios y robustos a la educación, a la salud, a los servicios básicos, a la protección social. La tarea es titánica, pero es urgente iniciarla.