Pobreza en México: avances y retrocesos incomparables

Según los datos oficiales, la pobreza en México bajó de forma extraordinaria, no así la pobreza extrema. El avance descansa en redistribuir el ingreso a favor del trabajo en una economía estancada.
Por su parte, los programas sociales han contribuido poco al favorecer cada vez menos a los más pobres, pese a los grandes recursos movilizados. Sin embargo, el mayor retroceso es en el derecho a la salud y la comparabilidad de los datos con que se capta. A continuación, los seis elementos que considero centrales sobre los datos de pobreza:
1. Entre 2018 y 2024 más de 13 millones de personas abandonaron la pobreza. Esta cifra, que muestra avances nunca antes vistos, es casi 15 veces mayor a la alcanzada en la administración del ex-presidente Peña Nieto. Esto no sólo muestra la mayor atención que se dio a la pobreza en el pasado sexenio, sino la falta voluntad política para atenderla decisivamente en las administraciones previas. Cabe recordar que en los cuatro años finales del gobierno de Felipe Calderón se sumaron casi cuatro millones de personas a la pobreza.
2. La pobreza extrema se redujo de 8.7 a 7 millones de personas de 2018 a 2024. Este logro es relativamente modesto si se compara con el periodo 2012-2018, cuando salieron más de dos millones de la pobreza extrema sin que en ese entonces hubiera grandes incrementos salariales ni un extraordinario aumento de las transferencias monetarias a la población. Escuchamos repetidamente el dicho “primero los pobres”, pero en la práctica no operó un lema aún de mayor alcance para el bienestar social: “primero los más pobres”.
3. La reducción de la pobreza entre 2018 y 2024 descansa principalmente en un mayor ingreso promedio por trabajo de los hogares. Este aumentó 13% y representan casi dos terceras partes del total del ingreso corriente. Ni los programas sociales, ni las remesas ni algún otra fuente de ingreso ha contribuido más, en pesos y centavos, a mejorar el bienestar de las personas. Un factor clave para esta mejora han sido los incrementos del salario mínimo iniciados en 2016 y diversas medidas laborales de la administración pasada.
Para apreciar la gran redistribución del ingreso que hubo a favor del trabajo cabe destacar que entre 2018 y 2024 el PIB, determinante central del ingreso disponible de los hogares, apenas aumentó poco más de medio punto porcentual. Sin embargo, en ese mismo periodo la proporción del PIB que correspondía a las remuneraciones a los asalariados subió de 26% a 30%. De esta forma, la reciente reducción de la pobreza se asocia a un esquema de redistribución sin crecimiento y su persistencia previa a un crecimiento sin redistribución.
4. En el sexenio anterior los beneficios promedio de los programas sociales aumentaron 164%, llegando a representar hasta el 3% del ingreso promedio de los hogares. Pese a ello su capacidad de reducción de la pobreza no cambió proporcionalmente, particularmente en el caso la pobreza extrema. Mientras en 2018 las transferencias monetarias bajaban la pobreza extrema en 1.4 puntos porcentuales, en 2024, con 2.6 veces más recursos, sólo lo hacían 1.6 puntos. Los más pobres de los pobres no fueron la prioridad.
5. El retroceso histórico en bienestar corresponde a los 24.4 millones de personas que perdieron acceso a los servicios de salud en la administración pasada. La explicación de esta rezago no puede limitarse a la pandemia, pues ya antes de sus estragos había indicadores de tal pérdida. Las claves están en un gasto insuficiente y subejercido en el sistema de salud, el fracaso organizativo que representó el INSABI y las ineficiencias operativas para asegurar el suministro de medicinas y otros insumos.
6. Los datos de ingreso y acceso a servicios de salud pueden presentar problemas de comparabilidad que impiden conocer con precisión la reducción de la pobreza. Los primeros porque cada vez difieren más de las cifras de ingreso disponible de los hogares registradas en cuentas nacionales y los segundos porque el INEGI cambió las preguntas y criterios de acceso a la salud y no ha presentado evidencia de que no se haya afectado la comparabilidad de la información. El INEGI debe muchas explicaciones.
La incomparable reducción de la pobreza no puede negarse ni escatimarse. Quienes desde hace más de una década promovieron el aumento del salario mínimo y perseveraron en ello deben sentirse motivados a seguir la lucha. Sin embargo, tampoco cabe dar pie al triunfalismo dada la magra efectividad de los programas sociales ni el retroceso sin precedentes en el acceso a los servicios de salud. Finalmente, las dudas acerca de la comparabilidad de la información no deben dejarse sin respuesta.
