Serie: Cine y vida personal 1/100
El 14 de julio conmemoramos los cien años del nacimiento de Ingmar Bergman. ¿Qué tan importante es? Bueno, quiero contarles una anécdota personal por la que este director sueco y sus películas resultaron ser cruciales en mi vida. Y es literal.
No recuerdo el día y la fecha precisa en que vi por primera vez una película de Ingmar Bergman. Yo todavía vivía en la Colonia Guerrero, sobre el Eje de Mosqueta. Fue en 1989. Yo tenía precisamente 14 años. Fue en Canal 11, una de mis más grandes escuelas de cine, creo que programaba por aquel entonces Raúl Miranda, hombre de gran erudición y sabiduría cinéfila. La última vez que lo vi, hace unos meses, era el bibliotecario de la Cineteca Nacional. El cine del 11 anunció “Las Fresas Salvajes”. Cuando vi la programación dije, a ver si este señor Bergman es tan bueno como dicen.
Pues sí, tenía 14 años y tenía una vaga idea de quién era Bergman y de la importancia de aquella película porque ya me estaba preparando para la escuela de cine. Tenía como guía un libro de reciente publicación, escrito por Leonardo García Tsao, titulado “Cómo acercarse al cine” publicado por CONACULTA, y cuyo contenido más valioso, así me lo sigue pareciendo, era una larga lista de películas que Leonardo consideraba el piso mínimo para introducirse al cine, creó que ese capítulo se llamaba Filmografía fundamental. Y ahí estaba Bergman, y una de las películas de la lista era precisamente Fresas Salvajes.
Ingmar Bergman
¿Cómo llegué a la conclusión de estudiar cine a los 14 años? Esa es una gran historia. La contaré en otro momento. Pero obviamente lo nerd es como la identidad sexual, se manifiesta desde chiquito. El caso es que me senté a ver la película a las 10 de la noche. Me encantó. Era una especie de Road Movie, donde un viejo profesor atraviesa el territorio sueco en auto para asistir a un homenaje en su honor. Era la trama más sencilla y al mismo tiempo más original que yo había visto hasta la fecha. Pero la sacudida más fuerte para mí vino a los pocos minutos de iniciada la película, donde el personaje tenía un sueño. Me impactó profundamente: la cadena de imágenes era maravillosa, inquietante, el reloj, el personaje que se ve a sí mismo.
Es cierto, el cine abunda en sueños, se filman todos los días, aparecen en todas las películas. Pero es realmente muy raro, casi inusual ver sueños filmados que realmente parezcan sueños. Sueños reales, como los que tienen las personas. La mayoría de las secuencias oníricas están al servicio de la historia, son lógicas o congruentes, sirven para hacer avanzar la acción, etcétera. O sea son sueños que no lo parecen, sino que están muy a modo para la película en la que se incluyen. En cambio los sueños de Fresas Salvajes son como los que tiene la gente. Enigmáticos, extraños, llenos de simbolismos y significados inciertos, enigmáticos al mismo tiempo.
Bergman filmó las fresas salvajes a los 38 o 39 años. Un sueco de 38 años, filmó una película que se estrenó en 1957, y que se comunicó con un mexicano de 14 años en 1989. Y lo hizo con tanto poder, que por años fue mi número uno. Mi favorita. Tan es así, que la anoté en primer lugar en mi lista de películas en la ficha de inscripción al examen del CUEC (la escuela de cine de la UNAM) en 1995. Y esto cambiaría mi vida.
No solo anoté esa película de Bergman. Anoté también “Escenas de un matrimonio convencional”. Que también vi en 1989, pasó de nuevo en Canal Once una semana después. Y la vi pocos meses antes de la separación de mis padres. Nota importante.
Escenas de un matrimonio convencional (1973)
En fin, que “Las fresas salvajes” fuera mi primera película anotada en la ficha de inscripción, llamó la atención del maestro Alfredo Joskowicz, que dirigía el sínodo que me examinó en la entrevista. Alfredo pensó que yo estaba blofeando. Hay aspirantes al CUEC que creen que si ponen películas de arte famosas serán mejor considerados. No saben lo que les espera en realidad. No era mi caso, mi lista era muy sincera. No solo había visto todas las películas que puse, sino que de la mayoría había revisado la bibliografía que pude encontrar en la biblioteca de la Cineteca Nacional. No había internet aún, y en aquellos años, visitábamos las bibliotecas. Volviendo a la entrevista para ser honesto yo no tenía ni la más remota idea de quiénes eran los sinodales del examen. Ahora los conozco bien, fueron mis maestros. Además del maestro Josko, estaba Mitl Valdéz, José Navarro, Mario Luna y el entonces alumno Javier Zarco. Ya entonces yo tenía 20 años.
Al iniciar la entrevista me pidieron que me presentara. La verdad ni podía hablar de los nervios, me temblaba el cuerpo y la boca. ¿Por qué me interesaba el cine? Tanto la historieta, como el teatro, como el cine, siempre me interesaron como escritor. Yo quería ser guionista, lo tenía muy claro. Claro podía probarme en la dirección, ¿por qué no?
Entonces empezó el cuestionamiento feroz de Alfredo Joskowickz. Me hizo notar que escribir es un asunto solitario, que se puede hacer en una habitación, que no se necesita gastar millones de pesos o dólares de un productor para escribir o depender de un equipo de gente. ¿Qué justificaba mi ingreso a la escuela? Bueno, contesté, creo que sería mejor guionista si conozco todos los procesos de producción del cine. Lo cuál resulto una verdad absoluta.
Siguió Josko: ¿Pusiste como película favorita “Las fresas salvajes”, es una película de los años cincuenta, de un anciano, qué te puede decir a ti… ? (“Jovencito” quiso decir con esos puntos suspensivos). Bueno, respondí, pues me encanta la película, me parece muy original, un hombre que revisa su vida, pero sobre todo los sueños, me fascinaron…- y en seguida describí la escena en cuestión, visualmente.
Siguió Josko: Pero también pusiste “Escenas de un matrimonio convencional”. Esa película no tiene esa riqueza visual, ¿Por qué te gusta esa película?
Respondí: Bueno esa en realidad habla de mi vida, mis papas se separaron en condiciones muy similares. Es un hombre que deja su esposa… -Me interrumpió.
Josko: Esa es la historia. Dime algo cinematográfico que te haya gustado.
Respondí alguna otra cosa relacionada con la historia. Josko impaciente me volvió a interrumpir e insistió. “Dime algo cinematográfico…”
Lo pensé un momento. Respondí: Es una película psicológica y está filmada casi toda en un plano que exalta lo psicológico, en close up. (Era parcialmente cierto, también hay algnos planos medios, y muy escasos planos abiertos). Para ser honestos no fue una idea mía, es algo que había leído en un libro de la Cineteca Nacional. No recuerdo cuál exactamente, podría ser uno sobre Teoría Cinematográfica. El resto de la entrevista fue mucho más amable. Por esa cadena de preguntas sobre el cine de Bergman salí triunfante de la entrevista y pude estudiar cine. Hicimos el examen unos 400 aspirantes y sólo ingresamos 15 al final. Es indudablemente uno de los grandes logros de mi vida.
Así fue como Ingmar Bergman me ayudó a entrar a la escuela de cine. Se lo agradezco infinito, tanto como sus maravillosas películas que, estoy seguro, han cambiado de mil formas diferentes la vida de miles personas. Por eso, ahora que la Cineteca Nacional y otras salas de cine van a exhibir sus películas en homenaje le recomiendo ampliamente al lector que asista a verlas. No exagero, son películas que cambian vidas.