Presupuesto poco saludable

La propuesta de presupuesto en salud tiene una visión limitada de los retos que enfrenta y profundiza la brecha actual entre los mexicanos mejor y peor atendidos.
El Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2026 plantea un incremento real del gasto público en salud, una noticia positiva que, sin embargo, se diluye rápidamente. Al considerar el subejercicio histórico, la baja proporción del gasto para el tamaño de la economía, el crecimiento poblacional y la desigualdad en su asignación, el resultado es un progreso limitado en la esperanza de vida y una persistente transmisión intergeneracional de desventajas en salud para los más pobres. El costo de este descuido va en aumento.
Para 2026, el gasto público en salud aumentaría un 5.9% en términos reales respecto a 2024. Este considerable aumento debe tomarse con cautela, ya que, según México Evalúa, casi el 9% de los recursos se destina a rubros como fideicomisos e inversiones financieras. Esto implica que el gasto efectivo real solo crecería 3.1%, lo que apenas llevaría el gasto en salud al 2.5% del PIB, cifra inferior al máximo de 2.7% alcanzado en la administración anterior.
El crecimiento real del gasto per cápita en salud para 2026, proyectado en 2.2% respecto a 2025, es profundamente desigual. Los derechohabientes del IMSS, con un gasto de aproximadamente 8,600 pesos por persona, lo aumentarían en cerca de 1,500 pesos. En contraste, aquellos sin seguridad social, que reciben 4,600 pesos per cápita, verían una reducción de 200 pesos. Esta disparidad aumentará la brecha de recursos, gastándose en la población con seguro social más del doble por persona de lo que se dedica a quienes no cuentan con ella. La inequidad del sistema se agudizará, con graves consecuencias para las futuras generaciones.
En el último cuarto de siglo México tuvo uno de los más bajos incrementos en un indicador clave de salud, la esperanza de vida al nacer, apenas aumentándola 2.9 años mientras en el mundo subió 7.1 años. En un periodo similar, el presupuesto público en salud como porcentaje del PIB aumentó en México menos de un punto porcentual, mientras en el mundo lo hizo en más de un punto. Lo anterior significa que, en el año 2000, México gastaba el 70% del promedio mundial per cápita en salud, un porcentaje que descendió a 66% más de veinte años después, según el Banco Mundial.
Existe una brecha de tres años en la esperanza de vida entre el 20% que nace en los hogares con las peores condiciones de salud y el 20% que nace en las mejores desde hace un cuarto de siglo. Más preocupante aún es la creciente desigualdad intergeneracional en salud: el porcentaje de población que nacía en los hogares con padres con las más bajas esperanzas de vida y no alcanzaba la esperanza de vida promedio del país al formar su propio hogar se incrementó de 85% en 2017 a 87% en 2023. Esto no solo muestra que la movilidad social en salud es muy baja, sino que existen indicios de su deterioro
El presupuesto planteado para 2026 no solo ignora los pendientes históricos y el consecuente rezago en esperanza de vida, sino que también desatiende las grandes desigualdades que están condenando a las futuras generaciones a revivir las desventajas o privilegios de sus padres. Aunque los enormes retos en salud no son responsabilidad exclusiva de la presente administración, su esfuerzo de asignación de recursos no está logrando que estos desafíos sean más manejables en el futuro; al contrario, está permitiendo que crezcan peligrosamente.
En materia de salud, el gobierno está planteando un presupuesto enfermizo, uno que no sólo es poco previsor sino también injusto.
