Mucho ruido, poco capital nuevo

En los últimos meses hemos visto anuncios empresariales discretos; no es estampida, pero la desinversión no empieza cuando llegan los camiones de mudanza; empieza cuando dejan de instalarse nuevos tornillos.
4 Noviembre, 2025
Poco capital nuevo.
Poco capital nuevo.

Durante dos años hemos visto titulares celebrando cifras “récord” de inversión extranjera directa (IED) en México. La historia suena bien: América del Norte se reorganiza, las cadenas globales se acercan y México aparece en el mapa como beneficiario natural. Pero vale la pena pausar y mirar debajo del titular. Porque si algo nos enseña la historia económica es que las cifras brutas cuentan una historia, la composición, otra muy distinta.

Ya en mayo de 2024 señalaba en este espacio que el verdadero indicador a seguir no era el monto total, sino su origen. Hoy esa advertencia resuena con fuerza. Lo que hemos visto no es tanto una entrada acelerada de capital nuevo, sino más bien una mezcla de reinversión —capital que ya estaba aquí y decidió quedarse un rato más— y operaciones corporativas puntuales.

En lo que va de 2025, México suma 34.3 mil millones de dólares en IED. No obstante, ocho de cada diez dólares provienen de utilidades que empresas ya instaladas decidieron no repatriar. Las nuevas inversiones representan apenas 3.1 mil millones. En otras palabras, no se está yendo la inversión, pero tampoco estamos sumando la suficiente para transformar la economía.

Este matiz es importante. Cuando una empresa confía, invierte. Cuando duda, espera. Y cuando espera demasiado, busca alternativas.

En los últimos meses hemos visto anuncios discretos —pero significativos— de empresas como Mitsubishi, Nissan y Audi, ajustando presencia o capacidad en México. No es estampida ni alarma roja, pero sí ese tipo de movimientos que, si uno pone atención, dicen más que cualquier boletín oficial: la desinversión no empieza cuando llegan los camiones de mudanza; empieza cuando dejan de instalarse nuevos tornillos.

A esto se suman factores domésticos que no necesitan dramatización para tomarse en serio. Un clima institucional más incierto, un sistema regulatorio que se mueve con menos predictibilidad en sectores clave, costos energéticos que no siempre juegan a favor de la competitividad, y cuellos de botella logísticos que todos quienes operan en México conocen bien. También pesa —y cada día más— la percepción internacional sobre la independencia judicial y la neutralidad regulatoria. Inclusive en foros empresariales, análisis de riesgo y conversaciones con ejecutivos, la inquietud aparece con una claridad creciente: “Queremos estar en México. Pero queremos reglas claras, árbitros confiables y señales estables.”

Nada que no se pueda resolver —pero sí algo que no conviene ignorar. Y luego está la revisión del T-MEC en 2026. No es renegociación, no es ruptura, y conviene decirlo para no alimentar fantasmas. Es un proceso normal previsto en el tratado. Dicho eso, cualquier revisión trae consigo un efecto inevitable: las inversiones que aún no están amarradas tienden a esperar claridad. En política comercial, incluso el silencio pesa.

Todo esto no borra los enormes atributos de México. La manufactura está, la ubicación está, el talento está. La pregunta ya no es si México puede ser destino de inversión global; es si queremos convertir una ventaja geográfica en una ventaja institucional.

México está reteniendo inversión. Eso habla bien del país. Pero no la está multiplicando, y ahí está el verdadero reto. La permanencia, sin refuerzos, puede volverse meseta. Y la meseta, si no se cuida, corre el riesgo de inclinarse.

No es momento de pánico, ni de triunfalismo. Es momento de hacer lo que México sabe hacer cuando decide tomarse algo en serio: ordenar prioridades, fortalecer instituciones, asegurar energía competitiva y limpia, invertir en infraestructura y dar señales claras de que las reglas —todas— se respetan. La oportunidad sigue ahí. El mundo sigue mirando. Las empresas siguen apostando, aunque cada vez hacen más preguntas antes de firmar el cheque.

Aún estamos a tiempo de encauzar esta oportunidad. Conviene recordar, sin embargo, que las ventanas económicas no permanecen abiertas para siempre. El mundo no espera a que nos organicemos. Otros países ya están ejecutando estrategias, fortaleciendo instituciones, garantizando energía competitiva e invirtiendo en infraestructura para atraer el mismo capital que hoy mira hacia México.

En ese contexto, la narrativa ayuda, pero no sustituye a las decisiones. Los inversionistas escuchan el discurso, pero toman decisiones con base en reglas claras, certidumbre jurídica y señales consistentes. La historia económica está llena de momentos en los que una coyuntura prometedora se aprovechó… y también de episodios en los que se asumió que la oportunidad era permanente y la inercia hizo el resto. El tiempo avanza, y la economía global no se detiene a esperar a quienes dudan.

Delia Paredes Mier Delia Paredes Mier Delia Paredes apoya la toma de decisiones a inversionistas internacionales, líderes empresariales y gestores de activos a través del análisis económico desde hace casi 20 años. Es socia en TransEconomics, firma que brinda servicios de planificación patrimonial y gestiona activos alternativos. Es docente en la Universidad de Anáhuac y en el Tec de Monterrey. Miembro del Comité de Estudios Económicos en el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI). Delia Paredes es Maestra en Economía por la London School of Economics (LSE).

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