Un sistema político centrado en una persona puede enfrentar repentinamente su ausencia con consecuencias imprevisibles. Andrés Manuel López Obrador cumplirá 70 años en noviembre y aún faltan 17 meses para que concluya su administración. El más reciente sobresalto sobre su salud, sea Covid, una afección cardiaca o cualquier otra cuestión, mostró una vez más la debilidad de un sistema político tan unipersonal, y más en el caso específico del inquilino de Palacio Nacional, un Presidente singularmente autoritario.
Poder diluido entre varios
La reforma constitucional de 2014 sí remedió una incertidumbre: ¿quién encabezaría el Poder Ejecutivo en tanto el Congreso nombra un Presidente interino o sustituto? Sería el Secretario de Gobernación, en ese sentido una especie de Vicepresidente, pero solo por tener a una persona al frente por un máximo de 60 días, pues los legisladores federales deben nombrar a un Presidente a más tardar dentro de ese plazo. La Constitución no da al titular de Gobernación título de Presidente, peculiarmente, sino quien tendría la “titularidad del Poder Ejecutivo” en forma provisional. Quizá Adán Augusto López Hernández podría “seguirse” como Presidente sustituto, aunque sin duda estaría fuera de la carrera presidencial para 2024.
Lo interesante es que buena parte del poder ejercido por AMLO se diluye entre al menos cuatro personas: los líderes de Morena en las Cámaras de Diputados y de Senadores, el Presidente de Morena (Mario Delgado) y el propio “titular del Poder Ejecutivo”. Con la mayoría en el Congreso que tiene el partido obradorista, la decisión del Presidente sustituto estaría entre aquellos liderados por Ignacio Mier y Ricardo Monreal.
La potencial rebatinga de poder sería brutal. La oposición puede emerger como un jugador importante, sobre todo el PAN, si Morena se fragmenta en torno a dos o más posibles candidatos. Adán Augusto probablemente haría lo imposible por mantenerse como Presidente sustituto, mientras que quizá Monreal levantaría la mano, a menos que tuviese una posibilidad realista de erigirse en el nuevo líder de Morena, sobre todo si el sustituto le debe el cargo, en cuyo caso podría aspirar por la candidatura de 2024, en lugar de solo suspirar como lo hace actualmente.
El quinto elemento: “testamento político”
Pero además está la voluntad del tabasqueño expresada en su “testamento político”, que anunció que existía en enero de 2022, tras un cateterismo. Ahí está un quinto jugador o elemento que, de hacerse público, probablemente sería decisivo para muchos miembros (entre ellos los legisladores) de Morena. ¿Quién querría ir contra esa última voluntad? Lo más probable es que muy pocos. Sería el último gesto de poder del tabasqueño, y muy potente dadas las circunstancias, aparte de que Morena debe su éxito electoral solamente a su persona.
¿Puede calificarse como un gesto de arrogancia de AMLO el haber puesto por escrito su propuesta para sucederlo? En lo absoluto, son varios gobernantes los que tienen esa clase de disposiciones en caso de haber espacio legal para varias posibilidades de sucesión, lo que no ocurre en el caso de Estados Unidos u otras naciones con una línea sucesoria clara. Dado el deterioro físico evidente que AMLO ha tenido en años recientes, puede considerarse hasta como un gesto responsable. Al concluir su mandato en 2024, tendrá 71 años, el segundo Presidente más viejo de la historia después de Porfirio Díaz (80 años al renunciar).
Una rareza mexicana
En Estados Unidos, ocho vicepresidentes han llegado a la Casa Blanca al morir su compañero de fórmula (peculiarmente siete habían sido electos en un año terminado en cero, y de ellos cuatro fueron asesinados).
Lo que es relativamente notable del caso mexicano es la rareza de una súbita ausencia presidencial. Juárez murió como Presidente en 1872 (en forma natural con 66 años). Madero fue asesinado (tras una renuncia forzada), lo mismo que Venustiano Carranza, huyendo tras la rebelión obregonista. El mismo Álvaro Obregón fue asesinado como Presidente electo en 1928, lo que truncó la última reelección que ha habido en México. Ha transcurrido casi un siglo sin necesidad de invocar los preceptos constitucionales relevantes. En los casos de Carranza y Obregón, lo que establecía la Constitución fue seguido escrupulosamente (Adolfo de la Huerta fue Presidente sustituto en 1920; Emilio Portes Gil fungió de interino a partir de diciembre de 1928).
No hay duda de que, en 2023 o el año próximo, igualmente se seguiría lo establecido por la Constitución en caso de una súbita ausencia presidencial. Pero ello no evitaría un vacío de poder que puede tener consecuencias imprevisibles.