Bandera mexicana sobre un coche eléctrico: crónica de la revuelta tecno-migrante

La conexión entre redadas antiinmigrantes y quema de vehículos hi-tech es más que un accidente narrativo; durante años, activistas han denunciado la colaboración de las grandes tecnológicas con las agencias federales.
12 Junio, 2025
Manifestación de migrantes en Los Ángeles (Imagen: video en X)
Manifestación de migrantes en Los Ángeles (Imagen: video en X)

La chispa que encendió la mecha

La madrugada del 6 de junio, la rutina de los ciudadanos de los Ángeles, California fue alterada con el estruendo de helicópteros y patrullas. Agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), irrumpieron en vecindarios latinos al amparo de nuevas directrices presidenciales que endurecen la persecución de migrantes. Horas después, miles de personas tomaron las calles para denunciar lo que consideran una “caza de migrantes”. Diversas organizaciones que defienden sus derechos han calificado las redadas como una “caza” sustentada en perfilamiento racial, aprobada desde la Casa Blanca, con el apoyo de sectores conservadores empresariales y gubernamentales.

Las protestas se intensificaron y muchos de nosotros vimos con asombro imágenes de una ciudad en llamas, entre coches quemados y miles de personas en las calles portando banderas de distintas nacionalidades, -mexicana, la más vista- y cubre bocas (por los ataques con gas pimienta y gases lacrimógenos de la Guardia Nacional), en un país que porta la insignia de orden y progreso. Los coches incendiados fueron cinco taxis autónomos de las compañías líderes en el ramo Waymo y Tesla. En los últimos días las protestas se perfilaron hacia la infraestructura de la era digital, como juicio simbólico al poder tecnológico.

Una imagen, mil significados

La fotografía que disparó las redes muestra a un hombre enmascarado, torso desnudo, ondeando una bandera mexicana sobre un Waymo ardiendo. Detrás, otros vehículos sin conductor se consumen como gigantescos fósforos de litio. El propio Elon Musk -más activo que nunca en su propia red X- reaccionó con un lacónico “Esto no está bien”. El magnate, acaso preocupado por la normalización de la violencia contra bienes que encarnan su visión futurista, recibió a cambio miles de réplicas que le recordaban sus despidos masivos y su cercanía con la administración Trump.

Los incendios a los robotaxis se muestran como el símbolo de la resistencia a las políticas antiinmigrantes, pero también hacia los impactos sociales que generan las nuevas tecnologías. Como señala la periodista independiente Talyor Lorenz quien preguntó a algunos de los manifestantes por qué incendiaban los Waymos. La respuesta fue contundente, “esos autos graban imágenes, como extensión de la vigilancia policial.”

¿Por qué los autos autónomos?

Los manifestantes no escogieron los robotaxis al azar. Desde su despliegue piloto hace siete meses, los vehículos de Waymo acumulan quejas por fallos de navegación, obstrucciones y escaso diálogo con las comunidades. La gota que derramó el vaso fue la revelación -confirmada por la compañía- de que comparte con el Departamento de Policía de Los Ángeles las grabaciones captadas por sus cámaras de 360 grados. En un contexto donde ICE cruza bases de datos para localizar a indocumentados, esos archivos se perciben como extensión de un Panóptico digital. “Son coches espía”, resumió un manifestante a la periodista Lorenz. La desconfianza no radica solo en el dispositivo, sino en la arquitectura de vigilancia algorítmica que lo sostiene.

Los incendios de Waymo y Tesla reproducen la lógica: quemar un automóvil valorado en 200 mil dólares no impide las deportaciones, pero interpela a las élites tecnológicas que, a juicio de los manifestantes, financian o facilitan políticas autoritarias. La imagen del litio ardiendo -más espectacular y tóxica que la gasolina- convierte a la tecnología en protagonista involuntaria del drama político. 

¿Luditas del siglo XXI?

La escalada represiva y el retorno de Trump a la Casa Blanca han estrechado los márgenes de protesta civil. Frente al “terrorismo doméstico” que el presidente atribuye a cualquier daño a la propiedad, algunos optan por movilizaciones sociales que dañen la reputación de empresas tecnológicas con repercusiones graves en sus cifras. Es el caso de la organización Tesla Takedown, quien afirma, en voz de su representante Evan Sutton, “no estar interesados en dañar vehículos, sino derribar el precio de las acciones de Tesla a través de sus movilizaciones, con un mensaje a Elon Musk y Donald Trump para que no destruyan más el gobierno.”

En marzo, las acciones de Tesla cayeron un 15%, una de las peores caídas desde su nacimiento. Waymo suspendió el servicio en el downtown de Los Ángeles y ha reducido recorridos en San Francisco. Las pérdidas millonarias son evidentes. 

Del drama migratorio hacia la hipervigilancia 

La conexión entre redadas antiinmigrantes y quema de vehículos hi-tech es más que un accidente narrativo. Durante años, activistas han denunciado la colaboración de grandes tecnológicas con agencias federales: Palantir en la minería de datos de ICE, Amazon Web Services (AWS) en la nube del Departamento de Seguridad Interior, Google en contratos de análisis de vídeo. El eslabón final son los sensores callejeros -robotaxis, cámaras de timbre- que capturan, etiquetan y archivan rostros. En la lógica de los manifestantes, boicotear esos nodos interrumpe la cadena de vigilancia y envía un mensaje a los accionistas: el beneficio no justifica el costo social.

Pero ¿es legítimo incendiar para visibilizar los problemas de las sociedades? La pregunta no es nueva, divide a los progresistas y a los defensores de la desobediencia civil no violenta. Hoy, los incendios viralizados desatan discusiones similares: algunos sostienen que solo amplifican discursos xenófobos; otros recuerdan que las cámaras de Waymo podrían identificar manifestantes y derivar en detenciones.

En Sacramento, legisladores demócratas plantean una moratoria a la circulación de robotaxis en zonas sensibles hasta que se establezcan protocolos de privacidad y planes de emergencia. Grupos empresariales alegan que un aumento en regulaciones ahuyentaría inversión y retrasaría avances en seguridad vial. La discusión replica el eterno choque entre innovación y control público, pero el contexto migratorio la carga de pólvora ideológica. Al mismo tiempo, ciudades mexicanas -Tijuana, Monterrey, Ciudad de México- observan con atención: muchas aspiran en invertir en pilotos de movilidad autónoma y podrían heredar conflictos similares en barrios populares.

Las protestas de Los Ángeles entrelazan dos crisis -la migratoria y la tecnológica- para dibujar un escenario en que los márgenes se tocan: el migrante sin papeles y el trabajador desplazado por la automatización comparten una vulnerabilidad frente al mismo complejo tecno-estatal. Cuando un robotaxi se quema, el mensaje no es solo “alto a las redadas”, sino “alto al extractivismo de datos que las sustenta”.

El litio ardiendo bajo la bandera mexicana es metáfora elocuente: ninguna innovación está a salvo cuando ignora la justicia social a la que debería servir.

 

Referencias de interés

https://www.biometricupdate.com/202506/ice-advances-sole-source-deal-with-palantir-for-new-surveillance-backbone

https://www.youtube.com/shorts/JO36MX0ADYs

https://www.nextgov.com/acquisition/2025/06/aws-launches-second-secret-cloud-region-defense-intel-customers/405951/

Why people are burning Waymos - by Taylor Lorenz - User Mag

Claudia Jiménez Claudia Jiménez Politóloga e Internacionalista en temas de cooperación internacional y derechos humanos en América Latina, con 20 años de experiencia en consultorías nacionales y gobierno. Profesora universitaria y conferencista. Desarrolladora de cursos y proyectos de tecnología y ética para la academia y empresas. Catedrática de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno, y de Estudios Humanísticos y Educación del Tecnológico de Monterrey. Pionera en Inteligencia Artificial en educación.

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