“Tesoros”, la nueva película de María Novaro, es una epopeya infantil en la que un grupo de niños mexicanos de la costa de Guerrero, se enfrasca en la búsqueda de un mítico tesoro pirata.
Una indirecta referencia a “The Goonies” de Richard Donner, pero no es la aventura formulista y fantástica del clásico americano, muy al contrario es un testimonio vivencial, de cine verdad, con trazas del delicioso didactismo de Plaza Sesamo, una serie de televisión que fue realmente importante para mi generación y quizá la de María.
La película opera, cuasi como un reportaje de Plaza Sesamo México, en los que compartíamos el modo de vida de una niña de cierta comunidad mexicana, pero no es un documental. La película se ubica en Barra de Potosí en la Costa Grande de Guerrero, y exalta los valores comunitarios de una aldea local (contra los valores individualistas de una aldea global).
Una de las cosas que amo del cine de María Novaro es su capacidad de expresar con fuerza, profundidad y complejidad la geografía humana. Es fascinante, porque cada película de María -si esta lograda- es una inmersión en un ecosistema cultural, y este ecosistema es mucho más importante que la trama.
Una de las cosas que amo del cine de María Novaro es su capacidad de expresar con fuerza, profundidad y complejidad la geografía humana
Por ejemplo la evidencia de la ciudad destruida por el terremoto de 1985 en “Lola”, y las relaciones entre la protagonista y la ciudad; o con más fuerza en “Danzón”, los bailarines y el puerto de Veracruz. La trama es
casi un pretexto para enfocar la vida misma en México, en un momento y lugar.
Roland Barthes, el estructuralista francés, al hablar sobre la narrativa o sobre el relato como un mecanismo, señala que hay dos partes fundamentales del sistema, los núcleos esos momentos de las historias en que hay conflictos, nudos, en que se entrama la historia, y catálisis, es decir esas partes intermedias entre los núcleos. Las catalisis están compuestas, por ejemplo, por largos momentos descriptivos, o acciones intermedias o
procesos intermedios.
El cine de María es un cine catalitico, es un cine donde las partes entre los núcleos son realmente fascinantes y significativas, en tramas sencillas, sin curvas dramáticas muy pronunciadas (de contenido más bien complejo). Y “Tesoros” es realmente una película deliciosa en muchos aspectos, la playa, la gastronomía, la música y sobre todo los tesoros, o sea, los niños.
Quién haya trabajado con niños en cine sabe lo difícil que es. Pues María logra un elenco de niños realmente espléndido y logra que actúen con total naturalidad frente a cámara, sin mirar a cámara, concentrados en las acciones dramáticas, matizando diálogos. ¿Cómo lo hizo? Es realmente un desplante técnico.
Además de exaltar valores humanos fundamentales en nuestro aciago tiempo de posverdades y derechas empoderadas, la película esta dedicada a las escuelas rurales:
“Nos faltan 43” dice una leyenda tras la secuencia de créditos, y otra leyenda afirma que Barra de Potosí debe ser declarada Reserva Ecológica y que debe ser entregada a su comunidad, para su administración: con ello María se sube a la ola de las escenas postcréditos, pero las usa para enviar mensajes muy directos a los espectadores adultos y a las autoridades adultas.
Pese a ello, es una gran película infantil. Aunque comparte ciertos rasgos de estilo con la genial “Le Ballon Rouge” (1956) de Albert Lamorisse, realmente resulta Inédita, original y única en el raquítico panorama del cine infantil mexicano casi inexistente, y llama realmente la atención lo poco que les importan a los cineastas mexicanos, los niños mexicanos (en el adulto cine mexicano aparecen no pocas veces los niños abusados,
violados, abandonados, maltratados o asesinados).
Los clásicos infantiles mexicanos (de ficción, no estoy considerando animación) se cuentan con los dedos de la mano.
La trilogía de “Caperucita roja” (1960) de Roberto Rodríguez que culmina con “Caperucita y Pulgarcito contra los monstruos” (1962), o “Pepito y Chabelo contra los monstruos” (1973), “Pepito y Chabelo detectives” (1974) de José Estrada (el papá de Luis), o “Milagro en el circo” (1979) de Alejandro Galindo, “Bandidos” (1991) o “Ambar” (1993) de Luis Estrada (el hijo de José), estas últimas con foto de Emmanuel Lubezki, la interesante “La última batalla” (1993) película pendiente de revaloración, o “La Chilindrina en apuros” (1994) y “Elisa, antes del fin del mundo” (1997) todas de Juan Antonio de la Riva producidas por Televicine, y podríamos incluir también las comedias de Chespirito y de Capulina, aunque con reservas (me consta que había padres de familia que prohibían a sus hijos los programas de Chespirito -no por ser idiotas deben ser tildados de “infantiles”- y no todas las comedias de Capulina eran realmente infantiles).
Si incluiría en esta lista el hermoso documental ambientalista “Azul intangible” (2013) de Eréndira Valle. En este escaso contexto genérico mexicano, “Tesoros” de María Novaro puede declararse la obra maestra del cine infantil mexicano.
Como padre de familia, estoy seguro que no se arrepentirá de llevar a sus niños a verla. Sigue en Cineteca Nacional, en una sola sala con dos funciones vespertinas. Quédese a disfrutar de toda la secuencia de créditos.
ADENDA
Desde que María Novaro fue mencionada como la próxima titular del Instituto Mexicano de Cinematografía, me han preguntado mi opinión al respecto. Mi opinión es la siguiente: es una mujer muy preparada, muy brillante.
Ingresó al CUEC cuando había una regla que decía que debía estudiarse una carrera universitaria previa, y si no mal recuerdo María es socióloga. Era madre cuando inició la carrera de cine y durante la carrera tuvo otro u otros hijos, y con esta complejidad de vida, no solo termino la carrera de cine, sino que es la realizadora más destacada y prolífica del cine mexicano. Cierto que no ha tenido cargos en la administración pública, esa falta de experiencia podría contarse como un punto en contra.
Pero por otro lado, es completamente honesta, entregada y comprometida, y ama sincera y devotamente el cine mexicano. Podría hacer un gran papel al frente del Instituto. Por otro lado es una cineasta compulsiva, necesita hacer cine, está en sus venas, por eso dudamos que acepte el encargo.
Lo que si me parece odioso e inaceptable es toda la grilla que se ha desatado en su contra, ya hay un change.org que pide marcha atrás a su nombramiento, y que le da trato de la esposa de… la misoginia de siempre. La grilla, la politiquería (como diría Gramsci) ha hecho mucho daño al país. Y la falta de unidad y de integridad ha hecho mucho daño a la comunidad cinematográfica mexicana. Es otro de los puntos que deberá resolver -o al menos contemplar- el próximo titular del IMCINE. Ojala sea María Novaro.