Pronosticar el comportamiento de una divisa es un asunto complejo. El expresidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, llegó a decir que aventurar lo que iba a suceder con una moneda en el corto plazo era equivalente a jugar con una moneda a “águila o sol”, es decir, que el resultado que arroja cualquier modelo cambiario no mejora sustancialmente la apuesta que se puede hacer al echar al aire un tostón.
A esa conclusión han llegado multitud de académicos que, en términos un poco más técnicos, nos dice que el comportamiento de una divisa es semejante al de un “paseo aleatorio” y que, por tanto, son impredecibles los vaivenes de la divisa en el corto plazo.
Y así es. Quizás los movimientos de una moneda sea la variable financiera más difícil de pronosticar. El mercado de divisas es el más líquido del mundo y el que más rápidamente incorpora toda la información relevante del mercado (tasa de interés comparables entre países, tasa de inflación, déficit fiscal y deuda pública, calificación crediticia, confianza en la economía, estabilidad política, apertura financiera, especulación, balanza de pagos…) Según el reporte trianual del Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglés), el último de los cuales fue publicado en septiembre de 2013, el mercado de divisas mueve un promedio de 5.3 billones de dólares al día. Para que se hagan una idea, ese volumen diario es superior al tamaño de la economía de Japón, la tercera más grande del planeta y cuyo PIB ronda los 4.6 billones. ¿Cómo modelar tan elevado caudal de decisiones individuales en el día a día?
Sin embargo, en el mediano plazo, la variable económica que mejor explica el comportamiento de una divisa es la balanza de pagos, un documento contable que registra las transacciones internacionales entre un país y el resto del mundo. Ahí se expresa la demanda y oferta de divisas extranjeras contra moneda nacional a través de los pagos que los residentes realizan al exterior y de los ingresos que reciben.
Si es así, ¿qué es lo que nos está contando la balanza de pagos sobre el peso mexicano? Examinemos primero la cuenta corriente, donde se anotan las transacciones de exportaciones e importaciones reales de bienes y servicios. Y lo que se observa es que cada vez es mayor la diferencia negativa entre los ingresos recibidos por las ventas del exterior y los pagos que hay que realizar por las compras que los mexicanos realizan al resto del mundo.
Eso nos lo revela el déficit corriente y es resultado, en esencia, del derrumbe de las exportaciones petroleras observada en la balanza comercial. Los ingresos petroleros se han desplomado en la primera mitad de 2015 un 44% respecto al mismo lapso del año pasado, lo que implica una merma de más de 10,000 millones de dólares (mdd). En consecuencia, la balanza petrolera ha pasado de arrojar un superávit de 2,306 mdd en la primera mitad del año pasado, a un déficit de 3,263 mdd, o un deterioro de 5,867 mdd. Afortunadamente, la balanza no petrolera ha reducido su déficit, pero ha sido insuficiente para contrarrestar el mal desempeño de la balanza petrolera.
Fuente: Inegi
Eso ha implicado que la balanza comercial ha rebasado, en la primera mitad del año, los 4,000 mdd, cuando el déficit en el mismo período de 2014 apenas fuera de 300 mdd.
Dado que no se cuenta con los ingresos por exportaciones suficientes para cubrir los pagos de las importaciones, la única manera de saldar esa diferencia es recurrir a los dólares de la economía mexicana para cubrir el exceso de pagos al exterior (lo que significa una disminución de las reservas de dólares) o adquirir deuda, esto es, pedir un préstamo neto al resto del mundo. Por eso, un déficit en las transacciones corrientes implica, necesariamente, un aumento de las necesidades de financiamiento externo de un país por el mismo monto. Pues bien, en el primer trimestre del año el déficit corriente representó un 3.2% del PIB, o 9,446 mdd, comparado con un promedio en el 2014 de 2.0%, lo que significa un sustancial aumento de las necesidades de financiamiento de México.
Fuente: Banxico
Ahora bien, lo importante, una vez observado que se ha producido un aumento de las necesidades de financiamiento, es discernir si el préstamo que te va a otorgar el resto del mundo es de buena calidad, esto es, si es de largo plazo y estable como reflejo de la confianza económica en el país y sus expectativas de crecimiento, o de corto plazo y circunstancial, para lo cual hay que observar la cuenta financiera.
El financiamiento de largo plazo viene reflejado en la Inversión Extranjera Directa (IED). Esos recursos son los más deseables a la hora de financiar las cuentas externas de un país por ofrecer estabilidad y ofrecen la ventaja que de que sólo cambian de manera gradual, conforme mudan las fuerzas generales de la economía. Sin embargo, en el primer trimestre de 2015 dichos recursos fueron insuficientes para financiar el déficit corriente: México captó, por concepto de IED, 7,573 mdd, inferior a los 11,398 mdd obtenidos el año pasado. Si además consideramos que los mexicanos invirtieron un flujo de 3,058 mdd en el exterior se obtiene que el saldo neto de la IED que ingresó en el país fue de 4,515 mdd comparado con 9,162 en el primer trimestre de 2014.
Fuente: Banxico
Un crecimiento económico moderado y por debajo de las expectativas, junto con la situación de inseguridad que asola al país y, sobre todo, una caída del precio del petróleo que ha ahuyentado a potenciales inversionistas que pretendían apostar por el sector energético mexicano, ha recortado las expectativas de entrada de flujos de IED en México en un momento en el que las necesidades de financiamiento son más acuciantes. Los 4,515 mdd de IED neta de México lograron cubrir un 48% del déficit corriente, por lo que para financiar el resto del desequilibrio externo, los 4,9321 mdd restantes (llamada balanza básica), tuvo que recurrir a la inversión de cartera, esto es, a la compra por parte de inversionistas extranjeros de títulos de deuda pública, bonos de corporaciones privados y acciones, cuyo carácter es más errático y volátil y depende más de los cambios de la política monetaria global que de las perspectivas de crecimiento que ofrece México para el largo plazo.
Lo malo es que en el primer trimestre, la cuenta financiera, que engloba los ingresos netos por IED, por inversiones de cartera y por el rubro de otras inversiones, no alcanzó a cubrir el déficit corriente. Una vez sumados todos esos recursos se alcanzó un total de 7,400 mdd, dejando aún al descubierto algo más de 2,000 mdd. Afortunadamente, hay un rubro que se llama errores y omisiones que en el primer trimestre arrojó un saldo favorable de 5,100 mdd, frente a 3,797 mdd en el primer trimestre del año pasado. Ese rubro, el de errores, fue el que logró cerrar el déficit corriente y todavía acumular reservas en dólares por algo más de 2,000 mdd.
Fuente: Banxico
Sin embargo, la estructura y composición de la balanza de pagos empieza a arrojar algunos elementos inquietantes sobre el tamaño de las necesidades de financiamiento y la solidez de su financiamiento. Esa tendencia se puede haber complicado más en el segundo semestre, aunque tendremos que esperar al 28 de agosto, cuando Banxico publicará el reporte de la balanza de pagos para el segundo trimestre.
Entre tanto, la apreciación del dólar contra el peso nos indica que hay una demanda ávida de dólares, que hay multitud de agentes económicos que precisan de billetes verdes: uno, los importadores de bienes y servicios, que precisan pagar sus compras; y otros, los inversionistas que llegaron a México atraídos por el jugoso rendimiento de sus activos y que pueden abandonar sus inversiones en el país conforme Estados Unidos sube las tasas de interés, por lo que precisarán cambiar sus inversiones en pesos a dólares.
Esos agentes, sin embargo, cada vez tienen más dificultad para encontrar esos dólares dado que han caído los ingresos petroleros y se ha entumecido la inversión extranjera en México, tanto directa como de cartera. La consecuencia es que, ante mucha demanda de dólares y poca oferta, el precio de la divisa americana sube (o el precio del peso baja). Para frenar esa tendencia, Banxico tuvo que inyectar más dólares al sistema e intentar atenuar su tendencia de apreciación. Sin embargo, si esa tendencia persiste, si los inversionistas extranjeros siguen abandonando México, Banxico tendrá que tratar de retenerlos mediante un alza de tasas de interés que mejore el atractivo de los activos mexicanos, de modo que puedan seguir financiando el déficit corriente. Esa es la solución: la contrapartida es que se encarecerá el crédito y será un obstáculo más para la magra recuperación de la economía mexicana.