Cada fenómeno evoluciona con sus tiempos y los de su entorno.
Aquí voy a dedicar unas líneas a la transformación de la arquitectura del sistema financiero mexicano. Comentaré algunas grandes tendencias que la afectan, fuera de la coyuntura que suele captar la atención más inmediata.
Lo que sigue proviene de un estudio recién publicado por el CEEY, “El Sistema Financiero Mexicano Diagnóstico y Recomendaciones”, el cual elaboramos un grupo de especialistas y participantes de esta industria y que se reunió en el seno de ese centro.
En sentido amplio, entendemos como arquitectura del sistema financiero al conjunto de distintos intermediarios, a las interacciones entre ellos mismos y del sistema con los reguladores, así como con los actores relevantes no financieros y otros stakeholders. La arquitectura va más allá de la estructura jurídica y las figuras del sistema financiero, lo relevante es identificar las interrelaciones entre todas las partes.
Tras un proceso de consolidación, la arquitectura del sistema financiero mexicano ha ido mutando.
En primer lugar, el sistema cuenta con nuevos intermediarios; aunque se esperan más fusiones y adquisiciones de éstos, ese proceso ha sido lento. Por su parte, las empresas no financieras, cadenas de retailers, corporaciones de telecomunicaciones y empresas de plataformas digitales, juegan un papel cada vez más relevante. A su vez, el constante cambio regulatorio, por lo general para adaptarse a estándares internacionales, ha ido moldeando el sistema.
En los últimos años la estructura del sistema ha sido afectada por dos fuerzas que apuntan en direcciones distintas. Por un lado ha habido una expansión de intermediarios que buscan cubrir segmentos que el mercado tradicionalmente había desatendido. Pero por el otro, las regulaciones que hacen que la licencia bancaria sea más onerosa no facilitan la operación de bancos de distinta escala.
Dentro de las tendencias globales, las presiones regulatorias internacionales son un factor de cambio. La implementación de Basilea III, así como las nuevas regulaciones derivadas de la crisis de 2008, como la Dodd Frank, o bien el refuerzo de las reglas de prevención de lavado de dinero, de-risking, know your costumer, conforman un entorno de sobre-regulación.
De entrada, esto afecta las posibilidades de mayor inclusión financiera. La regulación prudencial a nivel global está creando restricciones para la operación del sistema. Por ejemplo, las normas de liquidez son onerosas para todos los bancos, pero tienen mayor impacto en instituciones especializadas y aquellas de menor escala.
Pero también hay macro tendencias que de forma exógena están llevando a que el sistema de redefina. Tal es el caso de la transformación de la demanda.
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El cambio demográfico está cambiando la demanda de servicios financieros en el país. A pesar del menor ritmo de crecimiento de la población en México, hay un incremento esperado de la población que llevará a un aumento sostenido del número de usuarios potenciales del sistema. Para 2030 habrá más de 60 millones de adultos con edades entre 25 y 60 años. También hay un cambio de la pirámide poblacional como resultado de un envejecimiento de la población: la mayor parte de la población ya está conformada por adultos en edad laboral.
Otro cambio en la demanda es la incorporación de generaciones más jóvenes a la economía: usuarios permanentes de tecnología que tienen alto nivel de exigencia, hábitos de consumo y preferencias distintas a generaciones previas y fuentes de ingreso no estables.
Factores como las presiones regulatorias globales, el cambio demográfico y la innovación tecnológica, están redefiniendo el sistema financiero.
El escenario también es cambiante en cuanto a los eventos que ponen en riesgo las finanzas de los hogares, empresas y gobierno: mayor demanda de servicios médicos y presiones sistémicas de financiamiento de salud con escenarios de alto costo. Y un escenario de riesgos catastróficos regionales más frecuentes, mismos que afectan el balance de los hogares. Esto obliga al sistema a replantear sus servicios y la forma de ofrecerlos.
Otra tendencia es el ahora llamado efecto Fintech, la cual proviene de la aceleración de la innovación digital; esto es, ha sido una tendencia generada en buena medida fuera del sistema.
Si bien, desde hace varias décadas la tecnología se ha convertido en un área central de la operación y estrategia de los intermediarios financieros, en la actualidad hay una fusión entre ambas partes del negocio. La innovación más reciente que amalgama el desarrollo tecnológico con el servicio de los intermediarios se concreta en los desarrollos llamados Fintech. Esto contribuye a que las fronteras entre los intermediarios y empresas no financieras se desvanezcan.
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Las nuevas formas de innovación pretenden ser disruptivas no sólo para crear un nuevo servicio, sino para modificar las expectativas de los usuarios. Lo anterior porque la tecnología es más interactiva y ofrece al usuario más participación en los servicios que requiere. También hace que muchos procesos sean descentralizados, como es el caso de las criptodivisas.
Ahora bien, a nivel global no queda clara la trayectoria de la innovación. Tampoco es del todo diáfano cuáles habrán de ser las tecnologías dominantes. No existe un equilibrio y no tenemos una visión clara de cómo será el ecosistema futuro (de ahí que sea tan difícil regular esta actividad). Lo que es un hecho, es que la innovación está creando mayores presiones competitivas sobre los intermediarios establecidos.
Tales tendencias van modificando de forma continua, cumulativa y acelerada, la estructura del sistema y la retícula de interacciones con las que funciona, su arquitectura.
MÁS INFORMACIÓN: El estudio: “El Sistema Financiero Mexicano Diagnóstico y Recomendaciones”, Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 2017, se puede bajar de este vínculo.