Ernesto Urbina Miranda - Director de Innovación
La semana pasada se llevó a cabo la reunión anual del Foro Económico Mundial de Davos, en la cual el tema principal fue la Cuarta Revolución Industrial. Especialistas, líderes políticos, empresarios y otros actores, reflexionaron sobre las implicaciones de un eventual cambio tecnológico disruptivo y cómo este afectará las plataformas industriales, el empleo, las relaciones sociales, el ejercicio de gobierno, entre otros ámbitos de nuestra realidad.
El origen de esta nueva revolución industrial está débilmente definido. Es difícil precisar si tendrá sus cimientos dentro de la inteligencia artificial, la robótica, la biotecnología, la nanotecnología o la genética, sin embargo, la lectura sobre las posibles implicaciones no son del todo alentadoras. De acuerdo al reporte “The Future of Jobs”, los cambios en las condiciones industriales podrían ocasionar la pérdida de más de 7 millones de empleos en el periodo 2015-2020. Como contraparte, estas tendencias estarían generando dos millones de nuevos empleos para trabajadores con capacidades en ingeniería, matemáticas, ciencias de la computación y arquitectura.
En este escenario, los países con mayor concentración de “talento” (fuerza de trabajo altamente capacitada) y un mejor acervo de capital físico serán los que resulten beneficiados de los nuevos márgenes de productividad y los incrementos en las tasas de retorno del capital derivados del avance tecnológico. El reto para los países consiste en realizar un ejercicio de prospectiva tecnológica y acelerar su proceso adaptativo a través del ajuste de sus políticas de intervención, sobretodo en el ámbito de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.
Es ilustrativo retomar el caso de Corea del Sur, que a inicios de la segunda mitad del siglo pasado enfrentaba niveles de desarrollo sumamente bajos. Durante los sesentas, su PIB per cápita apenas alcanzaba los 87 dólares mientras que hoy está por encima de los 34,000 dólares (dos veces más que México). A través de un plan con visión a largo plazo, impulsaron la formación de trabajadores calificados en nuevas áreas industriales, la construcción de capacidades para la I+D y procesos de aprendizaje tecnológico para la sustitución de importaciones de tecnología. Tales esfuerzos permitieron su adaptación a la tercera revolución industrial derivada del microhip y que hoy posicionan a ese país como una de las economías más dinámicas del planeta con empresas tecnológicas líderes a nivel global.
En el marco de este evento, el presidente Enrique Peña Nieto compartió su reflexión sobre este tema en el blog de opinión Project Syndicate, en donde resalta aquellos esfuerzos de la administración que encabeza y que están preparando a México para adaptarse de manera rápida a esta nueva revolución industrial. La emisión de los bonos educativos, la distribución de tablets a estudiantes de educación básica, el incremento del gasto público en Ciencia y Tecnología, el impulso a la conectividad y la apertura del mercado energético, son algunos de los elementos que, desde su perspectiva, otorgan a México las herramientas necesarias para tomar ventaja en este nuevo paradigma.
No obstante, el panorama no es tan optimista. Haciendo una revisión rápida sobre la situación que guardan algunos de esos temas encontramos que México persiste como uno de los países más atrasados en educación tomando como referencia los resultados del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA por sus siglas en Inglés) que realiza la OCDE. En 2012, los alumnos mexicanos de educación básica ocuparon las posiciones 53 en Matemáticas, 55 en Ciencias, 52 en Lectura, de un total de 65 países evaluados. Aunado a esto, la Reforma Educativa no ha consolidado su implementación.
Conforme al gasto en ciencia, tecnología e innovación, este solo representa el .56% del PIB y para 2016 se contempla una reducción real en el presupuesto del CONACYT (ramo 38) entre el 2% y 3%. Si bien en los primeros 3 años de la presente administración el gasto público en este rubro mostró incrementos, no tuvo efectos en las estructura del gasto; las empresas mexicanas siguen aportando menos del 30% de la inversión en I+D cuando en gran parte de los países de la OCDE esta relación es inversa.
La apertura del sector energético al capital privado se presume como una medida para el incremento de la eficiencia energética que abaratará los costos de la energía y aumentará los flujos de inversión al país para la exploración y explotación de fuentes de energía basadas en combustibles fósiles. En este contexto, países como China y Estados Unidos invierten 83,000 y 38,000 millones de dólares respectivamente para intensificar el desarrollo de plataformas industriales basadas en tecnologías en energías sustentables, menos dependientes del petróleo y menos agresivas con el medio ambiente.
En cuanto a la Estrategia Digital Nacional, esta contempla objetivos ambiciosos y con una perspectiva a largo plazo, sin embargo, su gobernanza limita el marco operativo y de gestión presupuestal del organismo ejecutor. A este momento, la Coordinación de la Estrategia Digital Nacional, encabezada por Alejandra Lagunes, depende de la Oficina de la Presidencia de la República y contempla para 2016 un presupuesto de 20 millones de pesos, lo cual representa el 1% del total del presupuesto contemplado para la oficina presidencial.
De seguir con la evaluación sobre el resto de las “fortalezas” con las que cuenta México de cara a la cuarta revolución industrial, seguiremos encontrando inconsistencias que limitan el optimismo con el que podemos afrontar este nuevo paradigma. Si aspiramos a ser protagonistas, se requiere priorizar la construcción de capacidades científicas, tecnológicas y productivas en aquellos sectores que, desde este momento, ofrecen señales de convertirse en los motores de un nuevo paradigma económico.
Lo anterior implica incrementar de manera significativa la inversión pública y privada en ciencia, tecnología e innovación y replantear los mecanismos con los que tradicionalmente se ha promovido la integración del Sistema Nacional de Innovación. De igual manera, es indispensable articular los segmentos de la cadena de investigación básica - desarrollo tecnológico - innovación con objetivos alineados a las nuevas tendencias tecnológicas. De no ser así, nuestra condición de “latecomers” puede tener efectos profundos en el ingreso, el empleo y el desarrollo social, limitando el progreso de México a nuestros esfuerzos en la manufactura y no en un crecimiento basado en la mentefactura.