Por: José Luis Chicoma (@JoseLuisChicoma) y Ana Lucía Dávila (@AnaDavilaC89)
Enrique Peña Nieto protagoniza la portada de la revista Rolling Stone México bajo la consigna de “Peña Nieto el reformador”, al mismo tiempo que se enfrenta a las ásperas realidades del país que lidera. Sin embargo, las portadas halagadoras y los encabezados optimistas se han convertido en raras excepciones en el mar de pesimismo en el que se ha sumergido la prensa internacional en el mes de mayo respecto a México. Los excesivos esfuerzos en materia de propaganda y publicidad de la figura del Presidente —entre los que destacan una controversial selfie con Kevin Spacey, o mejor dicho, Frank Underwood y su aparición en una revista pop muy “a la Obama”— ahora se muestran insuficientes e incapaces de distraer al público nacional y a la prensa internacional de los problemas que persisten en México a más de un año del inicio de su mandato.
Con la disipación del furor en torno a las reformas, emerge a la superficie un problema que, de no solucionarse, difícilmente puede ocultarse: la violencia. En el mes de mayo Tamaulipas retomó su lugar en la prensa, siendo el escenario del más reciente despliegue de tropas mexicanas que sustituyen a las fuerzas policiales con “resultados mixtos”, como señala el Wall Street Journal. Michoacán, olvidado durante algunas semanas, reaparece en el debate con un estallido de violencia y un incremento en las extorsiones que dejan obsoletos a los celebrados acuerdos entre gobierno y autodefensas.
Sin embargo, no es la violencia de los cárteles de la droga la que cautiva a la prensa internacional en el mes de mayo, sino el hecho de que “casi todos los cuerpos policiales mexicanos practican abusos”, como reportó El País con base en un crudo reporte de la ONU sobre la tortura en México. The New Yorker narró en una de sus crónicas —específicamente aquella sobre el Chapo Guzmán— el importante rol que juega la tortura en México en diversos niveles de gobierno, destacando que “se emplean técnicas brutales para obtener confesiones falsas”. Además, el vergonzoso escándalo sobre las calamidades que enfrentan los migrantes en México atrajo la atención de diversos medios, entre los que destacó The New York Times declarando que los migrantes “inmediatamente se convierten en víctimas al entrar al país.”
En la cima de la montaña de la indignación respecto a la violencia se encuentra otro tema que fascina por su cercanía a la ficción: la impunidad. La tortura, la violencia, las extorsiones y los secuestros tanto a nivel gobierno como en la sociedad civil gozan de impunidad absoluta bajo la que se cobijan y se mantienen en operación. Ejemplo de esto es el caso de los abusos de poder del dirigente del PRI, quien financiaba con recursos públicos una red personal de prostitución. El conflicto es ahora considerado un asunto “privado”, exceptuándolo de las sanciones correspondientes a tal delito.
En este contexto se inserta una dramática pérdida de confianza y optimismo del mundo respecto a México, las conclusiones son indiscutibles para la prensa: “la violencia y las extorsiones son problemas persistentes”, como señala The Washington Times y difícilmente habrá un cambio en los próximos años pues “el sistema político mexicano está profundamente corrompido”, afirma The New Yorker. Intentar esconder los esqueletos en el closet de la política mexicana y cubrirlos con espectaculares campañas de propaganda difícilmente tendrá resultado. El impacto de las selfies, las portadas e incluso los encuentros con la selección mexicana, poco pueden ayudar al Presidente: su impacto es de corto alcance, sobre todo frente al monstruo de la violencia que tanto fascina a los medios extranjeros. El recurso del Soft Power no debe ser malinterpretado, como ha hecho la actual administración. En casos como el de México, la diplomacia y la apariencia es importante, pero no suficiente cuando los indicadores son desalentadores y los problemas estructurales tienen dimensiones monumentales. Un poco de acción en la política pública y una mejor práctica del intento de poder blando de México, podrían tener mejores resultados al atender a la realidad, y no al mundo de la propaganda.