No era extraño que el presidente de Oceanografía perdiera, eventualmente, dinero en sus negocios. Un exabogado de quien fuera uno de los principales contratistas de Pemex confirmó hace algunas semanas que el quebranto en las finanzas de Oceanografía, con sede en Campeche, comenzó al menos desde hace más de una década. La sugerencia constante fue la de cambiar a los responsables del área de Finanzas, un departamento que estaba directamente relacionado con otro de los accionistas de la firma: Martín Díaz Álvarez.
Pero, más allá de cambios en el equipo directivo, el problema con Oceanografía era su modelo de negocios y sus estrategias para ganar licitaciones en Pemex. Más allá de los contratos que se adjudicaban directamente, en los procesos de licitación en los que concursaba Oceanografía la fórmula era infalible: se ofrecía el mejor precio. ¿Cómo podían perder? ¿Qué autoridad reprocharía a los funcionarios de Pemex fallar durante más de una década a favor de esta compañía con vínculos y conexiones infalibles con la cúpula panista?
Así, por ejemplo, la renta de un barco para las operaciones marítimas de Pemex –cotizada en al menos $90,000 dólares– Oceanografía la ofrecía en $60,000 dólares.
El truco, sin embargo, se encontraba en otra área. Una vez que Oceanografía ganaba los contratos, entonces se alistaba para otro convenio más: el de los servicios que se necesitaban para operar las embarcaciones que, por supuesto, incluía el outsourcing de técnicos, buzos, alimentos y combustibles. Allí, donde Oceanografía ya no tenía competencia, se equilibraban –o al menos eso se intentaba– los presupuestos. Así se compensaban las pérdidas.