Sin Maniqueísmos
Sin Maniqueísmos es un blog dedicado a la actualidad mexicana, considerada en los contextos histórico e internacional. Los temas incluyen las élites empresariales, los medios masivos, las relaciones entre México y otros países, especialmente Estados Unidos, junto con libros y películas de importancia política y cultural.

Dicotomías, diferencias y Charlie Hebdo

12-01-2015 12:13

Los islamistas son una minoría no tan pequeña.

A mediados del sexenio de Felipe Calderón la cadena norteamericana Fox News hizo un reportaje especial sobre Ciudad Juárez, al presentarlo, la locutora usó una frase inolvidable para describir la frontera entre Estados Unidos y México: “una línea en la arena entre la democracia y el caos”.

Esta frase representa una forma de pensar desgraciadamente común en algunos medios y con la proliferación de voces que ha facilitado el internet el problema sólo ha empeorado. Un meme difundido hace un año por el influyente grupo izquierdista US Uncut mostraba a un limosnero junto a un hombre de traje y decía: “Capitalismo: la idea psicópata de que algunas personas son más dignas de comida, agua y refugio que otras."

El hilo común, por supuesto, es la dicotomía: la división del mundo —o de países vecinos, o de ricos y pobres— en dos extremos descritos de forma simplista.

Hay otra tendencia en los medios que, si bien no es tan perjudicial, tampoco explica bien la complejidad del mundo. Me refiero a una tendencia —auto llamada “liberal” pero mejor etiquetada como “utópica”— de minimizar las diferencias, como si todos los seres humanos y todas las culturas fueran básicamente iguales.

Pensé en ambas tendencias mientras leía las reacciones al ataque contra la revista satírica Charlie Hebdo.

Por un lado, es fácil (quizás demasiado fácil) hacer una distinción entre una cultura muy tolerante como la de Francia, cuna de la Ilustración, y una cultura muy poco tolerante como la del Islamismo, cuna de actos de terrorismo —sólo para mencionar los más sangrientos— en Nairobi (1998), Nueva York (2001), Madrid (2004), Londres (2005), Mumbai (2008), Nigeria (muchos) y Pakistán (muchos).

Por el otro, varios comentaristas apuntaron que mientras los asaltantes fueron musulmanes también lo fueron dos de las víctimas, uno de los policías y un empleado de la revista. Es importantísimo distinguir entre islamistas fanáticos y seguidores del Islam que no lo son, especialmente en un contexto como el de Francia, dónde las fricciones sobre su enorme comunidad musulmana han crecido en años recientes.

Sin embargo, algunos comentaristas han dejado llegar su “liberalismo” a posiciones muy cuestionables. Unos hablan de los asaltantes como si fueran fanáticos solitarios, de los que se encuentran entre los feligreses de cualquiera religión.

Una columnista norteamericana que escribió con gran simpatía sobre Ahmed Merabet, el policía asesinado a sangre fría, concluyó —sin ninguna evidencia— que Merabet representa mucho más a los musulmanes en Francia que a los yihadistas que lo mataron.

Ojalá que tuviera razón. Pero si nos enfocamos en los jóvenes varones ¿realmente son más los que sueñan con ser policías que los que quieren unirse al Yihad?

Por ejemplo, en lo que puede reflejar sesgos en el sistema policiaco y judicial francés, más de la mitad de los encarcelados en Francia son musulmanes. Esta llamativa cifra sugiere que a los ojos de muchos jóvenes musulmanes la policía no es una institución respetada y mucho menos una a la que aspiren afiliarse. Mientras tanto, miles de franceses han salido de su país para luchar como yihadistas en Irak y Siria.

O considere a Gran Bretaña, otro país europeo que ha sufrido actos de terrorismo cometidos por jóvenes nacidos entre su cuantiosa comunidad musulmana. Hace pocos años una encuesta de opinión pública reveló que el 37% de los musulmanes de 16 a 24 años preferirían vivir bajo sharia —un código legal basado en el Corán— que bajo la ley británica. Un porcentaje similar opinó que un musulmán que se convierte a otra religión merece ser ejecutado.

La incómoda verdad es que los fanáticos no son solitarios. Dentro de la comunidad global del Islam hay una lucha entre corrientes, una pacífica, más o menos tolerante y otra dogmática, expansionista y extremista.

Claro, no todo extremista se vuelve terrorista, pero la corriente dogmática funciona como un semillero eficaz para los yihadistas en cualquier país. Entonces, no sólo es utópico sino que peligroso calificar a los adherentes al extremismo como una minoría pequeña. Son una minoría sí, pero pequeña no.

ACERCA DEL AUTOR
Andrew Paxman
Profesor de historia y periodismo del CIDE. De origen inglés, es coautor de El Tigre (Grijalbo, 2000; reeditado en 2013), biografía de Emilio Azcárraga Milmo. Fue reportero radicado en México durante los años 90. Luego obtuvo una maestría de Berkeley y un doctorado de la Universidad de Texas. Su segunda biografía es En busca del señor Jenkins: Dinero, poder y gringofobia en México (Debate/CIDE, 2016), que se trata del empresario norteamericano radicado en Puebla, William Jenkins (1878-1963). Su obra más reciente es el libro coordinado Los gobernadores. Caciques del pasado y del presente (Grijalbo, 2018). Ahora está investigando la historia reciente de la prensa mexicana.
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