La historia del Atlético de Madrid siempre estará ligada al Estadio Vicente Calderón, su casa desde el 2 de octubre de 1966 hasta el pasado domingo 21 de mayo del año presente.
El conjunto ‘rojiblanco’ ha vivido una infinidad de momentos en el recinto a orillas del Manzanares, momentos que han forjado la identidad del club y la de sus aficionados.
Tras 50 años de gozar, sufrir (mucho), llorar y animar a su Atleti, la afición ‘colchonera’ tuvo que despedir a su querido estadio en contra de su voluntad.
Es difícil entender porqué el hincha de este club no quiera mudarse a un recinto de mucho más aforo, sumamente más cómodo y por supuesto de mayor lujo, pero una vez que vives la experiencia de un partido en el Vicente Calderón, todo tiene sentido.
El estadio Vicente Calderón se inauguró en 1966.
La experiencia se vive desde la llegada al estadio, al bajar en el metro Pirámides, el cual se inunda de playeras rojiblancas en todos sus vagones. La caminata de la estación hasta el recinto es única, ya que incluso 3 horas previas al partido el ambiente es espectacular.
En la espalda de cada aficionado los nombres que más se repiten, son probablemente el de las tres máximas leyendas en la historia del club; Simeone, Torres y por supuesto Luis Aragonés.
Al llegar a Paseo de los Melancólicos, se asoma una fachada de vidrio con la insignia “Estadio Vicente Calderón” y de fondo el Río Manzanares que embellece la postal. Los cánticos, las bengalas y los bares abarrotados rodean en el inmueble, esperando que de la hora para entrar y disfrutar con su Atleti.
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Una vez adentro, las sensaciones se incrementan a gran escala. Al subir las escaleras y salir por los túneles que llevan al imponente graderío, se observa un estadio rojiblanco en su totalidad.
En el fondo sur, se encuentra el grupo de animación Frente Atleti, el cual junto con Simeone se encarga de ser el orquestador de todo el Calderón.
En esta despedida, no podía faltar el peculiar mosaico que se hace presente muy frecuentemente en este estadio.
“Paseo de los Melancólicos, Manzanares, ¡Cuánto Te Quiero!” se podía leer en la gradería del recinto, mientras 55 mil almas cantaban el himno del Atlético de Madrid, al salir los jugadores por última vez.
Desde este punto no hubo un minuto de silencio en el Calderón, la afición disfrutó y alentó a su equipo como si hubiera un título en disputa.
Fernando Torres, delantero en el Club Atlético de Madrid de la Primera División de España.
El partido no pudo haber sido mejor para despedir el templo ‘colchonero’, ya que uno de los ‘Niños’ consentidos del Calderón, marcaría un doblete y se despediría de la que fue su casa desde los 10 años, donde marcó 54 goles como profesional.
A los dos goles de Fernando Torres, se sumó uno de Ángel Correa el cual sería el último marcado por el Atleti en este estadio y sellaría la victoria por 3-1 ante el Athletic de Bilbao.
El pitido final trajo momentos en los que las emociones estuvieron a flor de piel. Primero la despedida de un mito en la historia rojiblanca, Tiago Mendes, quien dijo adiós al Atlético de Madrid y al futbol profesional, portando el gafete de capitán.
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Tras la ovación al portugués, el club preparó un homenaje sumamente emotivo en el que se mostraron los 19 títulos conseguidos por el Atleti en el Vicente Calderón.
Junto a cada copa, aparecieron leyendas que fueron partícipes de esos campeonatos, mientras que el césped se pintó de rojiblanco con una bandera monumental.
Finalmente, se coreó una última vez el nombre de Don Luis Aragonés, quien marcó el primer gol en esa cancha aquel 2 de octubre de 1966. No podía ser de otra forma y el último en hablar ante la afición fue el líder de este equipo, Diego Pablo Simeone.
Fiel a su costumbre, sus palabras emocionaron y arrancaron una que otra lágrima, con una frase que resume perfectamente lo que es ser hincha de este club. “Los demás equipos pueden tener más dinero, pueden tener alguna copa más que nosotros, pero nunca podrán igualar el sentimiento que tienen ustedes por este club”.
Luis Aragonés, marcó el primer gol en la cancha del Estadio Vicente Calderón el 2 de octubre de 1966.
La despedida del Estadio Vicente Calderón fue muy triste y muy alegre, en partes iguales. La emoción de haber disfrutado de este templo único del futbol es única, pero el hecho de dejar un lugar que forma parte de la identidad del club es motivo de tristeza.
Al dejar el inmueble, la cara de los aficionados empapada en lágrimas, en especial la de los mayores, te hacía romper en llanto inmediatamente. Sin embargo, el haber llorado en este inmueble le da sentido a esta pasión, tal como dice Joaquín Sabina. “Para entender lo que pasa, hay que haber llorado dentro del Calderón, que es mi casa”.