Desglose
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Zabludovsky y Scherer

17-07-2015 15:55

Tanto a Zabludovsky como a Scherer es imposible regatearles el oficio periodístico. La diferencia entre ambos es, quizás, para qué usaban ese don, esa habilidad. Por muchos años, Zabludovsky fue el emblema del periodismo para proteger al poder, como Scherer, un símbolo del periodismo para incomodarlo.

Una de las cosas que más destacaron quienes les rindieron elogios tras su deceso, fue la bonhomía y don de gente de Jacobo Zabludovsky.

Considerando sus confesas reglas de trabajo, era un verdadero conflicto de interés que Zabludovsky tuviera tantos amigos por todos lados: "no traiciono una amistad por una noticia", presumió públicamente en reiteradas ocasiones.

Julio Scherer, en contraste, se ufanaba de diferenciar ambas cosas. "Este es un asunto que no tiene nada que ver con la amistad. La amistad tiene sus propios caminos", le habría dicho a Héctor Aguilar Camín, cuando aludió a su relación de amigos para que no publicara una historia sobre sus tratos financieros con el expresidente Salinas, según la versión del propio Scherer.

Tanto a Zabludovsky como a Scherer es imposible regatearles el oficio periodístico: la habilidad de narración (hablada en el primer caso, escrita en el segundo), el uso del lenguaje, la búsqueda del detalle, la pregunta provocadora de cierto tipo de respuestas, etc.

La diferencia entre ambos es, quizás, para qué usaban ese don, esa habilidad. Por muchos años, Zabludovsky fue el emblema del periodismo para proteger al poder, como Scherer, un símbolo del periodismo para incomodarlo.

El contraste entre ambos, personajes fundamentales de la escena pública, hace pertinente preguntarse si el periodismo se puede elogiar sólo como oficio, como manufactura pura, sin considerar sus propósitos, intenciones y su desempeño dentro de un marco ético y deontológico.

A Scherer, lo que hacía Zabludovsky le provocaba “desprecio”: “incondicional de los presidentes”, “servil a los proyectos de poder”, “salivosa y permanente adulación”, describía. Si bien no negaba que se hablaba “de su porte, de su elegancia… su fina ironía, su lenguaje impecable, su dicción sin error”. El retrato de “un caballero perfecto al servicio de la dictadura perfecta”, como titularía ahora The Economist.

Zabludovsky, en cambio, no tuvo muchas palabras, públicas al menos, de crítica o encono hacia Scherer. Se guardaba siempre de comentar sobre otros periodistas; otra de sus reglas. Si acaso, Jacobo incluso, caballero, le emitió a Scherer elogios velados: “Sí hay periodistas capaces de rechazar un puesto: José Pagés Llergo, Julio Scherer, Alberto Peniche, tú…” le dijo a Elena Poniatowska cuando le cuestionó en entrevista si algún periodista resistiría el ofrecimiento de un puesto en Presidencia, como el que él había tenido formalmente con López Mateos (e informalmente, diríamos, con muchos más).

A Zabludovsky le faltó, sin duda alguna, una autocrítica más franca y amplia sobre su papel como vocero oficial en la televisión, pero es imposible negar también el esfuerzo que puso en cambiar su imagen, una vez que salió de Televisa y, sin nada que perder, decidió, con un periodismo más libre, reinventarse en la radio, donde ya improvisadamente, tras el temblor 85, había dejado una crónica periodística histórica para el país.

De Scherer, a su vez, hay que admitir que parte importante de su mito e imagen se debió a que él mismo (además de Leñero, desde “Los periodistas”) fue quien contó su propia versión oficial y moldeó cómo quería ser percibido. Supo no sólo construir un exitoso periodismo crítico en épocas donde escaseaba, sino proyectarse como protagonista mismo, para que no quedara duda del esfuerzo y opacara cualquier otro rasgo personal.

Zabludovsky buscó hacerse de amigos en todos los frentes, como para que las relaciones públicas y su culto don de gente le permitieran matizar el recuerdo de su trabajo meramente periodístico. Scherer, en tanto, se esmeró en dejar un legado con su trabajo como para ser siempre recordado así, como el reportero, el periodista.

Con sus notables diferencias, ambos dejaron huella en el país y fueron referentes, símbolos opuestos del periodismo mexicano en el último cuarto del siglo XX y aun a principios del XXI.

Los dos se fueron ya este año. Alcanzaron a ver la era de la Internet, las redes sociales, los memes y el video bajo demanda. Nuevos referentes surgen y surgirán en este nuevo siglo, aunque quién sabe si, como Scherer y Zabludovsky, se mantengan vigentes durante tantos años, o siquiera por más de 15 minutos.

ACERCA DEL AUTOR
Alejandro Navarrete
Periodista mexicano. Analista político y de estrategias y escenarios de comunicación, medios y redes sociales.
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