La lección fiscal de Truss

La lección fiscal fue clara y contundente, y probablemente será tomada en cuenta por otros políticos que crean que se puede incurrir en mayores desequilibrios fiscales sin pagar consecuencias.
24 Octubre, 2022
Econokafka

Liz Truss habrá durado alrededor de 50 días como Primer Ministro del Reino Unido, que en 2022 habrá tenido, por lo menos (no se pueden descartar más sorpresas en noviembre o diciembre) tres personas en ese cargo, aparte de cuatro titulares de Hacienda. Con esas estadísticas, ese país parece una república bananera. Carlos III encargará formalmente a un miembro del Parlamento el formar un gobierno a las pocas semanas de reinado.

 

Rishi Sunak, (casi) Primer Ministro

Quien ahora se perfila para ese encargo es Rishi Sunak. Otra persona que busca ser Primer Ministro es Penny Mordaunt, aunque es improbable que logre el apoyo necesario para competir formalmente por el liderazgo del Partido Conservador (por lo menos 100 parlamentarios). Boris Johnson regresó de unas vacaciones en República Dominicana a Londres con urgencia para considerar si buscaba recuperar el cargo al que renunció hace unos meses. Si lo hubiera conseguido (renunció tras perder el apoyo de su partido debido a una serie de escándalos, incluyendo haber hecho fiestas durante la pandemia) habría sido otra señal del desastre británico. Johnson dijo que no podía unificar a su partido (lo que es cierto) y que por eso declinaba, a pesar de contar con suficiente apoyo para competir (lo que probablemente es falso).

Sunak al parecer será Primer Ministro esta semana que inicia, un regreso extraordinario para quien fue por casi dos años y medio titular de Hacienda con Johnson, y cuya renuncia en parte llevó eventualmente a la de su jefe. Truss lo derrotó cuando buscó sucederlo, pero ahora le tocará en forma por demás inesperada encabezar el gobierno británico.

 

Irresponsabilidad fiscal en grado extremo

Truss ganó a Sunak, entre otros motivos, con su promesa de recortar impuestos en forma importante. Asumió el cargo el 6 de septiembre (poco antes de la muerte de Isabel II). Su Canciller de Hacienda, Kwasi Kwarteng, presentó a finales de ese mes un paquete de cambios fiscales generoso en grado extremo: subsidios masivos para la energía (dado el aumento en los precios del gas natural) y un impresionante recorte de impuestos.

El objetivo era detonar con fuerza el crecimiento económico. Kwarteng lanzó el programa después de despedir de manera fulminante a la cabeza del funcionariado civil en el Ministerio de Hacienda, y sin apoyarse en estimaciones por parte de la Oficina para la Responsabilidad Presupuestal, y sin detallar cómo evitaría que explotase el déficit en las finanzas públicas. Dijo que esos recortes al gasto los anunciaría en unos meses. Esto un ambiente inflacionario no vivido en más de 30 años.

Podría quizá hacerse un paralelo con Ronald Reagan: voy a recortar impuestos, habrá crecimiento, entonces habrá mayores ingresos, y entonces no hay problema. Un círculo virtuoso que realmente nunca se ha cumplido. Rebajar impuestos, quitarle menos dinero a las empresas y personas, puede ser un objetivo muy loable, pero no mostrando una aparente indiferencia ante el boquete fiscal que se está abriendo. Políticamente no ayudó que parte de los recortes de impuestos favorecieran a los más ricos. Fue un desplante de irresponsabilidad fiscal sin precedente.

Si Truss y Kwarteng esperaban aplausos o al menos el beneficio de la duda por parte de los mercados, en cuestión de pocos días tenían la respuesta, con la libra esterlina desplomándose (llegando casi a la paridad con el dólar estadounidense) y las tasas de interés subiendo con fuerza, lo que llevó al Banco de Inglaterra a intervenir con una compra masiva de bonos, para tratar de reducir dichas tasas (con éxito).

Truss regresó de emergencia a Kwarteng, quien estaba asistiendo a las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial en Washington, y le pidió su renuncia el 14 de octubre. Dijo que ella peleaba y no era alguien que renunciara el 19 de octubre, para precisamente hacerlo al día siguiente.

 

Un límite claro de los mercados

Por casi 15 años, muchos gobiernos se acostumbraron a gastar, a aumentar con fuerza sus déficits fiscales. Esto inició con la Crisis Financiera Global, y gastaron con fuerza para rescatar a sistemas financieros en desplome y economías que de otra forma hubieran caído en profunda recesión, aparte de deflación. La pandemia fue enfrentada de la misma forma: inyectando dinero en forma masiva, incluso entregando recursos directo a los ciudadanos. Se logró evitar que las profundas recesiones se convirtieran en depresiones y, de nuevo, la deflación.

Quizá Kwarteng creyó que gozaba del mismo margen de maniobra, y que podía convertir en realidad las promesas de su Primer Ministro, aparte de amiga y aliada política. Las diferencias, sin embargo, eran notables. Por una parte, el recorte impositivo no tenía justificación sólida aparte del deseo (loable) de aumentar el crecimiento. El “recorto ahora impuestos, después les digo qué recortaré del gasto” no fue tampoco algo que se percibiera como serio, y menos sin el apoyo de la Oficina de Responsabilidad Fiscal. Todo esto, además, con una inflación elevada, nada de peligros deflacionarios.

La lección fiscal, o de los límites razonables de la policía económica en las circunstancias, fue clara y contundente, y probablemente será tomada en cuenta por otros políticos que crean que se puede incurrir en mayores desequilibrios fiscales sin pagar consecuencias. Por lo pronto, llevó a que Liz Truss fuese la Primer Ministro con menos tiempo en el cargo en toda la historia del Reino Unido.

Sergio Negrete Cárdenas Sergio Negrete Cárdenas Doctor en Economía por la Universidad de Essex, Reino Unido. Licenciado en Economía por el ITAM. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Profesor-Investigador en el ITESO. Fue funcionario en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en el Gobierno de México.

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