Mezzanine: la reinvención creativa del grupo británico Massive Attack

Massive Attack intentaba huír de su propia gravedad y, en el proceso de lograrlo implotó, dando a luz al fin de lo que podría considerarse como la “trilogía” de Bristol, Mezzanine.
13 Octubre, 2019 Actualizado el 13 de Octubre, a las 18:52
Mezzanine - Massive Attack
Mezzanine - Massive Attack
Arena Pública

Massive Attack fue siempre, en cierta forma, un conjunto de extraños.

Producto de una generación en la que el hip-hop salía del underground y marcados por lo que fue el colectivo artístico de The Wild Bunch, su origen y auge fue inesperado.

En primera instancia se podría apreciar a un trío de seres resonantes a frecuencias distintas, afinados a su propio ritmo y universo, y carentes de dirección. Pese a esto, cuando Robert Del Naja. Daddy G y Andrew “Mushroom” Vowels lanzaron Blue Lines, la escena de la música británica, así como el resto del mundo, se sacudió. Esta primera placa bajo el nombre de Massive Attack se vio definida por la atracción magnética de diversos artistas hacia el proyecto. Mientras Tricky, Shara Nelson, Horace Andy y Neneh Cherry dieron a las canciones presencia al prestar su voz y otorgaron una dirección y un cuerpo a las ideas del trío central.

Este conjunto, bajo el seno del dub-reggae, el hip-hop, un sentido jazz y el funk, tal vez para desgracia de los participantes, estableció el arquetipo del trip-hop. Un sonido vehemente, seductor y, en sí, la alteración adecuada de la suma de sus influencias en un collage meditativo.

Disputas con Shara Nelson y Tricky cambiaron el núcleo del grupo, y aunque éste último colaboró una última vez, la fuerza de atracción que emanaba el colectivo atrajo a nuevas voces e interesados. Con el cambio surgió Protection. Siguiendo el rastro que dejaron en Blue Lines, el álbum es una oda al concepto de un colectivo: elástico, cambiante y producto de una visión común. Las influencias del reggae son mucho más notorias, y elementos de R&B y synthpop se unen a la impredecibilidad del trabajo de Vowels.

A finales de la década y los inicios del nuevo milenio, la ola de artistas que surgieron gracias a Massive Attack comenzaron a variar por su cuenta, resonando con la propia onda expansiva que les inspiró, a la vez que quienes diseñaron el sonido se intentaban separar de él. Álbumes como Dummy y Portishead (de Portishead), aseguraban, dentro de la inquietante voz quebrada de Beth Gibbons y los beats estremecedores de Geo Barrow, la autodestrucción traída de la codependencia, en tanto que Tricky, en la hipnotizante Maxinquaye y su apabullante continuación Pre-Millennium Tension, indagó en el autoanálisis mientras intentaba desechar la marca del trip-hop con que le definían.

Para este punto, Massive Attack intentaba huír de su propia gravedad y, en el proceso de lograrlo implotó, dando a luz al fin de lo que podría considerarse como la “trilogía” de Bristol, Mezzanine. Mezzanine es la carta de bienvenida del grupo al nuevo milenio. Como augurio del nuevo ambiente que le rodearía, la música es maravillosamente claustrofóbica, y hasta cierto punto asfixiante. El espíritu upbeat que alguna vez rodeó a los álbumes anteriores se había ido, y ahora entraban al juego sensaciones más agresivas.

“Angel” abre con una línea de bajo que durante años ha sido repetida, copiada e idolatrada, en una canción que Horace Andy rige con su voz, mientras las guitarras le acercan al post-rock y al metal . Para el momento en que “Risingson” entra, si bien la canción entra en un terreno familiar con el dub y el hip-hop, el ambiente es en extremo tenso al abordar la ansiedad y el aburrimiento dentro de la interacción humana. El espectador sabe que, aunque el núcleo del grupo está compuesto por las mismas personas, el grupo ya no es el mismo.

A fin de cuentas, no se puede ser el mismo grupo, ni se puede tener la misma visión cuando se intenta salir del estigma. Su habilidad multifacética se mantiene y cada pieza se ve hilada por una marcada obscuridad subyacente. Cada canción posee un potencial enorme, las voces, la instrumentación y las composiciones se establecen como himnos de su propia introversión.

 

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“Inertia creeps” denuncia al sexo reducido al encuentro de dos egos famélicos, en el retrato de una relación desgastada, aumentada por los patrones primitivos de las percusiones y la voz rasposa de Del Naja. “Dissolved Girl” sirve como espejo para “Inertia Creeps” al abordar la pasividad desde la voz de Sarah Jay Hawley. Cuando Horace regresa en “Man Next Door”, la tranquilidad de su voz esconde la inestabilidad de un conflicto inminente.

En su creación, Mushroom, 3D y Daddy G trabajaron en momentos distintos en piezas diferentes, en un punto en el que eran insoportables entre ellos. Si Daddy G se presentaba a grabar, Mushroom desaparecía del lugar para hacer cualquier otra cosa, mientras que 3D aprovechaba las mañanas y las noches para evitar toparse con ambos. Esta incomodidad se traduce directamente al álbum, sin necesariamente aislar las piezas. Bien se pueden apreciar canciones conmovedoras como “Teardrop”, donde Liz Fraser de Cocteau Twins presta su fantástica voz para deshacer al escucha, a la vez que en “Group Four” brilla con su porte alienante en una danza que va más allá de un sólo género.

La deconstrucción creativa del grupo para su re-invención tuvo un costo, resumible a la fragmentación grupal e interna de sus integrantes, como la condena de Mushroom por la nueva dirección del grupo. Es, tal vez, gracias a las dificultades de su incepción, que Mezzanine sobresale más allá de cualquier tiempo o momento. Una figura fácilmente identificable y de un valor estético inigualable, es una onda expansiva que además de influir a cientos de bandas contemporáneas y futuras, sirve como una advertencia.

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