La historia económica se repetirá, así somos

Una de las lecciones más importantes del modelo desarrollista en México es que la gestación de distorsiones en la economía es lenta y toman su tiempo en aflorar, pero cuando lo hacen, la explosión es fuerte. Nos volverá a pasar.
7 Marzo, 2024
López Portillo, 1982.
López Portillo, 1982.

Era el primero de septiembre de 1982. El entonces presidente José López Portillo, llorando, rogaba el perdón de los marginados y anunciaba la nacionalización de los bancos y el control de cambios generalizado en el país. “Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”, espetó.

De manera simbólica, esta acción marcó el fin de una época de prosperidad en México. Atrás había quedado una tasa de crecimiento económico que durante treinta años había alcanzado un promedio de poco más de 6% anual (para el periodo de 1950 a 1979), y por la que el modelo económico seguido por el país había ganado la etiqueta en el mundo de “el milagro mexicano”.

Por su parte, el PIB per cápita anual había crecido durante este periodo a un 3% para pasar de 1,055 dólares estadounidenses en 1950 (precios de 1975) a 2,547 dólares para 1980. Al desgastarse y agotarse, este modelo se despidió en 1982 con un déficit público que alcanzó el 16% como proporción del PIB y una deuda externa de cerca de 100 mil millones de dólares americanos (más del 50% del PIB), lo que marcó el inicio de la llamada “década perdida” de los ochenta en la que el crecimiento se redujo a un 1% anual en promedio.

El modelo se había agotado desde fines de la década de los sesenta1. Las críticas a ese modelo desarrollista se dieron desde esos años en la literatura, prominentemente Raymond Vernon, cuyo libro -El Dilema del Desarrollo Económico Mexicano- fue vetado en el Fondo de Cultura Económica (editorial del estado mexicano) por cuestionar el modelo y terminó publicándose en la modesta editorial Diana, cuyo giro era más de publicaciones de autoayuda. Este autor señalaba en su momento que el modelo se había agotado debido a un exceso de “estado” y de distorsión de precios relativos que actuaban en contra de las exportaciones. 

Una de las lecciones más importantes de lo anterior es que la gestación de distorsiones en la economía es lenta y toman su tiempo en aflorar. Pero cuando lo hacen, la explosión es fuerte. El discurso de López Portillo con el que inicié es representativo de una detonación de las contradicciones acumuladas. La consecuencia fue que ante esto la sociedad estuvo de acuerdo en cambiar la estrategia. Ante la imposibilidad de disminuir la pobreza, y la desigualdad y de no retomar la senda de crecimiento por casi 30 años, hubo otro cambio de régimen, la llamada 4T. 

En ésta es necesario señalar que existen políticas públicas cuyos efectos son aparentemente positivos solo en el corto plazo, pero que en el largo plazo podrían mostrar su inviabilidad y eventualmente provocar efectos nocivos para la economía.

Ejemplos son numerosos en el ámbito económico y social. Dentro de los primeros destaca la propuesta del sistema de pensiones lanzada recientemente sin integrarla a una política laboral productiva y sin un estudio de sus efectos de largo plazo, una  malentendida política industrial que no promueve innovación ni incentiva inversión y que arroja ineficiencias, la populachera “democratización” de la ciencia que tendrá en el sector y en la escasa innovación consecuencias muy perversas que aflorarán en el tiempo, la compra o reapertura gubernamental de algunas empresas que debían permanecer en manos privadas o incluso en el limbo, la falta de mantenimiento a la infraestructura existente (desde carreteras, infraestructura hidráulica, hasta el propio metro de la CDMX) que restará competitividad al país, entre otras.

Por el lado social, destaca el deterioro de la educación y la salud, dos elementos clave para el desarrollo del país, en los dos ámbitos, a saber, el económico y el social. Una sociedad con deficiente educación y salud en el largo plazo no crecerá económicamente y, a la vez, no permitirá la movilidad social y perpetuará la pobreza. Las transferencias son elementos complementarios a un eje articulador de formación de capital humano, pero no son sustitutivas y se corre el peligro de que la población desposeída se condene a depender de transferencias. Esta contradicción, si no se corrige, emergerá con el paso de los años.

Será entonces que en un futuro la o el presidente en turno, llorará y volverá a pedir perdón de nueva cuenta a los marginados. Y llegará entonces un nuevo régimen, tal vez del otro lado del péndulo, i.e. que se irá al otro extremo, sin tampoco solucionar los problemas. Así ha sido la historia económica mexicana de los últimos 100 años; no veo que vaya a cambiar.


[1] Ver Fausto Hernández (2024) “El crecimiento económico bajo el Estado desarrollista: Una nueva visita mexicana” Mimeo. También ver Fausto Hernández Trillo (2020) El Dilema del Desarrollo Económico de México ¿Persiste? En Soledad Loaeza y Graciela Márquez (Coordinadoras) Raymond Vernon: Los Dilemas de entonces y de ahora del desarrollo económico mexicano. El Colegio de México. 

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".