AMLO vs. el aspiracionismo

En el caso de lo de la Línea del Metro, los más afectados, Iztapalapa, Tlahuat (sic), gente humilde, trabajadora, buena, entiende de que estas cosas desgraciadamente suceden. De ahí, no impacta, política, electoralmente. Sin embargo, en las colonias de clase media, media alta, ahí sí. Aquí la gente fue víctima de un manejo informativo perverso, tendencioso, calumnioso, inmoral, además tóxico.
- Mañanera, 8 de junio
… integrante de clase media-media, media alta, incluso con licenciatura, con maestría, con doctorado, no está muy difícil de convencer. Es el lector del Reforma. Eso es para decirle: siga usted su camino, va usted muy bien. Porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante. Muy egoísta. Ah, eso sí, van a la iglesia todos los domingos, o a los templos, y confiesan y comulgan, para dejar el marcador en cero. Y luego el (siguiente) domingo, de nuevo, lo mismo.
- Mañanera, 12 de junio
… hay un sector de la clase media que siempre ha sido así: muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba, y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos de ninguna índole. Es increíble como apoyan a gobiernos corruptos… leen el Reforma.
- Mañanera, 14 de junio
El idealizador de la pobreza
Es la exaltación del pobre y su pobreza. Hay algo muy diferente, loable, en esas decenas de millones en la estrechez económica o hasta en la miseria. Quizá no hay un político que haya confrontado tanto la pobreza cara a cara como López Obrador, desde su natal Tabasco hasta su trabajo como encargado del Instituto Nacional Indigenista en su estado (durante el gobierno de López Portillo). Por supuesto, además los 14 años de candidato presidencial, llegando a los lugares más recónditos y pobres del país.
Pero miró sin ver, oyó sin escuchar y leyó sin aprender. Mirar la miseria no le impulsó a reducirla por medio de las acciones gubernamentales, sino a admirarla como algo positivo, idealizarla y exaltarla (como hace cotidianamente), y por ello a preservarla como algo valioso. Porque el pobre está en una especie de Nirvana del que no desea salir, puesto que entiende la banalidad de la riqueza. No aspira a dañar al prójimo, a la colectividad, con ambiciones individualistas. Son personas sencillas que no albergan odio y entienden, por ejemplo, que el colapso del Metro que mató a 27 personas son cosas que pasan. Tan lo comprenden que por eso siguen votando por aquellos que se preocupan por ellos: López Obrador y Morena.
Son los aspiracionistas los que albergan resentimiento, los que suben pisando sobre los demás, sin detenerse en pensar el daño que causan. Carecen de la firmeza de convicciones del pobre, y en cambio son fácilmente manipulables por esos grupos a los que aspiran pertenecer. Son esos clasemedieros los que dejaron de apoyar a Morena por lo del Metro y otras cuestiones semejantes, y por ende el tremendo retroceso electoral en la joya de la corona de Morena: la Ciudad de México.
El igualador de resultados
Las recientes palabras obradoristas en diversas mañaneras permiten entender con mucha mayor nitidez el pensamiento y acción de AMLO. Lo que busca no es que millones dejen atrás la pobreza, sino que se afiancen en ella mientras reciben una ayuda del gobierno, pequeña pero que implique atadura y agradecimiento. Una ayuda que dignifique esa condición, pero que no busca que se deje atrás.
Lo de las “100 universidades” ahora queda claro: se trata de que los pobres obtengan un título, un papel que añada a su dignidad, no un escalón para ascender. Por ello la calidad educativa es irrelevante, sea en la primaria (y por eso no importa entregarla a la CNTE) o en la universidad. AMLO no ve la educación como una cuestión meritocrática, sino igualadora social entre clases.
Es profundamente alérgico, como ya se sabe, a la meritocracia (sobre todo aquella emanada del ITAM). No busca un suelo parejo para que los pobres tengan oportunidades similares a las que gozan otros más privilegiados, sino igualarlos, al menos sobre el papel, en los resultados (como sería un país lleno de licenciados). El ideal para ello sería acabar con los privilegios y dejar a todos en una potencial mediocridad, derribar la escalera por la que suben esos aspiracionistas que detesta, pero es algo que AMLO no tiene el poder de hacer.
Pero sí tiene el poder de no ayudar a los que menos tienen. Pero ahora es más claro por qué no lo ha hecho en 30 meses de gobierno, y que no lo hará en lo que resta del sexenio.
