AMLO, el destapador

Muchas acciones son diferentes (históricas, diría el interesado) con Andrés Manuel López Obrador. El destape de su candidato(a) es peculiar, por decir lo menos. Lo primero es que regresa el dedazo que prevaleció entre los Presidentes del priato entre Lázaro Cárdenas en 1940 y Enrique Peña Nieto en 2018, con la destacada excepción de Ernesto Zedillo.
Un dedazo mal disfrazado, o más bien ni siquiera disimulado más que de palabra. Como en otros aspectos del actuar de AMLO, destacan hipocresía y cinismo. Se ha cansado de afirmar que no tendrá intervención alguna en la selección del candidato. Y lo sigue diciendo, en tanto abiertamente en público lleva el proceso. En cena con las corcholatas, ya estableció hasta premios de consolación para los tres perdedores, y por supuesto lo hizo públicamente.
A reelegirse, indirectamente
En un mundo ideal para su persona, lo más probable es que López Obrador quisiera reelegirse. Durante su primer año de gobierno en numerosas ocasiones remachó una y otra vez que un sexenio no era tiempo suficiente para la transformación que ambicionaba para México. Una y otra vez, no se cansó de repetir que no buscaría la reelección.
El 25 de julio de ese año, de hecho, tuvo lugar en la mañanera correspondiente una ceremonia singular. Ante notario público convocado para la ocasión, firmó solemnemente su compromiso de no reelegirse. Lo hacía, dijo, porque los conservadores lo acusaban de querer hacerlo. Que la Constitución lo prohibiera expresa y claramente al parecer no era suficiente.
La elección federal de 2021, en la que esperaba arrasar, y el “ratificatorio” de 2022, en que igual deseaba una oleada popular en apoyo al “Que siga AMLO”, fueron los últimos dos clavos en el ataúd reeleccionista del tabasqueño. En la primera perdió votos y en la segunda lo que arrasó fue la abstención. Lo único que le queda es tratar de reelegirse por medio de una tercera persona, aquella de la que pueda esperar al menos tres cosas:
* La “continuación” de la Cuarta Transformación para consolidar el lugar en la historia que, cree, merecen su persona y gobierno (en ese orden).
* El mantenimiento de cierto poder, ejercido desde su hacienda o donde se encuentre.
* Protección para su persona y los suyos, su familia cercana en primer lugar, de cualquier investigación sobre su riqueza acumulada, así como de aquellas que puedan aflorar en Estados Unidos sobre ligas con el crimen organizado.
Un historiador que no aprende
¿Puede esperar realistamente las tres cosas? El tabasqueño se cree un profundo conocedor de la historia de México, y además fue miembro del PRI por más de una década. Era para que supiera que el Presidente se sacude la influencia del anterior, incluso con rapidez. Hasta Salinas de Gortari, se buscaba un acomodo para el antecesor, fuese en una embajada (Díaz Ordaz en España, Echeverría ante la UNESCO y, cuando hubo que alejarlo más, Australia y las Islas Fiji) o en un cómodo cargo oficial que diera presupuesto y espacio de trabajo (Miguel Alemán estuvo al frente del Consejo Nacional de Turismo; Miguel de la Madrid del Fondo de Cultura Económica). Desde el duro enfrentamiento Salinas-Zedillo, eso quedó en el olvido.
El Presidente relativamente reciente que más trató de perpetuar su poder fue Luis Echeverría, primero que nada dejando en su lugar a cercanísimo amigo de juventud. Esto aparte de colocar sus alfiles en distintos cargos alrededor de José López Portillo. Este no tardó en mandarlos de embajadores (a Muñoz Ledo a la ONU, a Augusto Gómez Villanueva a Italia), junto con el propio Echeverría. López Portillo no quería indignidad pública para su amigo, simplemente no estaba dispuesto a compartir el poder que este le había heredado. Agradecido era, pero no abyecto o pusilánime, características que necesita AMLO en el sucesor que desea.
Ciertamente, López Obrador puede encontrar a alguien abyecto como Plutarco Elías Calles lo hizo con Pascual Ortiz Rubio (el primer Presidente del priato), y establecer un Maximato desde su hacienda en el trópico. En esos tiempos apareció un letrero cerca del Castillo de Chapultepec: “Aquí vive el Presidente, el que manda vive enfrente” (Calles tenía su casa en la Colonia Anzures). En ese caso el letrero correspondiente para el siguiente sexenio estaría en Palacio Nacional: “Aquí vive el (o la) Presidente, el que manda está en Palenque”.
Por supuesto, previamente se necesitaría una nueva victoria de Morena en la elección presidencial de 2024 por sobre una oposición que en buena parte estará unida. Ya habiendo impuesto al candidato, el paso siguiente para AMLO será tratar de lograr esa victoria, como en las épocas del priato: a la buena o a la mala.
