2021

La posible excepción a un futuro sombrío es la realización de una reforma fiscal, que ahora no sólo luce como necesaria, sino urgente, pero cuyo costo político ha subido notoriamente.
29 Diciembre, 2020

El primero de enero de 2020 escribía en este espacio:

“2020 será la confirmación de los sinsabores en materia económica y social de la administración del presidente López Obrador.

Atrás habrá quedado el beneficio de la duda que suele acompañar a los gobiernos entrantes y en su lugar estará la inclemencia del desencanto. No todo será medianía, pero a cada ventaja le corresponderá un inconveniente semejante que exigirá una pericia de gobierno que hasta ahora no se ha mostrado. Se avecina la certeza de tiempos aún más difíciles.”

La pandemia y sus consecuencias dejaron corta esta apreciación. El presente gobierno fue sorprendido con la promesa incumplida de fortalecer el presupuesto del sistema de salud con 1 punto del PIB. El manejo del COVID-19, sin mensajes claros, pruebas extendidas ni apoyos de emergencia, se tradujo en más de 120 mil muertes oficiales, cifra doblemente catastrófica. El manejo de la economía, obsesionado con la austeridad y alejado de los más afectados por la crisis, terminó arrojando más de 10 millones de personas a la pobreza.

En 2021, la economía trastabillante y la política social anodina darán paso a una penosa y lenta recuperación, con dividendos políticos de corto plazo, pero pérdidas de bienestar duraderas que afectarán a las siguientes generaciones. El nuevo año será una lucha continua por alcanzar los niveles de ingreso y bienestar de 2019, con pocas esperanzas de lograrlo, mientras las transferencias en efectivo y la campaña de vacunación darán un último empujón político al presente régimen.

2021 puede ser el año donde la economía ascienda lentamente, sin que su apogeo alcance los niveles de actividad del inicio del sexenio, y la popularidad política del presidente aumente ligeramente, para que esta última inicie su definitivo declive. Lo primero le deberá mucho a la conservadora política económica que no ha compensado los estragos de la pandemia ni ha corregido el adverso clima para la inversión privada que existía antes de ella. Lo segundo será la cosecha del récord de muertes y pobreza insuficientemente compensadas después del periodo electoral.

La posible fortaleza que esta administración pudo haber tenido, su esfuerzo por redistribuir, se debilitará. Se agotará el efecto limitado de los aumentos salariales. La recuperación externa será difícil de capitalizar en lo doméstico y la estrategia interna enfrentará mayores obstáculos para crecer. La falta de apoyos oportunos a los más afectados y de inversión privada acentuará la concentración de oportunidades en unos cuantos.

La transitoria fortaleza política de Morena ante una oposición aún poco sustancial y articulada, luce propicia para la construcción de los grandes y vanos símbolos que le gustan al régimen, pero incapaz de generar crecimiento ni recursos para un mayor bienestar.

La posible excepción a este sombrío futuro es la realización de una reforma fiscal, que ahora no sólo luce como necesaria, sino urgente, pero cuyo costo político ha subido notoriamente al no haberse concretado en tiempos de vacas no tan flacas.

Por lo anterior, mi conclusión de hace un año se fortalece para el 2021:

“Sin una reforma fiscal, cuyo propósito central está aún por definirse… [se]… completará la lista de oportunidades perdidas.”

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.

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