Error dejar que Ómicron avance sin plan de respuesta: Expertos

En las últimas 24 horas se registró una nueva cifra récord de 2.6 millones de casos, según la OMS; un récord que casi triplica la cifra de abril de 2021 con el auge de la variante delta.
8 Enero, 2022 Actualizado el 8 de Marzo, a las 20:52
Ómicron es considerada la variante más infecciosa de todas las mutaciones de riesgo para la COVID-19 (Foto: Pixabay)
Ómicron es considerada la variante más infecciosa de todas las mutaciones de riesgo para la COVID-19 (Foto: Pixabay)
Arena Pública

El peligro sanitario y económico de la variante Ómicron para México no debe subestimarse, mucho menos adoptarse una política de la inacción.

“Nunca se va a ir ese miedo de que una super-variante [de la COVID-19] emerja, que evite la inmunidad por vacunas y resista los tratamientos, y tengamos que volver a hacer un encierro”, apunta David Castelo, médico especialista en medicina interna e infectología y un experto en terapias frente al Covid.

Por ello, si bien Castelo está de acuerdo que en México no son necesarias medidas de control sanitario tan radicales como las que se establecieron a inicios de 2020, también asegura que no se deberían suspender las “medidas básicas” de protección.

Lo anterior se da en un contexto en el que la pandemia de COVID-19 está entrando a una nueva fase de contagio masivo, con decenas de miles de nuevos registros diarios de pacientes que están contrayendo la enfermedad.

Según estadísticas oficiales, los casos de infecciones conocidos en las últimas 24 horas superaron los 28 mil al final del viernes siete de enero, con 168 defunciones reportadas. Con estos datos, se han acumulado más de 4 millones de contagios y se superó las 300 defunciones desde que inició la pandemia en México en 2020. Sin embargo, las escasas pruebas que realiza el sector salud en el país hacen tomar con reservas los resultados reales de contagios.

A pesar de esta nueva ola de infecciones las autoridades no han tomado acciones determinantes para controlar esta nueva etapa de la pandemia, probablemente impulsada por la variante Ómicron, ni los impactos que pudiera tener más allá del entorno de salud. Este viernes se informó que 19 estados de la República estarán en semáforo verde (de bajo riesgo) hasta el 23 de enero; mientras que 10 se encuentran en amarillo (riesgo moderado); y tres -Baja California Sur, Chihuahua y Tamaulipas- en naranja (alto riesgo). Ninguna entidad se encuentra en rojo (máximo riesgo).

El gobierno federal ha insistido en que esta nueva variante no reviste peligro y aduce la baja ocupación de camas en los hospitales que, oficialmente, es de 19% a nivel nacional. De acuerdo con los datos del Sistema de Información de la Red IRAG (SSA, UNAM) al viernes 7, la ocupación de camas en Chihuahua alcanzó 54.7%; Aguascalientes, 52.1%, Ciudad de México, 41.7%; Zacatecas, 41.7%; Durango, 39.2%; Coahuila, 39.0%; Baja California, 38.9%; y Baja California Sur, 34.1%. Hospitales como el Centro Médico La Raza IMSS y el Hospital de Especialidades Belisario Domínguez SSA, se encuentran al 100% de ocupación.

El presidente López Obrador dijo este viernes en su conferencia matutina que Ómnicron "no tiene el peligro de otras variantes" y adujo que la mortalidad es baja. Por el contrario, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, alertó este mismo viernes que la nueva variante no debe considerarse como un asunto leve.

De acuerdo a la OMS, en las últimas 24 horas se registró una nueva cifra récord de 2.6 millones de casos, un récord que casi triplica la cifra de abril de 2021 con el auge de la variante delta. Europa confirmó 1.2 millones de casos en las últimas 24 horas y América 1.1 millones de casos, principalmente en Estados Unidos, el vecino del norte.

“Para poder empezar a hablar de impactos, desde el sector público se debería aceptar que existe una cuarta ola [de COVID-19]”, señala Victorino Morales Dávila, profesor de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey (ITESM). Pero agrega que “desafortunadamente las autoridades de Gobierno no la han declarado. Estamos frente a una política pública cero para contrarrestar el impacto de la pandemia”.

Desde el punto de vista médico y sanitario, los argumentos recurrentes de las autoridades federales han sido que la variante Ómicron se caracteriza por provocar una enfermedad más leve en los pacientes, por lo que no se espera que haya un alto nivel de hospitalización ni saturación de instalaciones médicas; por lo que tampoco se amerita la implementación de medidas de contención más activas.

Sin embargo Castelo defiende que el problema es, en el fondo, mucho más complejo. “No todas las personas tienen una buena respuesta a la vacuna en cuestión de inmunidad […]. Es también proteger a estas poblaciones especiales […] que a pesar de la vacuna no van a lograr defensas adecuadas [contra la COVID-19 o contra Ómicron]. Y estamos en una fase en la cual todavía no tenemos tratamientos antivirales directos”.

Tampoco es solo que una adopción de medidas de protección generalizada, liderada por el gobierno, permitirá proteger a los pacientes más vulnerables. Mantener un plan de respuesta frente a Ómicron también es necesario para evitar el surgimiento de mutaciones más agresivas  o difíciles de controlar.

Desde mediados del año pasado, oficiales sanitarios en Estados Unidos advertían que la circulación de COVID-19 entre personas no-vacunadas podría llevar al surgimiento de mutaciones más agresivas que Ómicron. Y de acuerdo con Castelo, incluso si el virus no evoluciona para hacer más daño a los pacientes, bien podría continuar cambiando para ser más persistente.

“Como aún mantiene algo de actividad la vacuna original, digamos que estamos en territorio seguro. [Pero] todavía estamos usando vacunas de hace dos años y no sabemos cuándo el virus podría cambiar a una variante en la que estas vacunas no sean efectivas totalmente”, señala. Y es justamente por estos riesgos que, aunque tal vez no sea crucial una respuesta tan dura como a inicios del 2020, sí es necesario mantener la vigilancia sanitaria, advierte el especialista.

Ante la ausencia de políticas... el sector privado

La carga de la enfermedad aún tiene impactos considerables en la economía que no se pueden pasar por alto, dice Morales Dávila, a pesar de que la actual variante dominante de la COVID-19 es más benigna con los pacientes.

“Es evidente que una población enferma es poco productiva. [Las personas que se contagian] no deberían tener relación con otros, deberían aislarse para evitar contagios. Y muchas de ellas no tienen la facilidad del trabajo en casa. ¿Y qué pasa si el Gobierno se queda ciego  ante la posibilidad de tener una población enferma, no productiva? Pues sigue cayendo la actividad económica. Aunque no es mortal la enfermedad […], hay una pérdida invariable de la productividad”, afirma el doctor en Ciencias Sociales.

Los efectos de la pandemia en la economía de México son paradójicos, pues otra de las grandes razones del gobierno federal para no implementar medidas sanitarias más duras de contención, ha sido justamente la reticencia a volver a cerrar la economía.

Aún así, el catedrático del ITESM asegura que la peor decisión es no hacer nada para mantener la variante Ómicron bajo control. “Se está actuando en una crisis como si fuera una normalidad. En política pública, no se puede actuar durante una crisis como normalmente se hace. La capacidad de respuesta debe ser inmediata y hay que proponer medidas y soluciones que tal vez jamás se pensaron antes, porque es una crisis y se debe salir cuanto antes”, asegura.

En este entorno Morales Dávila plantea que “se debe hacer un llamado al sector privado y la sociedad civil para generar una estrategia, un plan de acción, para lograr de alguna manera reactivar a las empresas […]. El sector privado debe intervenir como actor que propone [...] las posibles líneas a seguir”.

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