El golpe que viene

La economía creció 0.16% en el primer trimestre, según la estimación que publicó ayer Inegi, a contracorriente de la contracción trimestral esperada por los economistas en la encuesta del Banco de México.
Sin duda fue una sorpresa. No lo fue por el comportamiento de las actividades industriales, ni de los servicios, ya que ambas cayeron en el primer trimestre. Y las dos representan más del 96% de la economía.
La economía libró la contracción trimestral por la producción agrícola que se repuso del mal clima que enfrentó en los trimestres anteriores, dando un brinco espectacular que, a pesar de solo representar el 3.3% de la economía, logró arrastrarla a terreno positivo. Fue un trimestre salvado por el clima.
Pero no solo influyó ese evento temporal. También fueron las mayores compras estadounidenses que se anticiparon a los aranceles de Trump y que hizo saltar 10.0% anual las exportaciones manufactureras mexicanas en marzo, mientras que las exportaciones manufactureras no automotrices crecieron 12.1%. Solo las exportaciones automotrices crecieron más de mil 200 millones de dólares entre febrero y marzo, un 8.0%.
El asunto es que ambos factores son temporales; es decir, no son sostenibles hacia delante. Más bien, las tendencias que marcan la industria y los servicios son de contracción. Para la industria fue su segundo trimestre consecutivo de caída, después de un estancamiento a lo largo de 2024. Mientras que el crecimiento de los servicios -el sector de mayor peso en la economía- se viene deteriorando desde el cuarto trimestre de 2022 a tasa anual; y en los últimos tres trimestres su crecimiento trimestral fue claramente a la baja: de 0.95%, a 0.20%, y al estimado de -0.02% para enero-marzo de 2025.
Lo que viene hacia delante es contracción. El golpe que propinó la errática política comercial de Trump imponiendo aranceles a las exportaciones mexicanas tendrá su mayor impacto económico a partir de abril, a través de las extensas cadenas de suministro. Ya el empleo formal venía desacelerándose de manera importante, a la vez que las tasas de ocupación en el sector informal se han acrecentado.
Lo malo es que ésta situación empeorará con una incertidumbre externa que no disminuirá en el corto plazo, más bien amenaza con extenderse y profundizarse el resto del año debido a una difícil renegociación de lo que queda del T-MEC, porque ya Trump se encargó de destruirlo desde dentro.
Pues bien, el deterioro del mercado laboral, junto con el freno en el crecimiento de las remesas, tendrán efectos negativos sobre la masa salarial y el consumo, que representa alrededor del 70% del PIB y que viene cayendo mes tras mes desde diciembre.
Se pensaría que ante un escenario así, la política fiscal tendría que dar la batalla, no solo a través de los programas sociales, sino también del despliegue de mayor gasto público en infraestructura, vivienda o de amplios programas de educación y de salud, entre otros. Pero el gobierno está limitado, no solo por el irracional gasto ejercido el año pasado que elevó el desequilibrio de las finanzas públicas y que ahora le obligan ¡a contraer el gasto!; sino también por ideas políticas autoimpuestas que le limitan contrarrestar parcialmente el shock económico que viene, impulsando la economía en 2026.
Aún no sabemos si el 22 de mayo, cuando INEGI publique las cifras preliminares sobre el crecimiento de la economía al primer trimestre, se confirmarán los datos estimados que ayer se publicaron. Pero, de cualquier manera, desde finales de 2022 la economía mexicana viene desacelerándose y en los últimos seis meses se ha estancado. Ahora, la contracción parece inevitable.
*Esta columna se publica simultáneamente en diversos diarios del país de Organización Editorial Mexicana, OEM.
