El cáncer de la economía mexicana

La erosión institucional que vive México no solo encarece y amplifica los riesgos, también corroe las expectativas, la política económica se vuelve subsidiaria de relaciones de poder y los instrumentos macro pierden eficacia.
12 Agosto, 2025
Conferencia en Palacio Nacional.
Conferencia en Palacio Nacional.
El Observador

El problema económico más preocupante que enfrenta México no se encuentra en las cifras del PIB, ni en el empleo, ni siquiera en las finanzas públicas. Es el grave deterioro de las instituciones, el acelerado desgaste de sus contrapesos y la concentración del poder, lo que terminará por destruir la competitividad y el bienestar colectivo.

Transparencia y confianza pública no son adornos: son insumos productivos. En 2024, México obtuvo su peor calificación histórica en el Índice de Percepción de la Corrupción: apenas 26 puntos sobre 100, descendiendo 14 posiciones hasta el lugar 140 de 180 países evaluados. Esta puntuación lo posiciona como el peor dentro de los 38 países de la OCDE, solo por encima de Rusia en el G20, y apenas por delante de países como Guatemala, Haití, Nicaragua y Venezuela en América Latina.

A pesar del reiterado discurso gubernamental de honestidad, la percepción pública es la de más corrupción y menor transparencia. Esa erosión abre puertas al favoritismo y a la captura regulatoria: reglas que se aplican según conveniencia y no por principio.

La percepción no es superficial: refleja un sistema donde la impunidad y la opacidad se arraigan y se institucionalizan. Transparencia Internacional apunta a la fragilidad del Poder Judicial como factor central, señalando que los casos emblemáticos como Odebrecht o la Estafa Maestra languidecen sin sanción, mientras que la lista crece con casos como los de Segalmex, o la opacidad oficial en los grandes proyectos de infraestructura de los últimos años.

Pero el daño va más allá. Cuando los débiles pesos y contrapesos en lugar de fortalecerse se socavan, los centros de poder económico se consolidan y se reproducen. La casi extinta Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) ha documentado fusiones y concentraciones relevantes, investigando a gigantes locales que llegan a controlar mercados clave, encareciendo bienes esenciales y reduciendo la competencia. Cuando el mercado se administra por afinidades, la competencia deja de ser la regla.

No es retórica: La erosión institucional no sólo encarece: amplifica los riesgos y corroe las expectativas. Cuando las reglas se vuelven arbitrarias, las inversiones productivas huyen o queda atrapadas en proyectos ligados al poder; la innovación se frena porque el mercado no recompensa competir; la recaudación se erosiona y los recursos públicos terminan dirigidos más por afinidades que por eficiencia. El resultado: crecimiento anémico, desigualdad persistente y una economía que funciona para pocos.

En ese escenario, la política económica se vuelve subsidiaria de relaciones de poder, y los instrumentos macro (estímulos, ajustes fiscales) pierden eficacia si no van acompañados de democracia institucional.

Por eso, las respuestas al problema de fondo que enfrenta la economía en el sexenio no se encuentran en la secretaría de Hacienda, sino en la Presidencia. No es de habilidades, creatividad o sapiencia económica, sino de intereses políticos. Cuando las instituciones fallan, la política económica ya no es una herramienta al servicio del bien común, sino del poder. Inversiones públicas mal dirigidas, contratos opacos, justicia selectiva: todas esas distorsiones son manifestaciones del mismo núcleo podrido.

La verdadera política económica sería recuperar las instituciones: fortalecer los tribunales, recuperar la autonomía de los reguladores, garantizar la transparencia y sancionar a los corruptos. No hay otra manera de devolver credibilidad y competitividad a la economía mexicana. Es democracia que produce. Pero me temo, que vamos en sentido contrario.

Samuel García Samuel García Editor y economista. Fundador y director de Arena Pública. Fundó y dirigió El Semanario de Negocios y Economía. Fue director editorial de Negocios del Grupo Reforma y 'El Universal'. Director fundador de 'Infosel'. Fue profesor de la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos del CIDE y del Diplomado en Periodismo Económico de la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Máster en Periodismo Digital. Columnista, comentarista y consultor para diversos medios en México.