Cómo luce el futuro de Pemex luego de la transición petrolera
En unos años, es casi seguro que el negocio de Petróleos Mexicanos (Pemex) será inviable si se mantiene su actual configuración.
Un estudio reciente de la firma de consultoría IHS Markit sugiere que la demanda global de crudo refinado crecerá entre 2021 y 2036 en casi nueve millones de barriles diarios (MBD), cuando alcanzaría su pico histórico por arriba de los 90 MBD. Después, empezará a reducirse la demanda de crudo refinado al punto que, en 2050, la demanda global estaría por debajo de los niveles registrados en 2019; en aproximadamente 85.5 MBD.
Este cambio se explicaría por una reconfiguración de la demanda global de petróleo. De acuerdo con la Universidad de Wisconsin – Stevens Point, hoy en día el 76% promedio de un barril de crudo se destina a la producción de gasolina, diésel y otros combustibles pensados para la quema. Sin embargo, la transición energética global eliminaría mucho de esta demanda.
La firma de consultoría Rystad publicó que, para 2050, la popularización de los vehículos eléctricos (EVs) podría cortar a la mitad la demanda de crudo refinado como combustible para transporte. Por su lado, analistas de Bank of America estimaron que para ese mismo año, el hidrógeno se quedaría con otro 25% de la demanda de gasolinas y diésel.
En solo un par de décadas, la demanda de crudo a escala global estaría impulsada por la producción de plásticos y otros procesos petroquímicos. En datos recopilados por Statista, entre 2019 y 2050 más que se duplicaría la demanda global de petróleo ligada a petroquímicos. Y desde 2018, la Agencia Internacional de Energía (IEA) advertía que la mitad de las compras de crudo en todo el mundo estarían motivadas por esta industria.
En este contexto, apunta Severo López Mestre, especialista en energía, esta transición en el mercado petrolero “te pone a pensar en cuáles son las apuestas de México y su ejercicio presupuestal […]. La perspectiva es eliminar el uso de hidrocarburos para combustión interna, sin duda […]. Aquí el tema que debemos de pensar es cómo se está parando México en esta plataforma”.
Y es que, a su parecer, aunque en teoría es posible que Pemex pueda reconfigurar su negocio para enfocarse a la producción de crudo para la industria petroquímica, “es necesario un ejercicio de apertura y creatividad estratégica. Y esta creatividad estratégica le cuesta mucho a todas las empresas gubernamentales”.
Pemex en la transición petrolera
Este cambio de dirección en el mercado de crudo es una realidad que varios agentes privados ya están considerando en sus estrategias de negocio. En sus resultados al segundo trimestre del 2021, ExxonMobil reportó ingresos récord para su unidad petroquímica. Además, varias compañías de China anunciaron recientemente una inversión de 15,000 millones de dólares (MD) en Pakistán enfocadas a este segmento.
Sin ir más lejos, en la compra de la refinería de Deer Park por parte de Pemex, Shell dejó en claro desde un inicio que continuaría operando la instalación petroquímica en la zona, una muestra de su apuesta por la producción de plásticos y derivados del petróleo, lejos del segmento combustibles.
Ante este escenario, analistas y académicos advierten que Pemex está muy mal preparado para afrontar esta transición en la demanda petrolera. De acuerdo con Luis Serra, director ejecutivo de la Iniciativa de Energía del Tecnológico de Monterrey (ITESM), la paraestatal le dedica mucho tiempo y recursos a líneas de negocio costosas que no le dejan buenos rendimientos.
A la vez, señala el experto, no tiene la estructura para transitar a la producción de petrolíferos más refinados y valiosos, como el gas natural. En este sentido, Serra reafirma que lo que le queda a Pemex es crear una estrategia nacional, renovarse como una compañía de energía e incluso crear nuevas subsidiarias que se encarguen de líneas de negocio más prometedoras a futuro. Pero, apunta, “con su configuración actual, la gobernanza corporativa que tiene, es imposible que pueda hacerlo”.
El problema es que no tiene mucho tiempo para hacer este cambio de dirección y, además, está arrastrando el tema de su deuda, cuyos vencimientos (combinados con el manejo financiero de la paraestatal y el respaldo incondicional del Gobierno federal) se están convirtiendo lentamente en una bomba de tiempo para la sostenibilidad de la petrolera estatal mexicana.
Además, apunta Gonzalo Monroy, director ejecutivo de la firma de consultoría GMEC, la transición energética y petrolera está a la vuelta de la esquina, no solo a escala global sino dentro de México, el mayor mercado de Pemex.
Señala que “ya no hay que esperar hasta 2050 para la transición energética, como estamos hablando. La vamos a ver palpable, de primera mano, en 2035 […]. Ahí será cuando todo lo que está haciendo Pemex, y también México, será puesto bajo lupa”.
Y es que, según Gonzalo Monroy, a medida que cambie la demanda de petróleo en México y el mundo, las inversiones petroleras de Peme -en especial las más nuevas- irán perdiendo valor. Si la transición del mercado es más rápida de lo que la paraestatal estima, señala Monroy, esto puede llevar a que ciertos pozos petroleros en los que se invirtieron cifras multimillonarias en años recientes se queden sin explotar; afectando aún más su rentabilidad.
Pemex como exportadora global
Tal vez la paraestatal mexicana podría ganar tiempo y postergar la urgencia de reconfigurar su negocio hacia otros segmentos de la industria petrolera si pudiera enfocar sus esfuerzos en los mercados que sí van a seguir aumentando su demanda de crudo para combustión en los próximos años.
De acuerdo con la IEA, se espera que las economías emergentes (entre ellas Brasil, China, India, potencialmente Sudáfrica y otras naciones del sudeste asiático) impulsen la demanda de petróleo en el futuro. En el caso específico de China, por ejemplo, cifras recopiladas por Statista sugieren que la demanda de este tipo de combustibles en el país continuará al alza al menos hasta 2040.
Sin embargo, tampoco se percibe que Pemex pueda convertirse en un buen exportador. De acuerdo con Paul Sánchez, profesor de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del ITESM, la paraestatal no solo no tiene la capacidad de vender suficiente crudo al exterior como para compararse con países exportadores de la talla de Arabia Saudita y Estados Unidos.
Tampoco podrá competir en un mercado de precios a la baja. Sánchez dice que las proyecciones de caída en la demanda de petróleo en las próximas décadas llevarán los precios del crudo a la baja. Esto, dice, provocará que Pemex quede fuera de la competencia internacional porque “son muy pocos países los que pueden soportar una demanda internacional a un precio por debajo de 40 dólares por barril. Hablamos de Arabia, Rusia, tal vez otros países de la región. Pero Brasil, Canadá, México no pueden mantener ese ritmo”.