¿Quo Vadis México?

El sistema económico que, con variantes, rige al mundo occidental está en profunda revisión. Como he comentado aquí en otras entregas, el modelo infortunadamente fue dejando atrás a una parte importante de la población. Y en países donde no se cuenta con amortiguadores sociales eso pegó más fuerte, como es el caso de los Estados Unidos, nación que ha visto incrementado el índice de pobreza, el de adicciones a las drogas y, peor aún, el de la tasa de suicidios.
Los países europeos, por su parte, con todo y sus amortiguadores sociales, han experimentado un aumento en migración, población que no se beneficia de esas redes de protección social. Las protestas, varias con violencia, han sido recurrentes. La economía no ha podido absorber ese excedente de mano de obra. Deben reconocer el fenómeno y trabajar para dar cabida social a esa población.
Por otro lado, la automatización ha estado modificando la estructura laboral. Acá solo las personas con alto nivel de educación son las que menos han sufrido, mientras que aquéllos con un nivel bajo son los que la resienten en mucho mayor medida.
¿Qué hacer? Los pensadores del mundo se debaten. No obstante, una mayoría coinciden en que este modelo se agotó. La respuesta debiera ser un capitalismo más humano. Deidre McCloskey, tal vez la pensadora liberal viviente más prestigiada del orbe, ha hecho un llamado a una economía basada en el ser humano (humanomics)[1]. No confundirse, afirma, con abolir la economía de mercado. Se trata de “imaginar” las enfermedades del sistema, las que en su opinión no han sido del todo identificadas. Se trata de poner al ser humano en el centro y estudiarlo en el contexto de la historia y con base en la ética. Para ello, la disciplina de la economía debe reinventarse en este sentido, argumenta ella.
¿Está peleado el libre mercado con la moral o la ética? Jacob Soll en un controvertido libro[2], afirma que no. Incluso desmitifica el pensamiento de Adam Smith. Para él, Smith en su libro de la Teoría de los Sentimientos Morales establece las bases para que el libre mercado esté guiado por la ética. Conclusión similar a la de McCloskey en el referido libro. De acuerdo con Soll, Smith nunca pensó que la “la ambición es buena”, como comúnmente se afirma. La idea era que la superación personal debe estar acotada por la disciplina moral y el deber cívico.
Y Paul Collier, a quien me he referido antes en este espacio, propone un capitalismo ético. Este necesariamente implica, sí derechos, pero también obligaciones. Desde su punto de vista el mundo contemporáneo ha reparado, tal vez justificadamente dice él, en los primeros; pero ha olvidado los segundos. Es pues importante otorgarle la debida importancia a las obligaciones de los ciudadanos, sin olvidar sus derechos.
Ahora que se aproxima la lluvia de ideas para elaborar programas de gobierno es importante recordar que la sociedad debe encontrar la manera de canalizar el interés inherente de superación personal, que trae mucho de egoísmo, para generar el bien común. En lugar de la competencia rapaz, el líder debe promover la ética, estar bien capacitado y ser imparcial para convertir a México en una sociedad donde exista una competencia sana acotada por la paz, la eficiencia y la ética.
