Los costos de absorber deuda de Pemex

El Gobierno Federal absorberá una parte de la deuda de Petróleos Mexicanos.
Hace ya tiempo que se anunció que este cubriría al menos una parte del servicio de esos pasivos, esto es, intereses y vencimientos de capital.
Diversos anuncios a lo largo del tiempo, acompañados de inyecciones de capital a la empresa, pero nada concreto hasta el momento. La única certeza que se tiene es que bonos por 10 mil millones de dólares vencen este año, con seis mil millones a más tardar en marzo.
¿Qué harán en específico Gobierno Federal y paraestatal? No se sabe aún, y lo que quizá sea más preocupante es que tampoco lo sepan sus funcionarios.
Palabras, solo palabras
Quizá el imperativo de los pagos por vencer despierte a ambas partes para tener claridad y, sobre todo, actuar. Las palabras son importantes, sobre todo cuando vienen del Presidente de la República. El problema es que ha habido abundancia de ellas sin que, al parecer, los actores relevantes de la obra se den por aludidos.
Todo muestra un juego en que una de las partes tendrá que ceder. Es poco probable que a Rogelio Ramírez de la O (el invisible titular de Hacienda) le agrade la idea de obtener miles de millones de dólares que no tenía programado gastar, y que de alguna parte tendrá que sacar (¿deuda?).
Al agrónomo y ganadero que encabeza Pemex tampoco le gusta la idea de pagar, destacadamente porque no tiene forma de obtener ese dinero, salvo emitiendo más deuda. Si la jugada era esperar al último momento y obligar a Hacienda a apoquinar, le está funcionando espléndidamente.
Todo es deuda, pero no es lo mismo
Podría argumentarse que, finalmente, es irrelevante. Si el Gobierno Federal absorbe 20 mil millones de dólares de deuda de Pemex, por ejemplo, la deuda total del sector público no cambia. Uno de los argumentos presidenciales es ese, incluso incluyendo en el paquete a la Comisión Federal de Electricidad.
Todo es sector público, pero se suponía que ambas empresas no tenían la garantía soberana de su dueño. Por ello, precisamente, pagan más interés al emitir bonos. Puede parecer peculiar, pero se suponía que ambas empresas no solo serían autónomas en sus manejos y presupuesto, sino que no requerirían de apoyo financiero. En todo caso, sobre todo Pemex, entregando al erario cantidades importantes de dinero.
Las palabras presidenciales han destrozado ese velo (que de por sí no ocultaba tanto la situación). Quizá incluso sería preferible aceptar la realidad, aunque esto se haya hecho en forma atropellada y sin una adecuada planeación o coordinación entre los interesados. Que el Gobierno Federal absorba la deuda, o anuncie su aval incondicional a la deuda presente y futura de Pemex, permitiendo que esta se abarate.
Dos grandes costos
Pero en economía no hay nada gratis, como tampoco en las finanzas. Si las emisiones de Pemex se abaratan, las del Gobierno Federal pueden encarecerse, si los mercados consideran que esa absorción de deuda daña la calidad crediticia del segundo. En otras palabras, las agencias calificadoras pueden reducir, precisamente, la calificación de la deuda del Gobierno Federal, aunque mejoraran la de Pemex. No sería un costo menor, y la gran incógnita sería si saldrá más caro el caldo que las albóndigas.
Pero el otro problema es todavía más grave: la estrategia que básicamente sigue Pemex fue dictada por el Presidente desde que tomó posesión: a explorar, producir y refinar lo más posible, cueste lo que cueste, aunque esto último signifique que Pemex (y las refinerías) tengan astronómicas pérdidas financieras.
El expandir a Pemex buscando que se hiciera más grande que sus problemas no es una nueva estrategia: la siguieron Fox, Calderón, Peña Nieto y ahora AMLO. Tras el colapso del precio del petróleo en 2014-15, Peña cambió la dirección en la última mitad de su sexenio. No se puede culpar a López Obrador de la deuda, y otros pasivos, acumulados por Pemex. Puede argumentarse que la empresa está en quiebra desde 2014, y las primeras inyecciones de capital del Gobierno Federal tuvieron lugar en 2016.
Pero sí se le puede culpar por retomar una estrategia errónea e inmensamente costosa. Absorber una parte significativa de la deuda de Pemex solo le quitaría lastre para seguir por el mismo camino, esto es, hundiéndose. En pocas palabras, es como pagarle las deudas a un amigo adicto al juego antes de que este se encamine, muy feliz, de regreso al casino.
