Combate a obesidad infantil, entre éxitos aislados y políticas deficientes

México ha implementado por lo menos seis estrategias exitosas para prevenir y reducir el sobrepeso en niños que incluso han sido reconocidas por la FAO.
7 Febrero, 2019 Actualizado el 7 de Febrero, a las 09:30
En la comunidad de Loma Bonita se logró que los estudiantes de primaria comieran 14 verduras y cero alimentos ultra procesados dentro de la escuela | Imagen FAO/Fernando Reyes
En la comunidad de Loma Bonita se logró que los estudiantes de primaria comieran 14 verduras y cero alimentos ultra procesados dentro de la escuela | Imagen FAO/Fernando Reyes
Arena Pública

Un tercio de los niños mexicanos en edad escolar tiene sobrepeso u obesidad, una de las proporciones más altas a nivel mundial.

El número de menores con alguna de estas condiciones ha crecido medio punto porcentual en promedio anual durante las últimas dos décadas, asegura la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés).

A México le urge implementar programas eficientes de prevención de la obesidad y el sobrepeso infantil, de ello va la salud de las próximas generaciones y el ahorro de millones de pesos para los sistemas de salud pública y las familias.

El sobrepeso y la obesidad deben prevenirse porque son detonantes de enfermedades cardiovasculares y diabetes, la primera y segunda causa de muerte en México.

De acuerdo con la Secretaría de Salud 90% de los casos de diabetes mellitus tipo dos son atribuibles a ambas condiciones.

15% de los fallecimientos totales en el país tienen que ver con alguna complicación relacionada con la diabetes; tan solo en las unidades médicas del IMSS se detectan en promedio 15 nuevos casos cada hora, 348 al día.

Sin una política de prevención eficiente la mitad de los niños mexicanos nacidos a partir de 2010 desarrollará diabetes tipo dos a lo largo de su vida, asegura Miguel Malo, representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Actualmente el combate a la obesidad y el sobrepeso infantil se debate entre estrategias eficientes pero aplicadas en ámbitos locales o regionales y otras de carácter nacional duramente criticadas por Organizaciones no Gubernamentales por sus serias deficiencias.

 

Buenas prácticas ignoradas

Antes de que el gobierno federal arrancará una estrategia nacional para prevenir y reducir la obesidad, el sobrepeso y la diabetes en 2013, comenzaban a desarrollarse en México acciones escolares con tal fin.

La FAO documentó seis de estas buenas prácticas llevadas a cabo a nivel local o regional de las que asegura “podrían ser tomadas como referencia por instituciones, organizaciones y el propio gobierno para priorizar la construcción de estrategias pertinentes, basadas en la evidencia científica y eficaces”.

El éxito de estas estrategias se debe a que lograron modificar el sistema alimentario y el entorno obesogénico para favorecer el acceso de los niños a dietas saludables y actividad física; a la participación activa de maestros y padres de familia, así como a la cooperación de diversas instituciones como el DIF, la Sagarpa y la propia FAO.

Una de las historias de éxito se desarrolló en la comunidad indígena náhuatl de Loma Bonita, en el municipio de Ajalpan al sureste de Puebla, dentro de la escuela primaria federal bilingüe general Lázaro Cárdenas que alberga a 100 estudiantes y tres profesores, uno de los cuales funge al mismo tiempo como director.

 

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La estrategia comenzó en 2012 cuando la Agencia de Desarrollo Rural, Servicios Urbanos y Rurales de Compromisos Sustentables (Surcos) capacitó y sensibilizó a los padres de familia sobre la importancia de la sana alimentación, los buenos hábitos y les dio a conocer la situación nutricional de sus hijos, así como las consecuencias de no corregirla.

87% de los niños que asistía a la escuela tenían deficiencia de nutrientes y 40% desnutrición crónica.

Surcos identificó que la dieta de los menores era rica en bebidas con exceso de azúcar de la propia región como atole y café, y que integraba alimentos ultra procesados que los menores comían al interior de la escuela ya que todos llegaban sin desayunar.

Para revertir el diagnóstico los padres de familia y los tres maestros construyeron un huerto escolar bajo la capacitación de Surcos, al mismo tiempo que los profesores gestionaron –con éxito- la instalación de un comedor escolar ante el DIF. En 2013 la Sagarpa tecnificó el huerto y además les instaló un gallinero escolar.

A partir de entonces comenzaron a dar desayunos a los menores con base en dietas saludables que incluían agua de frutas y frutas como postre; años después también se les proporcionó la comida bajo los mismos estándares cuando la institución se incorporó al programa de Escuelas de Tiempo Completo.

En el comedor se fomentó el consumo de agua potable y los tres grupos de alimentos en proporciones adecuadas; se enseñó a los niños que la escuela no era un lugar para consumir alimentos chatarra y se promovió la hora de la fruta, un momento del día en que todos los alumnos comían la fruta que sus papas se comprometían a enviarles cada día.

 

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Seis años de trabajo dieron resultados muy positivos en los hábitos alimenticios de los niños, por ejemplo, la decisión de los padres de cerrar la tiendita escolar donde se vendían alimentos ultra procesados.

El consumo de verduras en el comedor aumentó a 14: espinaca, betabel, coliflor, cebolla, lechuga, ajo, calabaza, acelga, brócoli, zanahoria, lechuga, rábano, cilantro y col.

En el huerto escolar se producen entre 800 y mil kilogramos anuales de hortalizas.

La escuela logró un ahorro de 22 mil 390 pesos en la compra de hortalizas y huevo, pues el gallinero escolar produce de 15 a 18 huevos diarios.

Los beneficios de las prácticas escolares se extendieron a la comunidad, los padres de familia replicaron el modelo del huerto en sus propios patios, así se logró que 100% de las familias integraran en su dieta los tres grupos de alimentos, desde 60% antes de comenzar la estrategia.

“Antes los niños no comían verdura por que no la conocían pues vivimos en la Sierra, en este momento ya comen verduras. Algunas mamás tampoco conocían las verduras. Ahorita ya nos acostumbramos hasta nosotros, hasta nosotros ya estamos muy bien”, dijo Emilia Hernández Montalvo, madre de familia.

El director de la escuela y los profesores perciben una mejora en el rendimiento escolar de los alumnos, en su condición física, estado de ánimo y bienestar en general, sin embargo, dichos efectos no han sido evaluados.

“Hemos dado solución adecuada a la mala alimentación, sin esperar a que los productos vengan de afuera, aquí dentro del patio escolar se siembra y se cosecha. Así también se ha fomentado una cultura de alimentación saludable en el ámbito escolar que ha trascendido a los hogares”, dijo uno de los profesores.

El huerto y el gallinero escolar de la escuela fueron financiados por la Sagarpa a través del Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA), un programa cuyo objetivo no es reducir el sobrepeso y la obesidad infantil, sino aumentar la productividad agropecuaria de familias marginadas para garantizar su seguridad alimentaria.

Sin embargo, fue tan eficiente para este fin que la FAO lo incluyó en su documento sobre “Buenas prácticas para el control y la reducción del sobrepeso y obesidad en escolares.”

 

Estrategias nacionales con resultados a medias

Debido al grave problema de salud que representa la obesidad y el sobrepeso infantil entre 2013 y 2014 el gobierno federal emprendió diversas estrategias para disminuir el consumo de productos que lo provocan.

Entre las principales: reguló la publicidad de alimentos chatarra en televisión, así como su etiquetado frontal; restringió la venta de estos productos en escuelas, implementó un impuesto de un peso por litro a refrescos y otro de 8% para la ultra procesada.

Sin embargo, las estrategias resultaron deficientes según han argumentado un conjunto de diversas organizaciones que realiza trabajo de incidencia contra la obesidad y la desnutrición en México, la Alianza por la Salud Alimentaria:

El etiquetado frontal de alimentos poco saludables es incomprensible, según un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública entre estudiantes de nutrición menos de 2% de estos fue capaz de interpretarlo correctamente.

Además, el criterio para establecer cuál debería ser el consumo diario de azúcar en el etiquetado es casi el doble del recomendado por la Organización Mundial de la Salud, lo que representa un riesgo.

 

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La regulación a la publicidad de alimentos chatarra dejó huecos legales por los que su mercadotecnia puede llegar a los niños.

Se prohibió la publicidad en cines, pero no en internet ni exteriores, tampoco se prohibió que las empresas regalen o hagan promociones que atraigan a los menores.

En televisión la prohibición se estableció para ciertos horarios y categorías de programación, pero se dejaron fuera horarios y programas con gran audiencia infantil.

Tanto el etiquetado como la regulación a la publicidad fueron debilitados por la intervención de la poderosa industria de los alimentos y las bebidas, asegura la Alianza por la Salud Alimentaria.

“La gran industria de bebidas y alimentos se opone sistemáticamente a las políticas de salud pública que afectan sus ventas. Niega los daños que provocan sus productos y sigue diversas estrategias con inversiones millonarias para bloquear, debilitar y/o desacreditar las política y regulaciones que se establecen para bajar el consumo de sus productos,” explica.

Por otra parte, los impuestos a bebidas azucaradas y alimentos chatarra han sido muy fructíferos para el erario aunque sin resultados claros para el combate a la obesidad y el sobrepeso.

De 2014 a 2018 se recaudaron 201 mil millones de pesos de impuesto a bebidas azucaradas y alimentos chatarra, el tributo creció 1.5 veces al pasar de 32 mil millones de pesos a 49 mil millones de acuerdo con la Secretaría de Hacienda.

Sin embargo, nada del recurso obtenido por el impuesto a las bebidas azucaradas ha sido destinado a reducir la obesidad, el fin para el que se diseñó, asegura la propia Asociación Nacional de Productores de Refresco y Aguas Carbonatadas.

Hasta hoy el gobierno federal no ha construido bebederos en 65% de las escuelas públicas del país; dentro de las cooperativas escolares 63% de las bebidas que se ofrecen son azucaradas y 51% de los alimentos son ultraprocesados, según datos de El Poder del Consumidor.

México cuenta ya con buenas prácticas para prevenir y reducir la obesidad y el sobrepeso infantil, sin embargo, hasta hoy esas estrategias no se han tomado como base para realizar una política nacional.

De acuerdo con la Alianza por la Salud Alimentaria el país necesita plantear esa política a partir de una ley que asegure los recursos e impida que sus objetivos y continuidad queden a merced de la buena voluntad de los actores políticos.

 

MÁS INFORMACIÓN: Propuesta para una política integral frente a la Epidemia de Sobrepeso y obesidad en México 2018-2024, Alianza por la salud alimentaria, 2018.


MÁS INFORMACIÓN: Buenas prácticas para el control y la reducción del sobrepeso y obesidad en escolares: casos en escuelas primarias de México, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 2018.

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