Mejorar para medir

Es probable que la próxima medición de la pobreza que realice el INEGI muestre su caída. Sin embargo, el resultado puede generar dudas, no porque el INEGI carezca de la capacidad técnica para dar cifras sensatas, sino por la pérdida del análisis externo al instituto que realizaba el Coneval de los datos pertinentes. Por este motivo, el reciente consorcio de organizaciones académicas y de la sociedad civil para analizar la medición puede jugar un papel clave para generar mayor confianza.
Finalmente se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las disposiciones que posibilitan al INEGI medir oficialmente la pobreza, en vez del desaparecido Coneval, y el 30 de julio se presenta la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024, base para aplicar los criterios y procedimientos para el cálculo de la pobreza. Es de esperar que una vez conocida la ENIGH no pase mucho tiempo para que la cifra de pobreza sea anunciada, lo que ocurrirá en un contexto favorable.
Por una parte, Coneval alcanzó a calcular que la proporción de personas que no alcanza a comprar la canasta mínima de alimentos por sus bajos ingresos laborales (pobreza laboral) se redujo 5 puntos porcentuales de 2022 a 2024 en los periodos pertinentes. Por otra, el Banco Mundial proyecta para el mismo periodo que su pobreza por ingresos caería 1.2 puntos. Finalmente, el CEEY, con su propia encuesta, confirma una tendencia de descenso de la pobreza por ingresos de 2017 a 2023.
La confirmación de estos indicios será sin duda para celebrar, más tomando en cuenta la innegable solidez estadística que suele desplegar el INEGI en sus cifras. Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Un paso crucial para generar confianza en los cálculos de pobreza se ha perdido: el análisis independiente que realizaba el Coneval de los datos básicos. Por su propia naturaleza, un examen externo al INEGI no lo puede hacer el propio INEGI, y es muy importante que se haga.
El análisis externo es crucial, y el propio INEGI lo ha reconocido. Por ejemplo, en 2016, el INEGI advirtió que sus cifras de ingreso de los hogares mostraban discontinuidades importantes respecto a las pasadas. El Coneval al examinarlas determinó que impedían calcular consistentemente la pobreza de no ajustarse. Finalmente, el INEGI involucró en el análisis de los datos y su ajuste no sólo al Coneval, sino también a organizaciones académicas y de la sociedad civil.
Hoy, no es posible asegurar que se repetirá un episodio como el de 2016, pero tampoco que nunca ocurrirá. Más importante es que nuevas situaciones pueden presentarse, con consecuencias inciertas, donde un proceso de análisis afín al que realizaba el Coneval puede ayudar a darles su adecuada dimensión. Esto abonaría a la confianza en la construcción y presentación de las cifras de pobreza, pues representaría una mejora en la transparencia a la hora de medirla.
En un afán de colaboración en el seguimiento de la medición de la pobreza y su evaluación surge el Consorcio por la Medición y la Evidencia. Éste fue iniciado por organizaciones académicas y de la sociedad civil con interés y experiencia en la medición de la pobreza y el monitoreo de políticas públicas (Acción Ciudadana Contra la Pobreza, CEEY, IMCO, México ¿Cómo vamos?, México Evalúa y el Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana).
El Consorcio reconoce la rigurosidad del trabajo del INEGI, pero también la necesidad de complementarla de una forma similar a la que el Coneval lo hacía anteriormente. Se trata, en último término, de ayudar a mejorar el proceso que conduce a una medición de la pobreza confiable, consistente y comparable. Sin duda una buena medición de la pobreza permite mejorar las políticas para reducirla, pero también mejorar los pasos que conducen a la medición ayuda en el mismo sentido.
