Relevo generacional, ¿para cuándo?

La ausencia de un relevo generacional, en la política, en la empresa y en la academia, es preocupante; los liderazgos formados en los noventas vivieron en un mundo muy distinto al actual.
5 Diciembre, 2023
Relevo generacional
Relevo generacional

Recién cumplí 45 años. Si alguien me hubiera preguntado en mis treintas, seguramente habría considerado a alguien de mi edad bastante alejado de la juventud.

Y es cierto que, bajo un estándar objetivo, la juventud se va quedando atrás. Ahora duelen cosas que antes no dolían, cansan tareas que antes no cansaban y lo que antes resultaba entretenido, ahora aburre. Sin embargo, no todo es negativo. Creo que la madurez trae consigo aspectos positivos: se logra dimensionar mejor la importancia de las cosas, importa menos el qué dirán y prevalece lo que realmente nos hace sentir cómodos.

No obstante, el adulto contemporáneo de esta década es diferente. A pesar de la madurez biológica y psicológica, sigo sintiendo que mi generación está lejos, muy lejos de ocupar el lugar que los adultos de mi edad ocupaban cuando yo era joven.

La mayoría de los liderazgos políticos, empresariales e intelectuales de nuestro país están en manos de septuagenarios, más cercanos a la generación de mis padres. Hombres y mujeres de mi edad, en posiciones de poder y como líderes de opinión, aún se consideran jóvenes, lo cual es paradójicamente acertado al compararse con la mayoría de sus pares que les superan por 20 o 30 años. Esta situación no es exclusiva de México. Basta con observar a nuestro vecino del norte, que se ha convertido en una gerontocracia dominada por políticos que superan los ochenta años.

¿Y qué hay de las generaciones más jóvenes que la mía? ¿Cuántas personas menores de cuarenta años vemos en posiciones de liderazgo en México? ¿Cuántos líderes emergentes, empresariales, sociales y políticos jóvenes podemos citar? Existen, pero son muy pocos. Peor aún, ¿cuántos de ellos son realmente tomados en serio sin ser infantilizados o desmerecidos por pertenecer a una “generación de cristal”, malentendida por las generaciones mayores?

Este rezago generacional probablemente es el resultado natural de una población que envejece de manera más saludable, extendiendo su esperanza de vida. Así como los 30 se convirtieron en los nuevos veintes, ahora los 70 parecen ser los nuevos 40. Aunque este fenómeno sea natural, influye significativamente en la manera de tomar decisiones.

En México, una persona entre 20 y 40 años debe pagar la deuda pública heredada de su abuelo, la pensión de su padre y, además, ahorrar para su propia vejez. Solo una mínima parte del presupuesto público se destina a los adultos jóvenes en forma de bienes y servicios, y estos suelen ser de calidad cuestionable. Basta con observar el nivel de servicio de los sistemas de transporte público, mayormente utilizados por nuestra generación, o el estado del sistema de cuidados, incapaz de liberar el potencial productivo de las mujeres jóvenes. No sorprende, pues, que la voz de estas generaciones sea prácticamente inexistente en el debate público del país.

No siempre fue así. Si volvemos treinta años atrás, encontramos que Carlos Salinas asumió la presidencia a los 40 años, rodeado de un gabinete de contemporáneos. De las privatizaciones emergió una nueva clase de jóvenes empresarios. Hoy parece inverosímil que Ricardo Salinas se hiciera con TV Azteca a los 37 años. ¿Y qué decir de la intelectualidad del país que impulsó la apertura democrática de fin de siglo? Repase mentalmente esas figuras y regrese al 2023. Muchos de esos líderes que surgieron hace 30 años aún ocupan las mismas posiciones.

La ausencia de un relevo generacional es preocupante. Los liderazgos formados en los noventas vivieron en un mundo muy distinto al actual. Con el fin de la Guerra Fría, el colapso del socialismo soviético y la promesa de un mundo que, según Fukuyama, se aproximaba al fin de la historia, en el que todos los países adoptarían la democracia y el libre mercado.

Hoy, el mundo es un lugar muy distinto; sin embargo, nuestros líderes en la política, empresa y academia insisten en interpretar el mundo a través de los mismos lentes de la época que los formó. Debates como el de la reducción de la desigualdad no pueden considerarse más como ilusiones pueriles, sino como elementos fundamentales para la estabilidad de las sociedades. El cuidado del medio ambiente no es un capricho juvenil, sino un factor crucial para asegurar la continuidad de la civilización. Dividir el mundo entre comunistas y capitalistas es un anacronismo peligroso en un mundo que requiere asociaciones simbióticas entre Estado y empresa.

En 2024 elegiremos presidente de la república. Las dos candidatas, Sheinbaum y Gálvez, sin demeritar de ninguna manera sus trayectorias y el hecho histórico de que alguna de ellas podría convertirse en la primera presidenta del país, no representan ese relevo generacional anhelado.

La intentona de candidatura del gobernador de Nuevo León, el apoyo que recibió en redes y su rápido ascenso entre los más jóvenes, merecen un análisis más profundo que el mero anecdótico o las explicaciones superficiales. Samuel García es el síntoma de una generación con preocupaciones que no son escuchadas y prioridades muy distintas a las de la agenda pública. Debería preocuparnos a todos la negación en el 'establishment' mexicano sobre la urgencia de un relevo generacional que inyecte nuevas ideas y perspectivas en la agenda pública, y que ponga en el centro las prioridades de las generaciones más jóvenes.

Este panorama nos lleva a una encrucijada crucial, no solo para México, sino para el mundo en su conjunto. La urgencia de un relevo generacional va más allá de un simple cambio de caras en el escenario político y empresarial; es una cuestión de supervivencia y relevancia en un mundo en constante evolución. Debemos preguntarnos si estamos dispuestos a seguir el ritmo de los cambios globales o si preferimos quedarnos atrapados en paradigmas obsoletos que ya no responden a las realidades actuales.

La juventud de hoy no solo merece ser escuchada, sino que debe ser activamente incluida en la toma de decisiones. Solo así podremos garantizar un futuro que sea verdaderamente democrático y representativo de todas las voces y que abrace las innovaciones y desafíos de nuestra era. Es hora de reflexionar profundamente y actuar con decisión para propiciar un relevo generacional que revitalice nuestras instituciones y renueve nuestra visión del mundo, asegurando un legado digno para las generaciones venideras.

Roberto Durán-Fernández Roberto Durán-Fernández Roberto Durán Fernández es profesor en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey. Es economista por el ITAM, cuenta con una maestría en economía por la London School of Economics y se doctoró por la Universidad de Oxford, especializándose en desarrollo regional. Ha sido consultor para el Regulador de Pensiones del Reino Unido, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento y la Organización Mundial de la Salud. En la iniciativa privada colaboró en la práctica del sector público de McKinsey & Co y la dirección de finanzas públicas e infraestructura de Evercore. En el sector público fue funcionario en la SHCP y en el Banco de México.