El rol de la investigación en la sociedad (Parte II)

Todos aquellos que mantenemos una posición en la academia, debemos acudir a la autocrítica: ¿nos hemos acercado con distintos interlocutores para escuchar sus necesidades?
15 Abril, 2021

En la entrega anterior de esta columna comentaba que existe un entorno complicado para el desarrollo de investigación en nuestro país y cómo ésta es percibida por la sociedad, tanto por la coyuntura internacional que demanda otras prioridades inmediatas, como por la postura de desdén, por no decir de confrontación, hacia la comunidad científica por parte del gobierno federal en México.

Apuntaba, además, que la investigación no debía ser vista solo como el cúmulo de influencia generada por una comunidad científica, normalmente apreciada como un grupo pequeño que mantiene diálogos constantes pero excluyentes y, sobre todo, que es advertido como alejado de los problemas que aquejan cotidianamente a las empresas, gobiernos y sociedad.

En repetidas ocasiones, estimado lector, he participado en mesas de discusión donde la perspectiva común sobre el académico universitario es que su conocimiento teórico es sólido, pero no es aplicable en la realidad o “tiene una visión de investigación de gabinete”; útil en el mundo de las ideas y para la reflexión, pero inoperante en las trincheras. De igual manera es común escuchar que “la metodología propuesta es interesante, pero no responde a los tiempos a los cuales nuestra empresa, gobierno (o electorado) responde”.

Y, es precisamente aquí donde, desde la humildad, todos aquellos que mantenemos una posición en la academia, debemos acudir a la autocrítica: ¿nos hemos acercado con distintos interlocutores para escuchar sus necesidades? ¿Tenemos sobre nuestra toma de decisiones la responsabilidad de elementos que trascienden la actividad que desempeñamos? ¿Definimos métricas que procuren una ocasión de preponderancia trazable o auditable? En algunos casos la respuesta es sí. En la gran mayoría, desafortunadamente, no.

Es precisamente ahí donde radica la gran oportunidad que la comunidad científica y, principalmente las ciencias sociales tienen frente a si. ¿Cómo acompañamos a los agentes de cambio en los procesos de transformación de valor en sus diversas áreas de influencia?

El primero de los pasos en el proceso es sin duda identificar a los agentes de cambio con los cuales compartimos objetivos. Pero este paso es sencillo, por no decir trivial en la mayoría de las ocasiones. Tanto las empresas como los gobiernos y las organizaciones de la sociedad civil, así como mediadores del conocimiento científico como lo son think-tanks o sociedades de conocimiento y medios y prensa, buscan influir en uno o varios grupos poblacionales.

El segmento del proceso donde normalmente fracasamos como investigadores aplicados o científicos sociales, sin embargo, es en identificar escenarios que produzcan valor para ambas partes. Y es precisamente este punto donde se separan las áreas de conocimiento denominadas STEM (por su acrónimo en inglés, Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) de las ciencias sociales; mientras las primeras normalmente desembocan en un desarrollo tecnológico que produce un cambio instantáneo en la forma en que la sociedad aproxima una experiencia o vivencia, las segundas tienden a producir resultados intangibles que normalmente toman años o décadas en concretarse.

Por tal motivo, en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey hemos decidido reorientar nuestros esfuerzos. La política pública normalmente está sujeta a ser prisionera del presente o a ideologías con las cuales comulgan sus operadores. No obstante, la tendencia global hacia la digitalización y el procesamiento masivo de datos también puede aproximar soluciones tangibles para los retos actuales en las esferas global, regional y local.

Las ciencias sociales no necesariamente tienen que renunciar a las técnicas y herramientas más sofisticadas para crear soluciones simples y tangibles en la población. Por supuesto que no se trata de una apuesta por construir una quimera o una bala de plata. Por el contrario, el desarrollo computacional y los métodos experimentales permiten establecer parámetros robustos para crear laboratorios asequibles para la evaluación de propuestas con impacto para la sociedad.

En una coyuntura donde la posverdad trasciende un par de horas por la mañana para replicarse en redes sociales, el país necesita una comunidad unida y con voz en los temas de interés para nuestra población. Más que una vocación es nuestra responsabilidad.

Luis Serra Luis Serra Doctor en economía por la Universidad de Warwick, en Inglaterra. Es Director Ejecutivo de la Iniciativa de Energía del Tecnológico de Monterrey. Como consejero representa al Tecnológico de Monterrey ante la Comisión de Estudios del Sector Privado para el Desarrollo Sustentable (CESPEDES) y los Consejos Consultivos para el Fomento a la Industria Eléctrica Nacional y para el Fomento a la Industria de Hidrocarburos Nacional. Es profesor en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública y la EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.

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