Pinocchio vs. Frankenstein

La versión de Pinocchio de Guillermo del Toro es un nuevo clásico y ya la filmografía del director mexicano es de las más importantes del nuevo siglo de Hollywood.
16 Diciembre, 2022
Escena de Pinocchio de Guillermo del Toro (Imagen: Netflix)
Escena de Pinocchio de Guillermo del Toro (Imagen: Netflix)
Cinetlán
La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos.
Con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar.
Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.

El Quijote, Cervantes

 

En el detrás de cámaras que se ha lanzado por Netflix a la par del largometraje animado de Guillermo del Toro, “Pinocchio”, Guillermo expresa que pensaba en un “Pinocho” más semejante a un “Frankenstein”. Al menos visualmente hablando.

Pero hay más de un vaso comunicante entre las dos fábulas. El problema del Frankenstein es no contar con un hada azul, ni con un padre amoroso, más bien todo lo contrario. Frankenstein no puede ser menos que ser un misántropo, pues le toca ver, conocer, y padecer lo peor de la humanidad.

A Pinocho también le toca conocer de primera mano el lado B de la jauría humana, pero a diferencia del Frankenstein cuenta con una familia amorosa a la cual asirse moralmente. En su versión, Guillermo se desvincula casi totalmente de la versión de Disney y escribe un texto más cercano a la novela de Collodi,  escrito en el contexto de como se pensaba en la infancia en el siglo XIX.

La tesis de Collodi es el proceso de evolución moral o ética de un “niño travieso” estereotipado, porque es una fábula precisamente, un ejemplo, una muestra genérica; y el ideal de Collodi es que este niño/marioneta, niño/muestra, debe transformarse básicamente en un adulto. Es un tránsito del niño travieso, berrinchudo e irresponsable -e ingenuo también, hay que decirlo- al niño maduro, obediente, responsable, buen ciudadano, al niño/adulto. En el libro de Collodi eso es transformarse en un niño de verdad.

La autonomía de la marioneta es, pues, libertad. La libertad que el Dr. Frankestein no le perdona a su creatura. Porque crea un monstruo, es decir… un ser humano. Guillermo se topó con este tópico en su película anterior “El Callejón de las Almas Pérdidas” (2021).

En Pinocho es un proceso de aprendizaje tortuoso, porque la libertad implica la autonomía de decisión y, por lo tanto, la ética de las decisiones, y la moralidad social. En el libro Pepe grillo muere aplastado a medio libro por un martillazo de Pinocho. El grillo es una metáfora de la conciencia moral que nos machaca continuamente como un grillito en las orejas: “esto es malo, esto no esta bien”, pero que nosotros podemos decidir no hacer caso; o aplastar, para hacer lo que se nos pegue la gana. Y ese es el ejercicio de la libertad aunque cueste la vida.

Guillermo toma esa materia literaria, pero solo como base creativa, y la amasa con detalles filológicos de contexto, muy exquisitos y muy eruditos. Además del contenido “critico” que sabe trenzar muy bien en todas sus películas, para darle una forma cinematográfica -a Dios gracias- en una fórmula argumental clásica -algunos americanos le llaman plantilla de entretenimiento- dirigida a los niños de hoy. Y a mi parecer del futuro y de todos los tiempos.

El Pinocho de Guillermo es un reloj de alta joyería, una pieza artesanal y artística realmente impresionante.

Su “Pinocho” no demerita en nada la versión de Disney. Hay que entender que son dos obras diferentes. El “Pinocho” de Disney no es de Walt Disney, salvo como Productor Ejecutivo y como casa productora. En realidad es una película de Ben Sharpsteen, el también director de “Dumbo”. Sharpsteen es el autor de las mejores películas del Disney clásico, y me refiero efectivamente a “Dumbo” (1941) y a “Pinocho” (1940).  Disney dejo en manos de Sharpsteen estás dos producciones porque estaba ocupado con su proyecto sinfónico de “Fantasía”.

Sharpsteen introduce elementos de la podredumbre del mundo en ambas películas. Ni Dumbo ni Pinocho viven mundos de fantasía aburguesados e infantilizados, cómo ocurrirá con el Disney posterior. Los payasos de Dumbo son unos ojetes, gandallas y egoístas, su madre es encadenada y torturada, y el es humillado y denigrado por su condición especial.

Dumbo es un niño que “trabaja” mientras su mamá está en prisión, casi metáfora de un niño en situación de calle que se pinta de payasito para sobrevivir. La famosa borrachera de Dumbo es un viaje con ácido lisérgico, un guiño a la adicción a las drogas y una de las mejores secuencias animadas de la historia del cine.

Pinocho también se enfrenta a un mundo de “tentaciones” en un sentido más cristiano, pero no menos sórdido. El secuestro de Stromboli es trata y explotación infantil; la isla de la fantasía infantil es poco más que una sombría pesadilla, dónde el niño se expone a los vicios sin control; pero, como ocurre en el mundo real, pagando un alto precio. Notable resulta la secuencia de la transformación de “Polilla” en asno, con recursos del expresionismo alemán. Expresionismo animado. La reconversión de Pinocho, se da tras asomarse a estos abismos. La de Disney es una película muy intensa emocionalmente.

Por eso resultó tan decepcionante la versión de Zemeckis. El cine ansilar es la mayoría de las veces innecesario, y casi siempre fallido. Aún siendo un gran director, aún con algunos detalles interesantes, el Pinocho live action de Disney resulta como casi todo su live action, fallido e innecesario.

Pero la versión de Guillermo es otro cantar. Es un nuevo clásico. La filmografía de Guillermo es de las mas importantes del nuevo siglo de Hollywood. Su inicios cinematográficos en Estados Unidos pasaron por el cine comercial, aunque siempre interesante y bien hecho. Pero a partir de “El laberinto del Fauno” (2006) esa joya fílmica, ha podido concentrarse en proyectos personales, que película tras película, rinden homenaje al cine clásico, de terror, de fantasía, noir.

Paradójicamente  muy pocos directores americanos de las nuevas generaciones tienen ese compromiso con el cine clásico. En otras palabras, es más americano que los americanos. Pero también es cierto que la suya es una filmografía que ya se hizo un lugar importante en el imaginario fílmico del siglo XXI.  

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.

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