La Academia de cinematografía y sus normas de inclusión

Hollywood ha decidido emitir una nueva normatividad para las películas que aspiren al premio mayor de la noche de los Óscares, el de Mejor Película.
15 Octubre, 2020
Nominadas al Oscar a actriz principal, Margot Robbie y Lupita Nyong'o en la edición 90 de los premios de la Academia, 4 de marzo de 2018.
Nominadas al Oscar a actriz principal, Margot Robbie y Lupita Nyong'o en la edición 90 de los premios de la Academia, 4 de marzo de 2018.
Cinetlán

La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas gringa, eternamente acusada de preservar sus valores WASP (White Anglo-Saxon Protestant), con miras a los nuevos tiempos globales, a las nuevas culturas en derechos humanos, políticas ambientales, movimientos de grupos minoritarios, etc., etc., y en el espíritu de lo que comentamos en artículos anteriores sobre la nueva estética de la transmodernidad, ha decidido emitir una nueva normatividad para las películas que aspiren al premio mayor de la noche de los Óscares, el de Mejor Película.

Las acusaciones contra la Academia no son baladís, en 90 años de premios Óscar solo una mujer ha ganado dicha presea. Esto ocurrió en el año 2009 en la 82 entrega, con la película The Hurt Locker de la cineasta Kathryn Bigelow. Por cierto, una magnífica cineasta, y una gran película.

La intención de esta normatividad es promover mayor interculturalidad, equidad de género, y universalidad en todas las áreas de la producción cinematográfica de Hollywood. Hollywood esa hidra, monstruo de siete cabezas, o estudios, pero de un solo cuerpo.

Las normas son las siguientes y se pueden consultar directamente en la página web de la Academia:

Opción A:

A1) Al menos uno de los actores principales o actores secundarios importantes pertenece a un grupo racial o étnico subrepresentado. (Enseguida hace un desglose muy curioso y detallado de lo que esto significa, que abarca TODO EL MUNDO, asía, áfrica, Latinoamérica, etc., para terminar diciendo: cualquier raza o etnia subrepresentada). A2) Si no se cumple la opción anterior, podría resarcirse si al menos el 30% de todos los actores en papeles secundarios y menores pertenecen al menos a dos de los siguientes grupos subrepresentados: mujeres, grupos étnicos, personas LGTB…, o con capacidades diferentes. A3) Si no se cumplieran las opciones anteriores todavía sería válida la opción “A” si la trama de la película discurre sobre alguno de los grupos anteriormente desglosados.

Opción B:

Si al menos dos de los líderes creativos (director/productor) o cabezas de departamentos del cine, fotografía, sonido, arte, etc., pertenecen a cualquier raza o etnia subrepresentada de cualquier parte del mundo, o pertenece a alguno de los grupos mencionados: mujeres, LGTB., personas con capacidades diferentes. B2. En su defecto seis puestos técnicos, excepto los de asistente de producción, forman parte de alguno de los grupos descritos, B3 o al menos el 30% del crew (todo el equipo de trabajo de una película).

Opción C:

Acceso a la industria y oportunidades. La contratación de aprendices, principiantes y becarios que provengan de cualquiera de los grupos étnicos o minoritarios antes descritos, en el departamento de producción, postproducción, y/o distribución de la película, marketing y publicidad. Incluso para productoras independientes o pequeñas empresas cinematográficas, están obligadas a tener al menos dos contratados. C2. En su defecto oportunidades de capacitación y desarrollo de habilidades profesionales.

Opción D:

O que las empresas de mercadeo, publicidad y distribución cuenten con ejecutivos de los grupos ya descritos, mujeres, etnias, LGTB…, etc.

Para ganar Mejor Película, la película en cuestión deberá cumplir obligatoriamente dos de las cuatro opciones. Estas normas solo son válidas para la categoría de Mejor Película, todas las demás categorías se expondrán a los criterios vigentes. Para Mejor Película Documental, Animada, y de lengua extranjera, se tomarán decisiones por separado. 

Muchos profesionales del cine y periodistas, críticos e incluso académicos y académicas en políticas de género, se han manifestado en algunos casos en contra de esta normativa, en otros con escepticismo, y otros se han burlado de la Academia hasta cansarse: habrá una versión de El Padrino, que ahora sea La Madrina. O La tiburona. Se exhiben los casos contemporáneos en los que la política de género se ha forzado en Hollywood, como Las Cazafantasmas, o el equipo femme en Avengers Endgame, la polémica nominación de Lady Bird de Greta Gerwig (que muchos consideraron fue por cuota de género)1.

Inevitablemente, en la historia del arte, recetar ideología o cucharear moralismos, es una especie de cadalso estético, la catástrofe del realismo socialista mostró como era imposible normar la creatividad y ajustarla a patrones políticos superficiales. Las obras explícitamente educativas se consideran panfletarias, y resultan la mayoría de la veces antiestéticas o matapasiones (la mayoría de las veces, no siempre).

Como ejemplo de película panfletaria remito a la película ficticia Un mundo sin zinc del episodio 16 de la tercera temporada de los Simpsons, podría citar muchos otros ejemplos, Louisiana Story de Robert Flaherty, financiada por los emporios petroleros. Obviamente, en estos discursos la intención didáctica es más relevante que la intención estética. 

Pero no creo que sea el caso. En lo  personal las reacciones me parecen exageradas y equivocadas. Si se revisa la producción de los últimos diez años, yo estaría casi seguro que más del 80% de las películas cubren al menos una o dos de las opciones antes descritas.

Disney tiene quizá más de 20 años con estas políticas; las cumplen y de sobra, por ejemplo, películas como Roma de Alfonso Cuarón, El renacido de Iñárritu, y La forma del agua de Guillermo del Toro. El irlandes de Martin Scorsese para no ir más lejos, que la gente cree o piensa que es una 'white film', pues no lo es, en realidad Scorsese pertenece a una minoría en Estados Unidos, los italoamericanos, con sus propias problemáticas, y los irlandeses son una minoría étnica importante en los Estados Unidos.

Pero si no se considerara al maestro y su equipo de trabajo como parte de una minoría, o la trama de la película, Rodrigo Prieto, el fotógrafo mexicano, pues no es un totonaca precisamente, pero vale como Hispanic/Latinx y su asistente, la joven principiante marroquíe, Camelia Azar, pues es mujer, principiante, y étnicamente árabe africana, así que cumple 3 de 4. En lo personal tengo muchos años leyendo los créditos completos de las películas y hace más de cinco años ya señalaba como en las grandes producciones hollywoodenses aparecen con más frecuencia en créditos, apellidos latinos por montones.

Lo que quiero decir es que en realidad no hacían falta normas para una inclusión que en la cultura contemporánea se está haciendo efectiva per se, es el éxito de la globalización y el inicio de una reacción positiva -al fin- de las mil y una lucha por los derechos civiles, que vive actualmente un periodo de eclosión. Y se enfocan hacia algo que siempre ha sido importante en la industria americana: la autorregulación.

Para evitar la censura gubernamental y el enfrentamiento con el gobierno, las empresas por vocación propia regulan su producción de acuerdo a ideas o normas ya sean sociales, morales, de gobierno o restricciones políticas en boga. En otras palabras, cuando la cultura o la política soplan en una dirección, Hollywood pliega sus velas en esa dirección.  

Y estas normas parecen mejores que las anteriores. En sus inicios y por décadas Hollywood se plegó a las normas de la iglesia católica2, a través de un órgano llamado La Liga de la Decencia, todas las películas eran vistas y dictaminadas por la liga y Hollywood obedecía dichos dictámenes. Según Gregory D. Black en su libro La cruzada contra el cine, 1940-1975,  “La premisa de toda la historia de la Legión era que si en alguna ocasión las películas mostraban un pecado sin castigo, delincuencia rentable, corrupción endémica, sacerdotes hipócritas, o posibilidad de divorcio, corromperían al público” y añade “El objetivo de la Legión de la Decencia era que nadie, católico o no católico, viera una película condenada. Y tuvo un éxito impresionante a este respecto” hasta que llegó el famoso zar del cine americano Jack Valenti a la dirección de la MPA, donde se estableció el moderno sistema de clasificaciones, laico y sensato (obviamente un niño no debe ver pornografía, ni violencia).

 

En sus inicios y por décadas Hollywood se plegó a las normas de la iglesia católica, a través de un órgano llamado La Liga de la Decencia; todas las películas eran vistas y dictaminadas por la liga y Hollywood obedecía dichos dictámenes

 

Así, ya no era necesario que todas las películas fueran familiares. Sino que se prohibía el acceso a ciertas películas a niños y adolescentes, esto abría la posibilidad de ampliar la cantidad de contenidos, en todos los aspectos. Es decir se pasó de una cultura que consideraba a los adultos como niños, a una cultura que permitía contenidos para adultos. No obstante, simultáneamente, y durante dos décadas prácticamente, en la posguerra y hasta los años sesenta, la industria del cine batalló con el macartismo y la persecución comunista. De nuevo por autorregulación Hollywood renuncio a los temas sociales y políticos explícitos, este periodo del cine americano es conocida como la del cine escapista. Crecieron los géneros de la Ciencia Ficción, el Terror, el cine de Romanos, el Western, porque en ellos se podían lanzar mensajes políticos y sociales, encriptados. O géneros socialmente inanes como el musical y el cine infantil Disney.

A fines de los sesenta y en los años setenta la autocensura sexual, como la autocensura política y social, se fracturaron. En todo el mundo hubo lo que se dio en llamar la ruptura, generalmente relacionada con el contenido erótico, y esto dio pie a todo tipo de contenidos, para todo tipo de gustos y edades. Fue el periodo de autorregulación más laxo que vivió la industria. La gran distensión, por ejemplo en término de cine erótico, tuvo su clímax, y tras él vino la reacción natural, la contención conservadora, la liberalidad de los setenta se fue reduciendo paulatinamente en los ochenta y noventa -década bastante conservadora.

Tras el atentado a las Torres Gemelas, vino un nuevo periodo complejo para la cultura americana en general y para el cine, en particular, derivado de la Ley Patriota y sus consecuencias. Una especie de macartismo moderado, que giraba el foco, del extinto comunismo al islamismo “fanático”, que le permitía al gobierno americano cualquier tipo de abusos y tropelías por el bien común o por la seguridad nacional. El espíritu anti islámico se apodero de Hollywood en términos generales. Los villanos de las películas, que fueron los rusos comunistas en los años ochenta -dixit Rocky IV-, ahora eran terroristas islámicos -la serie Homeland de Howard Gordon es emblemática. Estos estereotipos afectaron mucho a la comunidad árabe americana, lo que no vimos mucho en películas.  

Y al final de esta historia, aterrizamos en las nuevas normas de la Academia, que más que normar, en mi opinión, prescriben el cambio cultural global. Y son mejores que todas las descritas anteriormente. No son obligatorias, no son vinculantes, no afectan ni la distribución, ni la exhibición, a menos que se quiera competir por mejor película.

Si un grupo neonazi filma la obra maestra del siglo con un elenco y un crew WASP, pues no competiría por el Oscar a mejor película, pero podría competir por los otros Oscar. Pero estos productos blanqueados -como los Friends la famosa serie de NBC, que transcurre en un Nueva York en el que no hay afroamericanos ni latinos- son cada vez más raros en un país que tiene entre sus pobladores 47 millones de hispanos o con ascendencia hispánica, 38 millones de afroamericanos, 14 millones de asiáticos, y millón y medio de árabes. O sea, poco más de 100 millones de estadounidenses culturalmente diversos, un tercio del total, sin contar las minorías blancas, irlandeses, polacos, italoamericanos, judíos, franco-canadieneses, etc.

Ahora ya se dejó atrás la censura política y social, el anticomunismo, y el anti islamismo, ahora los pecados son la exclusión, la intolerancia, la discriminación, y la incomprensión: pues que bien, enhorabuena por Hollywood y por la humanidad. 


[i] Es la opinión de la extraordinaria crítica y ensayista cinematográfica Fernanda Solorzano. Se puede ver en Youtube en su canal CineAparte. Yo difiero de su opinión. En lo personal la película Lady Bird me pareció buena y con merecimientos para la nominación. También en contraste, los últimos años hemos visto valientes películas de activismo femenino, no panfletarias, como El Escándalo de Jay Roach, con una actuación sobresaliente de Margot Robbie, nominada al Óscar por esta película, junto a Charlize Theron; y ya hablé en un artículo anterior en esta columna sobre El pan de la guerra.

[ii] En Televisa un sacerdote católico ejerció la censura de los programas televisivos por décadas, quizá hasta los años noventa. Es el culpable de la censura a las caricaturas japonesas, porque en Mazinger Z aparecía un villano que era hombre y mujer a la vez, el Barón Ashura –“barón” como título nobiliario- y en Las aventuras de Gigi, en el opening y en su transformación de niña a mujer se insinuaba semidesnuda en siluetas. Sin embargo esta censura duró poco, ya que los animes japoneses siempre fueron más interesantes que la producción americana, cuya época dorada se agotó en los años sesenta (lo único interesante que ocurrió en la animación americana en los ochenta fue He-Man en 1983, no de balde Disney produjo con una empresa de animación japonesa los Thundercats en 1985, con la intención de que parecieran animes, pues estos eran líderes del mercado de la animación infantil mundial). No obstante en los años noventa, Televisa sacó del aire el anime cómico Ranma ½, serie que además había censurado en un par de capítulos. Esto no fue por el censor católico sino por la Asociación Civil A favor de lo mejor, también relacionada con la iglesia católica, ya que en la caricatura el protagonista se transformaba en mujer.

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.

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