Dr Strange en el Multiverso de la Locura ¿destinada a trascender?
En 50 años, cuando se mire hacia atrás al género de Superhéroes, habrá un puñado de películas que habrán trascendido la furia del tiempo y del olvido, monolitos cinematográficos erigidos sobre las arenas del tiempo. ¿Cuántas y cuáles? Es difícil saberlo.
Pero de Marvel se hablará con admiración. En concreto del MCU. Porque es simplemente admirable. Tal mosaico de incontables películas entrelazadas a veces con hilos muy delgados, a veces con raíces robustas, que mantuvo a un grupo muy amplio -de millones- de espectadores, a todo lo largo y ancho del mundo, leales, pagando entradas mes tras mes, año tras año, durante 14 años, incluyendo dos años de pandemia.
Se dice fácil, se escribe fácil, en un puñado de líneas, pero solo imaginar lo que ha implicado en materia de conceptualización, diseño de guiones y personajes, coordinación de producciones, de guionistas, de actores, de directores, etc, en un periodo de tiempo tan amplio. En cualquier punto del camino algo pudo fallar, tan solo sostener a un elemento del reparto durante tantos años. Pero nada falló y hoy, el MCU continúa. Y por cuántos años se extienda está por verse aún.
Quién sabe si algo parecido al MCU volverá a pasar alguna vez en el cine. No lo creo. Tenemos en las narices el fracaso del DCU, la suspensión del Snyderverse. Por cierto, el movimiento en redes sociales de #RestoreTheSnyderVerse queda como una protesta estética a las decisiones industriales que cancelaron esta posibilidad. Y es que frente a la adversidad es más fácil abandonar un proyecto tan inmenso, que llevarlo adelante. “The Batman” (2022) de Reeves es la carta de renuncia.
Pero además, el MCU es un proyecto transmedia expandido a la televisión, en un conjunto colosal de series y miniseries. Expandido al mundo editorial en un conjunto colosal de series y miniseries, de comics. Libros, videojuegos, juguetes, etc.
Las cantaletas de los furiosos enemigos del cine de Marvel, que película tras película se lamentan de que “Marvel no tenga ni una buena película”, “que no es cine”, “que es genocidio cultural”, “que lo sostiene un público poco crítico y conformista”, “milennial”, un “público que no sabe de cine”, o de “verdadero cine”, “que el verdadero cine es de películas unitarias”, “que el buen cine se debe entender solito, sin ajustarse a un cómic o a otra película”, “que es un cine de puros efectos visuales”, de “pura pantalla verde”, “sin contenido”, de “fórmula”, que todas son iguales” y en fin, esa monótona letanía de escupitajos y malas leches. De mentiras, falacias, y descalificaciones no argumentadas, prejuiciadas y prejuiciosas. Todas estas forzadas “críticas” resultan francamente espurias frente a la magnitud y el éxito de este monumental proyecto.
¿Todas las producciones de Marvel son buenas? Obviamente no. También incluye malas películas. Aunque son las menos. Las más son películas medianas, prescindibles, estas son muchas. Hay otro grupo pequeño -no tan pequeño- de buenas películas, sólidas. Y hay un puñado -estas sí unas cuantas- que son joyas. Verdaderas joyas.
Son luminosas, emocionantes y significativas. En este apartado están Infinity War y End Game. La culminación de las llamadas tres primeras fases del MCU. También está la que podríamos llamar serie del Dr. Strange. La película “Dr. Strange: hechicero supremo” de 2016, de la fase 3, y “Dr. Strange en el multiverso de la locura” (2022).
En aquel 2016, cuando ví la primera película de Strange, (basada en la película de animación de 2007, dirigida por Patrick Archivald, Jay Oliva y Richard Sebast) me preguntaba si era la mejor película de Marvel. En aquel momento me lo parecía. Hoy, ocho años después, estoy convencido que se trata de la mejor serie de Marvel, la mejor serie de personaje individual. ¡Que fantásticas películas!
“Dr. Strange en el multiverso de la locura” (2022) viene precedida de otra joya cinematográfica de Marvel, “Spider-man, no way home” (2021)[i]. Y ambas vienen precedidas también por la mejor serie de televisión de Marvel, “Wandavision” (2021)[ii]. Otra joya histórica. Y la bisagra que engancha todas estas películas, es que en casi todas aparece Strange (excepto en Wandavision). ¿Qué hace de la serie del Dr. Strange algo tan formidable? ¿Qué la hace tan única y excepcional? Aquí mis apuntes.
Dr. Strange: en el multiverso de la locura
Mi maestro, Enrique Anderson Imbert, afirma en los “Domingos del profesor” (1965) que la primera hipótesis que un crítico se debe proponer es “a dónde va la obra” o “¿cuál es la intención del artista?”. Porque ¿si no sabemos a dónde va? ¿Cómo podemos juzgar si la obra y el artista alcanzaron su objetivo o no? O lo superaron.
En cinematografía “la intención del artista” se fundamenta en “la premisa”, al ser el cine una obra narrativa comúnmente la “premisa” es argumental. Pero al mismo tiempo, el cine, cómo obra plástica también tiene una “premisa” formal. Lo que también se llama en el argot crítico el “qué” y el “cómo”. Contenido y forma, o forma y contenido[iii]. ¿Qué se va a decir y cómo se va a decir?
La “premisa” argumental de Dr. Strange es inusual. Poco explorada, o poco concurrida. En términos generales se fundamenta en la proposición asociada a Maquiavelo y al utilitarismo: “el fin justifica los medios”. En Dr. Strange aparece en su forma negativa: sería “el fin no justifica los medios”. Bueno está premisa en realidad es muy usual. Muy gastada. Pero lo inusual en Dr. Strange es que en esta película dicho “fin” es el amor. ¿Qué amor? El amor en un sentido extenso. Y esto si es una premisa totalmente inusual, y muy contemporánea.
Wanda encarna el amor maternal. Mientras que Strange encarna el amor romántico, y la empatía, una forma de amor mucho más importante… Y América Chávez es el personaje que les permite a los dos comprender lo que sería llevar su pasión de amor al límite más extremo. Esto a través de sus alter egos en los otros universos o galaxias en los que coexisten. A los tres los vincula la pérdida de los seres más amados. Wanda pierde a sus hijos y América a sus madres. Aquí hay una maravillosa antonimia, madre – hija.
El guion juega de una manera maravillosa con el “doppelganger”, este recurso que solo vemos en grandes cineastas[iv]. Los multiversos nos permiten tener este juego de “Doppelganger” in extenso. Nos permite tener a la Agente Carter cómo Capitana América[v], y a María Rambau como Capitana Marvel.
Por su parte Strange ha perdido el amor de Christine. ¿Pero se puede perder algo que no se ha tenido? Al parecer estos amores perdidos no son muy sólidos, son más bien líquidos, cómo la realidad misma. En un confuso juego metafísico, los hijos de Wanda probablemente nunca existieron o ella los creo mentalmente. Y el amor “perdido” de Strange, en realidad es un amor que nunca existió, que nunca se consolidó. Una posibilidad de amor. Hay quijotismo aquí. Hay quimeras que atrofian el sentido de realidad, hay gigantes que en realidad son molinos de viento, hay una Dulcinea, que en realidad es una campesina que no sabe que existe el Quijote, que le rinde devoción. Y por estás ilusiones, Wanda en su alter ego maligno, en su doble, en su sombra, en su golem, “La Bruja Escarlata”, es capaz de desatar un holocausto. Lo mismo que Strange, su doble maligno, en su búsqueda de la Dulcinea.
Nunca se ha relacionado el amor pasional con el holocausto. Hacían falta personajes super poderosos para ello, personajes capaces de calcinar comunidades o destruir realidades.
El amor, en su más elevado sentido, nos sublima como personas. La forma más elevada del amor, es el amor a Dios. El cruento sacrificio de Cristo, solo se justifica por su amor a la humanidad. Y su mandamiento único dice: “ámense unos a otros como yo los amo”. Podemos considerar este mandamiento como el apotegma de la empatía, su imperativo categórico. Significa que cualquiera ame a cualquiera sin mediar razas, género, condición social, etc. Ámense todos, dice Jesucristo, pues él nos ama a todos sin distinción. Él también formuló la parábola del buen samaritano[vi]. Que nos dice que no importa la religión que profeses, la raza, género, etc. Todo lo que importa es que seas buena persona, empático.
El amor en su forma más elevada es sublime y nos sublima, pero el amor en su forma más egoísta y animal nos envilece. El amor personal no puede justificar el atropello al otro. El mercado del amor en México, hace que hombres y mujeres paguen dinero sólido por la factura de “amarres”. Brujerías, supercherías, que sin embargo tienen un mensaje sombrío: No me importa lo que el “otro quiera” o “necesite” solo me importa que me quiera a mí. Sin importar cómo. Es un “fin” de amor que justifica un “medio”. Ni el amor de madre, ni el amor romántico, ni el religioso, ningún tipo de amor justifican ningún crimen, mucho menos crímenes de lesa humanidad. Y aquí esta el mensaje de Dr. Strange.
América Castro ha sido criada por una familia homoparental, en un aparente universo homogenérico. Se han hecho memes y chistes sobre que América es una latina cuyo súper poder es atravesar fronteras, sin intermediación de polleros o tortuosos y mortales cruces de ríos y desiertos. Es uno de los poderes de la ficción, encarnar los sueños y deseos de una comunidad en un personaje súper poderoso. Es un poder que crea dioses y arquetipos. Pero América también representa al personaje LGTB. El personaje que no encuentra su lugar en ningún sitio, que no parece pertenecer, que es perseguido, amenazado de muerte, y lo único que la salva es la “empatía”.
La “empatía” que es la forma más simple y quizá más débil del amor, pero que Jesucristo considera un mandamiento, y una llave para la “vida eterna”. Y es también uno de los grandes valores de nuestro tiempo. Porque la empatía es precisamente lo que conduce a la tolerancia y a la comprensión del “otro”. Al final, con empatía es derrotada la “Bruja Escarlata”, y salvada “espiritualmente” Wanda. Con el poder de la “empatía”.
Strange, encarna la empatía. Es curioso, porque su curva de persona ve precisamente de la antipatía y la misantropía, al heroísmo empático.
Christine encarna la mujer real, la mujer verdadera, sujeta a la idealización del amor romántico de Strange. Es la Dulcinea de Strange. Las viejas fórmulas del amor romántico hoy pueden ser consideradas acoso. Y Strange es un acosador multiversal. Se pregunta: ¿Hay un universo en el que tú y yo seamos pareja? Y la respuesta es no. Strange como cualquier otro hombre que ha sido rechazado por una mujer, debe aceptar ese rechazo y continuar con su vida. No destruir el multiverso.
De esto trata Dr. Strange, es una reflexión profunda sobre el amor en nuestro tiempo. Es un guion excelente, quizá de los mejores de Marvel[vii], del escritor de “Rick y Morty”[viii], Michael Waldron. Todo esto es el “qué”, el contenido. Ahora el “cómo”, “cómo” se consolida ese contenido en un discurso fílmico.
Sam Raimi es un director clásico, que se maneja muy bien en la mejor tradición cinematográfica americana: el cine de entretenimiento. No es un director con estilo propio. Es célebre por su ópera prima: “El despertar del diablo” (1981) que incluía escenas y situaciones bastante perturbadoras -que hoy nos parecerían convencionales del género- con efectos especiales baratos, que desde su época eran bastante “hechizos”, y que hoy día resultan francamente risibles. Sin embargo ahora se considera “un clásico del cine de terror” y película de “culto”. El que Raimi no tenga una estilística, no es un defecto, probablemente sea su mejor virtud, es un director muy práctico, que se pone al servicio del proyecto, y con buen gusto e ingenio encuentra soluciones formidables. Su serie de Spider-man (2002, 2004 y 2007) con Tobey Maguire es indiscutiblemente la mejor del personaje.
Formalmente, lo mejor de Dr. Strange son sus encantadoras y fascinantes fantasías visuales, en Dr. Strange la realidad se vuelve delicuescente, y todo se transmuta: aquí y ahora se vuelven relativos, arriba de pronto es abajo, los objetos cobran personalidad, los espacios se estiran, se comprimen, se abren o se cierran, se derrumban o se reconstruyen. La primer película de Dr. Strange (2007) nos dejo sin palabra por su gran riqueza visual. La dinámica de la imaginación, con los recursos cinematográficos digitales contemporáneos, extiende al infinito sus límites: todo es posible. La segunda parte, con Raimi al frente, no se engolosinó con estas gráficas fascinantes -ya vistas- sino que centró su realización en la solidez argumental, en narrar bien la película. Con sencillez. El maquillaje “mal hecho” de Strange, zombificado, es un autohomenaje de Raimi a sus orígenes en la serie “B”, un guiño a que la verdadera fantasía no está en el asombro de la perfección técnica de los efectos visuales sino en la “complicidad” con el espectador. Raimi también le da a la película brochazos de terror y de buen humor, por igual. El resultado final es un gran espectáculo, con un gran contenido.
Gaby Meza ha lamentado que los personajes aparezcan simplificados, que no sean más complejos[ix], pero esto se debe al género narrativo, como ya explique es una alegoría, una fábula. Por lo que los personajes representan en realidad “valores”, y no “personalidades[x]”. El melodrama funciona de la misma manera. Los personajes complejos, no son mejores que los personajes simples. Simplemente son diferentes y cumplen funciones diferentes.
El crítico de cine Alejandro Alemán ha escrito en su artículo[xi] que la película le exige al espectador un doctorado en Marvel, para que sea comprensible. Es una exageración. La película puede disfrutarse sin apego a sus correlatos, pero sí, es cine serial. Aunque logra algo que es muestra de excelencia narrativa, incrustarse en una dinámica serial, y ser al mismo tiempo unitario.
Pasarán generaciones para ver una película tan extraordinaria como esta. Y todo lo que puede criticársele, con argumentos o sin ellos, no le resta nada de méritos estéticos. Es una cinta destinada a trascender, en su género.
[i] Por cierto no he escrito sobre Spider-man, no way home” aún. Hice algunos apuntes en un artículo sobre la crítica a la película… https://www.arenapublica.com/blogs/luis-gallardo/spider-man-un-nuevo-camino-para-el-cine Estoy dejando reposar está película en mi. El buen cine, cómo los buenos vinos solo mejora con los años.
[ii] También escribí sobre “Wandavision”. Se puede leer en este link: https://www.arenapublica.com/blogs/luis-gallardo/bliss-wandavision-y-platon
[iii] Existe una gran tradición crítica a este respecto, fundamentada sobre todo por los estudios de teoría literaria de Wellek y Warren.
[iv] En Roberto Gavaldón, en casi toda su portentosa obra fílmica y de forma más contemporánea, en David Lynch, en muchos de sus juegos narrativos, en forma de película “Lost Highway” (1997), “Mullholand Drive” (2001), etc.
[v] Esto se vincula con la formidable serie animada de Marvel “What If” (2021) y su primer capítulo. En la que por cierto, en su capítulo final también se explora la historia de un Dr. Strange capaz de desatar el apocalipsis multiversal.
[vi] Puede leer la parábola del buen samaritano en este link: https://www.es.catholic.net/op/articulos/49032/cat/347/parabola-del-buen-samaritano.html#modal
[vii] El guion de su primer película era magnífico también, escrito a tres manos, el guionista de cabecera del director Scott Derrickson, C. Robert Cargill, y el guionista asignado por el estudio Jon Spaihts -el guionista de “Prometheus” de Ridley Scott y de “Dune” (2021) de Villeneuve-, así como el propio director. La resolución del conflicto raya en la genialidad, al atrapar al monstruo devora mundos Dormammu, en un bucle temporal.
[viii] Eso explica mucho.
[ix] Se puede ver su crítica aquí https://youtu.be/LD8RO8N4yt4
[x] En el sentido “psicológico”, “mental”.
[xi] Puede leerse en el siguiente link: https://twitter.com/elsalonrojo/status/1522947095661264899?s=20&t=YNV4-7VrrcsMhq19fs-l2A