¿Recorte en la tasa de interés? La credibilidad de Banxico está en riesgo
El mandato del Banco de México es único: inflación del 3%, la cual, según pronósticos del mismo banco central, se logrará a finales de 2025.
El Banco de México opera a través de un régimen de objetivos de inflación con base en pronósticos, los cuales se convierten en objetivos intermedios. Para fines de este año, el pronóstico se ubica en 4%. Si se ajustan al alza dichos pronósticos, la meta del 3% debería postergarse, por lo que la postura monetaria tendría que continuar siendo claramente restrictiva para permitir que los principales canales de transmisión operen de forma adecuada y la inflación descienda.
En el segundo trimestre de este año, el pronóstico de inflación, la meta intermedia, fue rebasada marginalmente, al situarse en 4.8% frente a 4.7%, mientras que, en la primera quincena de julio la inflación anual se ubicó en 5.61%, muy lejos de lo estimado para fines de 2024, lo que sugiere que el pronóstico para el tercer trimestre y para el cierre de este año no se cumplirá. La inflación observada es mayor a lo estimado. Muy probablemente, los pronósticos de inflación se ajustarán al alza. Aun así, la gran mayoría de los analistas, conforme a encuestas recientes, estiman que el siguiente recorte en la tasa de fondeo se realizará el 8 de agosto.
Al interior de la Junta de Gobierno del Banco México hay discrepancia sobre dicho recorte. Con base en la minuta de la última reunión de política monetaria llevada a cabo el 27 de junio pasado, tres de los cinco miembros de la Junta se inclinan por recortar la tasa de interés.
Los argumentos a favor del recorte se centran básicamente en el avance en el proceso desinflacionario y la desaceleración económica, la cual contribuirá a bajar los precios de servicios y, con ello, la inflación subyacente y la inflación general. Además, se menciona que, ante una perspectiva de menor inflación, el retraso en los recortes podría implicar ajustes de mayor magnitud en el futuro.
Por su parte, los argumentos en contra, se enfocan en el impacto de la volatilidad del tipo de cambio en la inflación; en una supuesta restricción monetaria insuficiente, cuyo reflejo es la fortaleza de la demanda doméstica y el mercado laboral; en perspectivas de una política fiscal expansiva en lo que resta de este año; en la necesidad de anclar las expectativas de inflación, por el repunte del componente no subyacente, esto es, de precios agrícolas y energéticos; y, por último, en el riesgo de deteriorar la credibilidad del Banco de México con recortes prematuros en la tasa de fondeo.
En efecto, se reconoce que existe un avance muy importante en el proceso de desinflación: en agosto y septiembre de 2022 la inflación se situó en 8.70% y en la actualidad está en 5.61%. También, la economía ha perdido dinamismo: el crecimiento del producto interno bruto en 2023 fue de 3.2% y, ahora, ronda el 1.7%. Sin embargo, pese a la desaceleración, el mercado laboral continúa muy sólido, los salarios contractuales han incrementado cerca del 10% y el financiamiento al consumo ha crecido con tasas de doble dígito, además que la volatilidad en el tipo de cambio ha aumentado.
En este sentido, el dato de la primera quincena de julio fue sorprendentemente alto: 0.71% frente al 0.47% esperado. El incremento obedeció, sobre todo, al alza en varios precios agrícolas, en particular del jitomate, el cual participó con 18 centésimas en la inflación quincenal, así como de los precios de gas doméstico, gasolina y electricidad. El aumento de todos estos precios depende de factores exógenos, específicamente en la quincena de referencia del cambio climático y bajos inventarios de petróleo. La postura monetaria no influye en ellos.
Los precios agrícolas y energéticos, junto con las tarifas públicas, integran el componente no subyacente de la inflación general, y participan con cerca del 25% en el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC).
Es cierto que la inflación subyacente, que excluye los precios más volátiles en el INPC, y que participa con el 75% en el mismo, sí ha disminuido. En la primera quincena de julio se ubicó en 4.02%, su menor nivel en casi tres años y medio. Sin embargo, la inflación general ha repuntado y, con el último dato, es probable que cierre este año en un nivel superior a 5%, un punto porcentual arriba del pronóstico del Banco de México.
Aunado a esto, el Programa de Política Monetaria para 2024, publicado el 31 de enero de 2024 por el Banco de México, establece con claridad lo que se debe de hacer en el actual entorno:
“Cuando las presiones (en inflación) son generalizadas y provienen del lado de la demanda, es conveniente que el Banco Central restrinja la postura monetaria” (p.6).
Este no es el caso, pues el repunte en inflación obedece a un choque en la oferta, en precios en donde la postura monetaria no tiene influencia.
“Cuando las presiones inflacionarias provienen del lado de la oferta, el reto para la política monetaria es procurar que las expectativas de inflación de mediano y largo plazos permanezcan ancladas y que el proceso de formación de precios no se vea afectado” (p. 6)
Con el último dato, es muy probable que las expectativas de inflación, al menos para este año, se ajusten al alza, incluso para superar el 5%.
Ante esta perspectiva, si la Junta de Gobierno del Banco de México decide recortar la tasa de fondeo el próximo 8 de agosto, podría deteriorar su credibilidad, aumentar incluso la presión sobre la inflación, vía mayor debilidad de la paridad cambiaria, así como poner en riesgo el anclaje de las expectativas de inflación en el mediano y largo plazos.
Lo conveniente sería prolongar la pausa en la postura monetaria, mantener la tasa de fondeo en su nivel actual, por varios meses más, y, cuando se decida realizar otro recorte en la tasa, dar señales claras que los ajustes serán graduales, tanto en tiempo como en magnitud.