Diversificar el voto tiene sentido

En la práctica, cabe votar por un balance de fuerzas que sirva de contención a lo peor de cada uno de los personajes políticos.
29 Mayo, 2024
Elecciones en México el 2 de junio (Foto. Gobierno CDMX)
Elecciones en México el 2 de junio (Foto. Gobierno CDMX)

En ocasiones se presenta la diferencia entre los principales proyectos presidenciales que contenderán en la elección como una confrontación entre autoritarios y demócratas o entre promotores del Estado neoliberal vs. aquellos que desean un Estado emprendedor. Estos clichés son falsas dicotomías que, sin embargo, muestran riesgos a la vida política y al avance social, y que tomarlos en cuenta conduce a pensar en diversificar el voto.

El problema central de plantear la pugna autoritarismo vs. democracia es que los profesionales de la lucha y uso del poder público procuran conseguir tal poder, conservarlo y ampliarlo lo más posible hasta el punto de ser capaces de cerrar la puerta al regreso de sus rivales, sin distinción de partidos políticos. Podrá haber distinto grado de pulsión autoritaria y habilidad para materializarla en cada grupo, pero existe irremediablemente.

Si no vemos concretarse un régimen autoritario no es por la buena voluntad de personas virtuosas, sino porque las circunstancias no lo permiten, en particular por la fuerza de instituciones fraguadas en las luchas y los acuerdos políticos pasados y por la oposición que evita su debilitamiento hasta el punto de ser arrasada. Los demócratas de hoy suelen ser los opositores que se contraponen a un poder ilimitado que estarían dispuestos a usar mañana.

Quizás encierra mayor ingenuidad la distinción entre Estado neoliberal y Estado emprendedor. En teoría, el primero supone la libre competencia en los mercados y sus implacables consecuencias, mientras el segundo involucraría un gobierno que va más allá de la regulación y la redistribución e invierte en nuevas oportunidades de desarrollo. En la práctica no tenemos ni uno ni otro, sino un capitalismo de ‘cuates’ y gobiernos pragmáticos. 

Sin duda hay diferencias en el papel que juega el mercado o el Estado en distintos grupos políticos, pero estas se desdibujan al cambiar los ‘cuates’ en el capitalismo de cuates y no el sistema mismo. Por otro lado, la creencia de que se está construyendo un supuesto Estado de bienestar innovador puede producir paradojas como eliminar transferencias monetarias a favor de los pobres y sustituirlas por enormes subsidios que no se centran en ellos.

Idealmente, el ciudadano votaría por quienes representan lo que considera son las mejores acciones de gobierno con la esperanza de que se materialicen o que la deliberación democrática destile lo mejor de cada una. En la práctica, cabe votar por un balance de fuerzas que sirva de contención a lo peor de cada uno de los personajes políticos con la expectativa de que esto no se filtre y contamine gravemente las políticas públicas. 

Es ilusorio que haya una lucha entre autoritarios y demócratas, pero lo que es real es que si se vota por concentrar demasiado poder en un grupo se corre el riesgo de que ese poder se use para revertir avances democráticos. Es maniqueo hablar de neoliberales vs. estatistas, pero lo que es verdad es que la conveniencia política de cada grupo tiene impactos diferentes sobre la pobreza, la desigualdad y las oportunidades de desarrollo.

Bajo esas consideraciones, diversificar el voto entre las distintas ofertas políticas tiene la justificación optimista de creer que el diálogo y el entendimiento es aún posible, pero sobre todo se sostiene en el pesimismo que ve que en la polarización política más vale no concentrar el poder en quien arrasaría al otro o en quien por conveniencia partidista minimizaría políticas redistributivas e innovadoras.

No se requiere que los guardianes de la democracia y el desarrollo sean ángeles llegados del cielo. La lucha entre demonios puede neutralizar sus peores inclinaciones. Por eso es muy ingenuo o muy perverso concentrar el poder en un sólo grupo. Diversificar el voto tiene sentido

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Actualmente es Director de Movilidad Social del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY). Ha sido coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.

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