El Mundial de Fútbol ¿para qué?

Es difícil que en la Copa Mundial de la FIFA, más allá de la inauguración, México logre transmitir la imagen de un país desarrollado porque Trump se ha encargado de arruinarla.
24 Julio, 2025
El Mundial de Fútbol que viene.
El Mundial de Fútbol que viene.

En el boom del llamado milagro mexicano, allá a inicios de la década de 1960, México obtuvo la sede de los juegos olímpicos (1968) y la del mundial de fútbol (1970). Fue el primer país considerado entonces en vías de desarrollo en recibir la confianza del mundo avanzado para la organización de esos eventos. Era, pues, un reconocimiento al alto crecimiento económico que se presentaba en nuestra nación que, de haber seguido así, hoy sería un país de alto ingreso.

Estos eventos, sobre todo en países en vías de desarrollo, representan un intento por parte de los anfitriones para mostrarse al mundo como modernos y, por supuesto, gozar de una derrama económica -muy temporal. Incluso esta última ni siquiera es clara pues en ocasiones los costos han rebasado los beneficios aunque empresas privadas muy específicas aprovechan ganancias extraordinarias.

Cuando Lula gana la presidencia en 2003 (y que renovó en 2007) se empeñó en ser la sede tanto del Mundial de futbol en 2014, como de las Olimpiadas de 2016. Ambos eventos se le concedieron durante su mandato. Es decir, Lula intentaba mandar el mensaje de una nación moderna y desarrollada. Y así se puede decir de Rusia, de Corea del Sur, la propia China, entre otros.

Este empeño en exhibir una modernidad se podría asemejar a las ferias mundiales que han sido aprovechadas para mostrar los logros industriales, científicos y tecnológicos y culturales de las naciones y, a la vez, en principio fomentar el intercambio de ideas e innovación a escala global.

Por ejemplo, en la feria de Paris en 1889 se presentó la Torre Eiffel; en la de Nueva York en 1939, la televisión.

En el caso de México, el país utilizó su participación en las ferias mundiales internacionales entre 1880 y 1930 como una estrategia deliberada para construir y proyectar una identidad nacional moderna, tanto hacia el público internacional como hacia los propios mexicanos. En un importante libro ("Mexico at the World's Fairs: Crafting a Modern Nation" University of California Press, 1996) el historiador de la universidad de Chicago, Mauricio Tenorio, sostiene que México bajo el Porfiriato utilizó estas exposiciones para presentarse como una nación civilizada, moderna y orientada hacia Europa. Esto es, como una nación moderna.

En esta pieza argumenta que las élites mexicanas elaboraron cuidadosamente la imagen del país para combinar la herencia indígena con la modernidad europea, intentando equilibrar la tradición con el progreso. Esto no solo estaba dirigido al público extranjero, sino que también ayudó a definir qué significaba ser “mexicano” en un contexto modernizador y postcolonial.

Tenorio enfatiza que la cultura, la arquitectura, las artes y la ciencia -más que la economía o el poder militar- fueron las principales herramientas utilizadas por México para construir su imagen nacional en estas ferias. Asimismo, critica a la tesis del “mimetismo” ya que cuestiona las visiones simplistas que afirman que México simplemente imitaba a Europa. Por el contrario, muestra que la participación mexicana fue sofisticada y selectiva: se apropiaron símbolos modernos para servir a objetivos políticos e ideológicos internos.

La obra del profesor de Chicago revela que la presencia de México en las ferias mundiales no fue meramente decorativa o simbólica, sino una parte central de su agenda de construcción nacional y modernización, revelando las complejidades de la identidad, el poder y la diplomacia cultural en América Latina a finales del siglo XIX y principios del XX.

Dicho esto, volvamos a los mundiales de fútbol. México lo ha organizado dos veces y está por participar de una manera acotada en su tercer mundial. Probablemente, aunque nadie lo ha estudiado, los otros dos mundiales dejaron algún saldo positivo en cuanto a imagen y proyección del país. Las olimpiadas y el primer mundial de 1970 también evidenciaron al mundo la falta de democracia. El de 1986 se utilizó para decir que, después del terremoto del 1985, México estaba de nuevo en pie. 

En el tercero (el de 2026), que es el que nos compete ahora, al ser organizado por tres países distintos (Estados Unidos, Canadá y México) es difícil, fuera de la inauguración, que México logre transmitir una imagen de un país desarrollado, sobre todo porque la administración de Trump se ha encargado de mostrarnos como un país donde la delincuencia organizada está muy arraigada en las instituciones y políticos mexicanos. 

Tan solo la CDMX ha presupuestado 4 mil millones de pesos para apoyar la organización del Mundial. Me temo que en esta ocasión la derrama económica será solamente para los organizadores privados y ni siquiera para el grueso de la población mexicana pues los boletos costarán una fortuna.

Si tomamos como un intangible el mensaje de modernidad y civilidad que intentan proyectar estos eventos del país huésped, me temo que los 4 mil millones no van a redituar. Mejor deberíamos haber buscado ser sede de una feria mundial, en la que, de acuerdo con Tenorio, podríamos exhibir otra cara del país. Al menos la población hubiera podido entrar gratis a las exposiciones.

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".

Archivado en