Consecuencias indeseadas del quehacer público: Mensaje a los políticos

Las candidatas deben estar conscientes de las consecuencias indeseadas de políticas públicas que ya se intentaron y que fracasaron en el tiempo.
9 Febrero, 2024
Población en México.
Población en México.

El sociólogo Robert K. Merton (este es un portal de economía y finanzas por lo que muchos reconocerán el nombre de su hijo Robert C. Merton, Premio Nobel de Economía) fue el primero en formalizar y sistematizar el concepto de “consecuencias indeseadas”, a pesar de que ya había sido mencionado por muchos en el pasado, desde John Locke cuando cuestionó la regulación de tasas de interés.

En ciencias sociales una consecuencia indeseada se refiere a efectos no esperados o no anticipados y, por tanto, de difícil inferencia futura.

El afamado economista costarricense Claudio González Vega mostró que los subsidios a la tasa de interés para beneficiar a la población rural en realidad terminaron beneficiando a los grandes terratenientes durante el desarrollismo latinoamericano. A esto le llamó la “Ley de Hierro de las tasas de interés” y no fue otra cosa que una consecuencia indeseada de la política pública.

Otro ejemplo, más cercano a nosotros, lo constituye el programa “hoy no circula” que se introdujo durante la regencia de Manuel Camacho, con el propósito de reducir las emisiones de los autos. Este político (QEPD) lo aplicó a todos los autos por igual. Para darle la vuelta a esa regulación, personas adineradas compraron un segundo auto, en general más viejo (y contaminante) para usarlo solamente el día que no circulaba el nuevo y menos contaminante; con ello, se incrementó el número de autos más contaminantes que circulaban por la ciudad y lejos de reducir las partículas malignas, las incrementó. Una consecuencia indeseada, pues. Al final se tuvo que cambiar el programa y se inventaron las calcomanías 00, 0, 1 y 2, con lo que se solucionó tal efecto. 

Podría seguir y llenar páginas y páginas de ejemplos de las consecuencias indeseadas de las políticas públicas que intentan resolver un problema y arrojan el resultado contrario, o provocan otros males.

Su estudio sigue siendo motivo de investigación. Por ejemplo, más recientemente se reconoce que el mundo es complejo y que cualquier intervención, en este caso pública, actúa dentro de una complejidad, la que es imposible controlar, por lo que siempre se pueden presentar consecuencias indeseadas (para los interesados en este tema de complejidad, ver el extraordinario libro de dos economistas mexicanos, Gonzalo Castañeda y Omar Guerrero1).

Al político, sin embargo, le corresponde tratar de minimizarlas. Esta última palabra, insisto, debe interpretarse claramente: nunca desaparecen, pero es posible reducir los efectos perversos (como analogía, en una inversión financiera el riesgo nunca desaparece, pero existen técnicas para minimizarlo).

Esto se ha realizado con cierto éxito con un diseño de política basado en evidencia, que incluye su evaluación tanto ex ante como ex post. En efecto, existe una serie de políticas y programas públicos en el mundo que han arrojado evidencia de que funcionan aceptablemente, y otras que ya se sabe, arrojaron consecuencias indeseadas, las que afloran con los años las más de las veces.

El diseño de la política pública debe entonces basarse dentro de lo posible en la evidencia para incrementar su probabilidad de éxito y minimizar así las posibles consecuencias indeseadas. Lo importante es que los beneficios que trae una exitosa, rebase con creces la segunda.

Las campañas políticas están llenas de ocurrencias para ganar el voto. Se vale en este tiempo de lucha electoral. Pero las candidatas deben estar conscientes de las consecuencias indeseadas de políticas públicas que ya se intentaron y que fracasaron en el tiempo. México, durante el periodo desarrollista implementó políticas que en un inicio aparentemente funcionaron, pero que con el correr de los años trajeron consecuencias muy negativas para el país que todavía vivimos. Hoy se quieren resucitar o se han resucitado. Cuidado con ello.

Quiero concluir mencionando las 5 causas de consecuencias indeseadas que Robert Merton (el sociólogo) identificó: 

  1. Ignorancia. Esta imposibilita la anticipación de algún efecto indeseado, lo que resulta en un análisis incompleto.
  2. Errores en el análisis del problema que omiten la evidencia pasada. De la misma forma Merton señala que en este rubro puede pasar lo contrario: que algo en el pasado pudo haber funcionado, pero que las circunstancias hayan cambiado por lo que no lo harán en el futuro.
  3. Intereses políticos individuales de corto plazo que sacrifican el interés común de largo plazo.
  4. Valores o principios ideológicos que impiden tomar cierta acción que incrementaría el bienestar general
  5. Profecías auto-validadas o el miedo a cierta consecuencia, lo que conduce a la gente a encontrar soluciones antes de que el problema ocurra, cristalizando la consecuencia indeseada.

En suma, las consecuencias indeseadas pueden generar un tumor imperceptible en el corto plazo, pero cuya malignidad va creciendo con el tiempo y cuando nos damos cuenta el daño está hecho (parafraseando a Przeworzki y al título de libro de Ricardo Becerra).

Todo político debe pensar en el bien común antes de actuar, eso debiera estar en su naturaleza. Pero por sus políticas públicas y sus consecuencias de largo plazo los conoceréis, no por sus palabras en las campañas electorales.


[1] Gonzalo Castañeda y y Omar Guerrero. “Complexity Economics and Sustainable Development: A Computational Framework for Policy Priority Inference” Cambridge University Press, 2024

Fausto Hernández Trillo Fausto Hernández Trillo Investigador y académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Experto en finanzas públicas, macroeconomía y sistema financiero. Investigador Nacional Nivel III. Doctor en Economía por la Universidad Estatal de Ohio, EU, y profesor visitante en universidades de México y Estados Unidos. Autor de 3 libros y de decenas de artículos académicos. Conferencista y consultor de organismos internacionales y del gobierno mexicano y galardonado con el Premio de Economía Latinoamericana "Daniel Cosío Villegas".