Banxico y sus dilemas
El próximo 9 de noviembre, el Banco de México (Banxico) anunciará su decisión de política monetaria para la tasa objetivo. Conforme a sus comunicados y minutas recientes, lo más probable es que deje la tasa de política monetaria sin cambio en 11.25% y que el nivel actual se mantenga por un “periodo prolongado,” según lo afirmado repetidamente por el Instituto Central.
Hay dos señales fuertes en las comunicaciones recientes del Banco de México: la posibilidad de reducir tasas pronto (aparentemente) ni siquiera fue sujeto de discusión, y la decisión de mantener la tasa objetivo en su nivel actual fue unánime. Las minutas señalan de manera contundente que esto es para llevar la inflación a su objetivo de 3%, reafirmando “su compromiso con su mandato… de consolidar un entorno de inflación baja y estable.”
En estos tiempos de transformación, siempre es muy bueno que la autoridad reafirme su compromiso con cumplir con la Ley. Sin embargo, es conveniente preguntarnos si esta posición de la política monetaria es razonable o no.
Es cierto que la inflación general aún se encuentra por arriba de su objetivo, que hay contaminación a la inflación de servicios y que existen fuertes riesgos de que persistan o aumenten las presiones sobre los precios al consumidor. También es verdad que el celo del Banco Central por asegurar la convergencia de la inflación a niveles bajos y estables puede hacer mucho por el crecimiento económico y la estabilidad macro-financiera. Pero la historia no acaba ahí.
La posición laxa o restrictiva de la política monetaria, no está dada por la tasa nominal de interés que define Banxico a través de su instrumento objetivo, sino por la tasa real ex-ante que prevalece (basada en las expectativas de inflación).
Esto es, lo relevante para fomentar o inhibir la demanda interna e incidir sobre la inflación, no es la tasa de corto plazo anunciada por el Banco de México, sino su diferencia respecto a la inflación esperada, pues esto representa el costo real de los recursos financieros. Una tasa nominal puede ser “alta,” pero si se espera que la inflación se ubique por arriba de ella, la política monetaria no solamente no sería restrictiva, sino que puede ser relajada; por el contrario, una tasa nominal “baja” puede ser restrictiva si la inflación esperada está muy por debajo de ella.
¿Cómo está México en este tema? Al principio de octubre 2023, la tasa objetivo del Banxico se mantenía en 11.25% anual y la inflación acumulada esperada para los próximos 12 meses, conforme a la Encuesta de Expectativas levantada por el propio instituto, se ubicaba en 4.12%, lo que representa una tasa de interés real ex-ante de 6.85%. Esta tasa es la más alta desde que se tiene registro y es de esperar que siga aumentando durante el “periodo prolongado” si las expectativas de inflación siguen bajando.
Banxico podría bajar su tasa objetivo significativamente y aun así permanecer en territorio restrictivo si las expectativas no se deterioran. Bajar moderadamente la tasa no sería “tirar la toalla” respecto al combate a la inflación, como se ha dicho a veces.
Otra medida: El diferencial de tasas de política monetaria entre México y Estados Unidos es actualmente de 5.75%, uno de los más altos de los que se tiene registro. Esto explica en buena medida la fuerte apreciación del peso respecto al dólar, cuyos efectos negativos sobre las exportaciones, el turismo y el poder adquisitivo de las remesas en pesos ya se sienten claramente.
En una economía sin desequilibrios importantes en la cuenta corriente y en finanzas públicas, el empujón adicional de la política monetaria resulta innecesario y deriva en una apreciación excesiva de la moneda (aunque puede ser que en Palacio Nacional tengan otro modelo).
Así, a todas luces, la tasa real antes descrita resulta elevada para una economía que se espera se desacelere de un crecimiento anual de 3.2% a 1.9% entre 2023 y 2024, sin mencionar el alto costo actual del crédito y la baja penetración financiera.
Hay un refrán en el mundo de la banca central que dice: “las palomas no van al cielo.” Las minutas de Banxico reflejan esta preocupación por trascender al afirmar: “… debe conservarse la categorización de dicho periodo como ´prolongado´ e incluso ´aún no definido´, con el fin de contribuir a la expectativa de que todavía no es posible vislumbrar con precisión la fecha del inicio de las disminuciones en la tasa.” Es decir: “mejor que queme al santo a que no lo alumbre” y, si nos equivocamos, que sea para el lado restrictivo.
Hay países en la región con tasa de inflación mayor a la de México y objetivos de inflación iguales o menores, que no comparten esta filosofía y ya comenzaron a bajar sus tasas de interés ante descensos en las expectativas de inflación, como es el caso de Brasil, Chile y Perú.
Quizá sintiendo esta “peer pressure” se comenta lo siguiente en las minutas: “… el ciclo monetario deberá seguir enfocándose en las presiones internas, primordialmente sobre el componente subyacente, y mantenerse ajeno a cambios en las posturas monetarias de otros países.” ¿Ajeno? Pues quizá respecto a Brasil, Chile y Perú, pero no a Estados Unidos, en donde la Reserva Federal ha mandado señales claras de que la tasa objetivo se mantendrá alta por mas tiempo, e incluso podría subir. Muy probablemente, estas señales son una condición importante para la postura de Banxico y no tendría nada de malo decirlo.
El Banco de México, el INE y la Secretaría de Relaciones Exteriores tienen los mejores equipos técnicos de trabajo del Estado mexicano. Es muy posible que muchas de las afirmaciones planteadas en este breve texto han sido cuidadosamente valoradas previamente por Banxico y la decisión de mantener la tasa sin cambios sea apropiada. Sin embargo, marginar en la discusión la razonable posibilidad de empezar a bajar la tasa resulta algo extraño.
Si bien persisten riesgos elevados sobre la inflación, hay un buen número de indicadores que deben ser tomados en cuenta para intensificar la discusión sobre el punto de inflexión de la política monetaria. Los costos de tardarse pueden ser altos.