El baile de los 41

En la nueva película de David Pablos, había material para realizar una extraordinaria película; había todo, pero no ocurre porque la cinta no logra escapar de la anécdota.
4 Diciembre, 2020
La película El baile de los 41, del realizador mexicano David Pablos, fue la función de clausura del Festival Internacional de Cine de Morelia (Imagen: Twitter @FICM)
La película El baile de los 41, del realizador mexicano David Pablos, fue la función de clausura del Festival Internacional de Cine de Morelia (Imagen: Twitter @FICM)
Cinetlán

La nueva película de David Pablos narra un hecho histórico vergonzante para la sociedad mexicana, pues exhibe su homofobia, y su intolerancia.

“Los 41 maricones… aquí están los maricones, muy chulos y coquetones”. Con estas palabras homofóbicas encabezó la prensa policíaca o roja, en los periódicos, el escándalo suscitado por una fiesta en la que departían 41 presuntos homosexuales. Se publicó en una hoja suelta, ilustrada por José Guadalupe Posada, y la nota corrió popularmente por el país a modo de corrido: ese formato histórico, noticioso que le permitía al pueblo analfabeta informarse.

Yo supe hace muchos años de este tema a través del libro enciclopédico de Antonio Avitia Hernández, Corrido Histórico de México, publicado por Editorial Porrúa en la colección 'Sepan Cuantos', en cinco tomos, del número 675 al 679i. La lectura del libro es muy ligera y es una forma de adentrarse en detalles cotidianos de la historia de México o la microhistoria como le llaman los historiadores, en eventos que los artistas del corrido consideraron merecían circular de boca en boca, y ser tarareados por los memoriosos.

Narra una redada en el número 41 de la calle de La Paz, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, en donde se llevaba a cabo una fiesta licenciosa en la cual, la mitad de los hombres iban trasvestidos, además entre los parroquianos se iba a rifar a un efebo.

El escándalo era que algunos de los detenidos eran miembros de alguna destacada familia de la aristrocracia porfiriana. Trascendió que no eran 41, eran 42, pero el último dígito libró el arresto: se trataba del yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier. Heredero de la próspera Hacienda de Santiago Tenextepango, en Ayala, Morelos, que tuvo por un tiempo a Emiliano Zapata como caballerango.

El castigo de los convidados fue draconiano: al día siguiente los travestidos tuvieron que barrer las calles de la ciudad con su respectivo avituallamiento, para humillación pública. Luego al parecer los ricos del grupo la libraron. La parte clasemediera o pobre, fue enviada a Progreso Yucatán, a cumplir condena de cárcel con trabajos forzados, y luego fueron enrolados en el ejército y enviados a combate en la cruenta guerra de castas, siete de ellos presentaron un juicio de amparo para impedirlo, pero no lo ganaron. A raíz de este escándalo, en todo México se estigmatizó el pertenecer al club de los 41, el número 41 en sí se volvió homónimo de homosexualidad.

Había pues material para realizar una extraordinaria película, había todo, pero no ocurre porque la cinta no logra escapar de la anécdota. Son 93 minutos que cuentan la anécdota, sin trascenderla. Esta película demuestra que en el cine no todo es producción, ni dirección. David Pablos es indudablemente un buen director. Y la película tiene valores de producción espléndidos: una lujosa dirección de arte, una fotografía muy precisa y elegante, y buen trabajo actoral. Luego entonces tendríamos que decir que se trata de una buena película. Pero el resultado es muy, muy mediano.  

Nos regala algunas estampitas lujosas para el mojigato cine mexicano contemporáneo, un plano general fastuoso de una orgía gay: tan estética como superficial, tan pintoresca que se siente plástica, inorgánica. Y así es toda la película, mucho merengue en un pastel mal cocido. ¿Y por qué esta mal cocinada? ¿Qué falló? Falla el corazón de toda producción: el guion.

 

...Y así es toda la película, mucho merengue en un pastel mal cocido. ¿Y por qué esta mal cocinada? ¿Qué falló? Falla el corazón de toda producción: el guion.

 

El problema se llama Monika Revilla. La comunicóloga y publicista, por alguna razón inescrutable esta en su mejor momento profesional, pero sus guiones, de series -y ahora fílmicos- dejan mucho que desear. Escribió Juana Inés la producción de Canal Once, que debía homenajear a la décima musa: y trapeó con ella de forma miserable. En lugar de exaltar el talento descomunal, la inteligencia, la sensibilidad artística, el valor femenino llevado hasta sus últimas consecuencias frente al patriarcado, centra la serie en las relaciones lésbicas, sexuales, de Sor Juana con la Condesa de Paredes, un hecho insólito que jamás ocurrióii.

Además Revilla hizo una Sor Juana gris y sin gracia, sin la menor chispa, y transformó al arzobispo Francisco de Aguiar y Cejas en un villano de cartón, en una caricatura de serie fantástica como Darth Vader o Voldemort. Una serie muy lamentable. Hace no mucho, estrenó Monika Revilla otra serie, ahora dirigida por Manolo Caro, Alguien tiene que morir, otra pieza que tiene un tema histórico con un potencial inconmensurable, que se transforma en una cosa insulsa. Con otro villano acartonado. Y ese es, por ahora, el límite dramatúrgico de la señora Monika Revilla.

La película El baile de los 41 carece de la esencia de la buena narrativa: lo que llamamos drama. Algunos críticos consideran una virtud que la película no caiga en el melodrama, pero… ¡Es un melodrama! -Melodrama, no caigas en el melodrama- Así queda un melodrama cohibido, que se rechaza a sí mismo, un melodrama de closet. Quiero pensar que los críticos se refieren más bien al tono melodramático, y pues sí, no lo tiene. Es un drama sin drama. Un drama desdramatizado. Descafeinado. Lo que resulta en un discurso insulso, inocuo y gris.

En verdad, ¿eso es más artístico que conectarse emocionalmente con el espectador?  No sería mejor una pizca de sensibilidad. ¿Por qué el cine mexicano rechaza la conexión emocional? Parece que dijera ¡No nos hagamos llorar, que somos hombres! ¡Ah ya! Ese es el patriarcado cinematográfico, ese cine que descree de lo emocional, frío y despiadado, como se supone que debe ser todo hombre. Hoy le llaman masculinidad tóxica.       

La película podría haber sido poderosa si escapa de la anécdota, si trasciende en un verdadero drama humano, en una introspección psicológica-cinematográfica que nos lleve a entender a un personaje gay de la época, en todas sus aristas, a comprenderlo. Eso hace una buena película.

A Monika Revilla le recomiendo revisar los extraordinarios biopics de William Dieterle, director emanado del expresionismo alemán, con películas como la Historia de Louis Pasteur (1935), La vida de Emile Zola (1937), Juárez (1939) nuestro héroe de la Reforma, ejemplos de como se puede ser profundo, interesante e histórico a la vez. Pero quizá lo desprecie porque es cine en blanco y negro de los años treinta. Y en lo psicológico, si Bergman es demasiado pedir, ahí esta Clint Eastwood, o incluso Ang Lee si se quiere una referencia de un cineasta que ha expuesto notablemente la problemática gay desde Hollywood con Secreto en la montaña (2005), aunque había filmado en Taiwan la excelente comedia Comer, beber y amar, y en México tenemos el cine de Jaime Humberto Hermosillo, su película Doña Herlinda y su hijo (1981)iii es infinitamente superior en el aspecto más esencial: en el aspecto humano.

Y pues así nos queda una película bien hecha, pero emocionalmente vacía. Cuyo significado profundo, que es delatar la homofobia, esta dado en la anécdota. Lo que nos lleva al tema moral, que al final es el más importante, el que trasciende: ¿Qué imagen deja de los homosexuales? Según la película: son promiscuos y libertinos, egoístas, ambiciosos e interesados. Hipócritas y mal intencionados, y muy insensibles y poco empáticos. Al final son cartones, estereotipos. No les da ningún valor positivo. Y no los humaniza porque no se centra en el amor, se centra completamente en la sexualidad. Y una sexualidad hedonista, e irresponsable.

 

¿Qué imagen deja de los homosexuales? Según la película: son promiscuos y libertinos, egoístas, ambiciosos e interesados. Hipócritas y mal intencionados, y muy insensibles y poco empáticos.

 

Entonces es un problema de enfoque. Había elementos para desarrollar una buena historia de amor: se supone que hay unas cartas, que nunca leemos, ni escuchamos, ni vemos escribir, ni leer, ni enviarse, ni recibirse.

Un gramo de Violet Evergarden -notable anime de Netflix- les hubiera hecho mucho bien. ¿Me equivoco? Basta contrastar la ya citada Secreto en la montaña (2005) de Ang Lee, que gira sobre la historia de amor, y no en la sexualidad, que expone a dos hombres humanizados y bien perfilados, envueltos no solo en la hipocresía social, sino en la violencia de género y los crímenes de odio. La pongo de contraejemplo como una obra que cuida mucho la imagen social de sus personajes, que logra que comprendamos su problemático.

Pero en esta película de El Baile de los 41 la normalidad gay incluye orgías cada fin de semana. Que se rife un adolescente en una fiesta sexual: ¿puede considerarse normal? ¿Debemos entender eso como una normalidadiv? Si fuera una fiesta heterosexual y se rifara una niña adolescentev ¿No sería escandaloso? Es cierto, la película discurre contra la homofobia, la anécdota lo trae de sí, pero también se dispara en el pie. Afecta una imagen que debería, responsablemente, manejarse de forma más cuidadosa.

ADENDA

Hablemos de una verdadera historia de amor, muy bien narrada: Mi maestro el pulpo (2020) de Pippa Ehrlich que puede verse por Netflix, es un documental personal, casi un diario -algo muy de moda en el cine documental contemporáneo- sobre un documentalista veterano, Craig Foster, que ha perdido el sentido vocacional, y trata de hallar nuevamente el sentido de su vida. Buceando en un bosque submarino conoce accidentalmente a una pulpo que llama poderosamente su atención, porque la pulpo construye una peculiar estructura, que se asemeja a una escultura o a un nicho religioso, algo muy poco usual en la naturaleza: ¿Qué es aquello que construyó la pulpo? Y sobre todo ¿Por qué? Toma la decisión de entender sus razones conociéndola a fondo, así que decide visitarla todos los días. Lo que resta del documental es fascinante, una aventura natural llena de momentos de gran intensidad emocional, y conocimiento. Un coctel cinematográfico perfecto. Un coctel con pulpo incluidovi. Buena película, Imperdible.

 

[i] Avitia es uno de los historiadores más acuciosos e importantes del Estado de Durango, publicó también La leyenda de movieland: historia del cine en durango (1897-2004). Además es el máximo coleccionista de hojas sueltas del país. También incluyó ese tema en el Cancionero Histórico Chilango.

[ii] El maestro filólogo Antonio Alatorre,  máximo estudioso de la vida y obra de Sor Juana, se debe haber revolcado en su tumba. Tuve la suerte de realizar programas sobre el maestro Antonio Alatorre, aquí dejo el link de mi programa en la serie Maestros detrás de las ideas https://youtu.be/0Iiv89EFSeQ en el minuto 13:24 habla del tema de Sor Juana y la Condesa, atención cuando dice “una relación carnal era imposible”. Si se sigue a pie juntillas la cultura de la época, a través de los volúmenes que le dedica el maestro Alatorre, o  la obra de Octavio Paz, Sor Juana o las trampas de la fe, tendrían una imagen menos superficial de una personalidad tan relevante de nuestra historia y cultura. Lo que debería haber hecho la señora Revilla.

[iii] Adaptación de un cuento del notable escritor mexicano Jorge López Paez, sus obras tratan la problemática gay en el contexto nacional doble moralista. Recomiendo mucho su novela Los cerros azules.

[iv] No escribo superficialmente al respecto, para conocer más sobre la teoría de la normalidad recomiendo los estudios del Dr. Gustavo Pittaluga.

[v] Esto ocurre con el personaje de Sonia en la película Lolo (1993) de Francisco Athie, interpretada por una muy joven Esperanza Mozo, pero en este caso ella rifa su virginidad voluntariamente para allegarse recursos y huir con su novio Lolo.

[vi] Disculpe amable lector no pude eludir el chiste. Aunque le garantizo que después de verla no volverá a comer el pulpo de la misma manera.

Luis F. Gallardo Luis F. Gallardo Nació en la Ciudad de México, en medio de los cohetones que echaban los suavos y zacapoaxtlas para conmemorar la batalla de Puebla, un 5 de mayo de 1975. Pertenece a la generación 1996 del CUEC, donde estudió Cinematografía, también estudio Letras Hispánica en la UNAM. Se especializa en guiones de programas de televisión cultural y educativa, de esos que pasan de madrugada. 18 años de experiencia en docencia, capacitación e investigación cinematográfica. Ha visto un par de películas. Baila salsa.

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