Consumo: Entre el optimismo, la redistribución, e inconsistencias

El INEGI también debe abordar la posible inconsistencia entre los datos del gasto y el ingreso de los hogares.
1 Octubre, 2025
Consumo de los hogares.
Consumo de los hogares.

El consumo privado aumentó en el país. El comportamiento de este gasto suele ser un indicador clave de las expectativas sobre el desempeño económico. Un mayor consumo podría interpretarse como una mayor confianza de los hogares en el futuro y, por ende, que su nivel de gasto será sostenible.

Sin embargo, el incremento en el consumo también podría deberse a una importante redistribución del ingreso que inyecta dinero en los bolsillos de los hogares con mayor propensión a gastar, sin que esto se relacione necesariamente con un mayor optimismo. ¿Cuál de estas hipótesis prevalece? La evidencia disponible es inconsistente, pero apunta a la segunda.

Sin duda, los consumidores están comprando más. La interrogante se centra, en todo caso, en la magnitud de este cambio. De acuerdo con las Cuentas Nacionales, entre 2018 y 2024 el consumo privado per cápita creció un 0.8% real por año. Por su parte, la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 indica que el gasto corriente per cápita de los hogares se incrementó en promedio un 3.8% anual real en el mismo lapso. Si el gasto en consumo correspondiera a las previsiones económicas, la cifra de la ENIGH anticiparía un futuro excepcionalmente brillante.

Se asume que el consumo agregado está ligado a la previsión de un mejor panorama económico, ya que los hogares difícilmente se endeudan y gastan más en bienes y servicios si no tienen la perspectiva de que podrán mantener su empleo, conservar o aumentar su ingreso. De esta forma, un mayor endeudamiento y consumo suele ir acompañado de la expectativa de un ingreso sostenible o “permanente” a futuro. Desafortunadamente, la idea de que los hogares en conjunto son optimistas no parece sostenerse.

Entre 2018 y 2024, el ingreso corriente per cápita, según las Cuentas Nacionales, creció en promedio menos del 1% anual, lo que difícilmente constituye un panorama alentador. En realidad, el mayor consumo se explica por una redistribución del ingreso a favor de las remuneraciones a los asalariados, las cuales aumentaron su participación en el PIB de 26% a 30% en el periodo mencionado.

Este cambio distributivo es enfatizado por la ENIGH, la cual muestra que la mitad de los hogares con menores ingresos experimentó el mayor aumento en el ingreso, particularmente el proveniente del trabajo. 

La historia terminaría ahí de no ser porque la ENIGH muestra que el ingreso corriente de los hogares aumentó más de 50% de lo que aumentó su gasto corriente entre 2018 y 2024, lo cual luce inconsistente con la idea de que el aumento en el consumo fue un mero efecto distributivo. Puesto de otra forma, la ENIGH sugiere que el cambio en el gasto de los hogares tuvo que ver con un aumento muy importante en los ingresos que no sólo posibilitó compraran más, sino que también incrementaran su ahorro, todo ello en una economía que en términos agregados apenas crecía.

Este tema ha sido abordado desde la perspectiva de la medición de la pobreza por Víctor Hugo Pérez Hernández, investigador del Instituto para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana en su artículo La ENIGH bajo la lupa, el cual sugiere que posiblemente  en el levantamiento de la encuesta se habrían “implementado medidas para captar mejor los ingresos de los hogares, sin que se modificara de manera sustancial la forma en que se mide el gasto”. De esta forma se explicarían incrementos del gasto y del ingreso inconsistentes.

De lo anterior se desprenden varias implicaciones para entender la marcha de la economía:

  1. El consumo ha aumentado a pesar de un desempeño económico mediocre, por lo que no debe interpretarse como una señal generalizada de optimismo.
  2. Los aumentos en el consumo podrían persistir mientras continúe la redistribución del ingreso, aunque esto resulta cada vez más difícil en una economía estancada.
  3. Si bien múltiples fuentes apuntan a la reducción de la pobreza, "La gran duda es en cuánto realmente se redujo…" como apunta Pérez Hernández.

El INEGI acumula otra aclaración pendiente sobre su información. Además de la modificación en la forma de preguntar sobre el acceso a los servicios de salud, la presencia de datos atípicos en el ingreso de los hogares y el cambio en los criterios metodológicos para determinar la carencia de acceso a agua, ahora debe abordar la posible inconsistencia entre los datos del gasto y el ingreso de los hogares.

Dada su indudable capacidad técnica, el INEGI no debe esperar para atender las dudas planteadas.

Rodolfo de la Torre Rodolfo de la Torre Ha sido Director de Movilidad Social del CEEY, Coordinador de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Director del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana, y Director de El Trimestre Económico del Fondo de Cultura Económica (FCE). Fue parte del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México. Es economista por el ITAM, y maestro en Filosofía de la Economía por la Universidad de Oxford.

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