¡Estamos hartos del nearshoring!

Entre el optimismo desbordado y las visiones apocalípticas del país. Hay dos discusiones que ha despertado el nearshoring, pero la realidad tiene la mala costumbre de ser mucho más complicada que nuestras historias.
31 Enero, 2024
Gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda
Gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda.

¡Estamos hartos del nearshoring! Y no es para menos. En todos los periódicos, en todas las revistas, en los noticieros, en las campañas. “Mi primo tiene un terreno que va a subir de precio por el nearshoring”. “Mi vecino dice que está aplicando a Tesla”.

Ésta es la historia de todos los días en ciudades como Monterrey, corazón industrial del país y epicentro del nearshoring, fenómeno que nos ha tomado por sorpresa desde el año pasado. Son ríos de tinta los que se han escrito sobre nearshoring, lo que significa para el país, las oportunidades y retos que supone. Tengo que confesar que también he sido cómplice de este trend desde hace un año, cuando publiqué mi primer artículo en la revista Ideas de la Escuela de Negocios del Tec, dando pláticas y participando en cuanto foro existe del tema.

Parece que las empresas multinacionales un buen día se dieron cuenta de que era mala idea hacer negocios en China, cerraron sus plantas y se aprestaron a mudarse a México, creando empleos y crecimiento. Esta es la historia que nos han estado contando.

Sin embargo, la historia parece una alucinación esquizofrénica para algunos. Solo ayer la candidata Xóchitl Gálvez decía que “México está peor que nunca”. Entonces, ¿qué está pasando? ¿Cómo es posible que todas las empresas quieran mudarse a México, pero al mismo tiempo mucha gente piense que está en su peor momento? Si está confundido, tiene razón en estarlo. Como de costumbre, la realidad tiene la mala costumbre de ser mucho más complicada que nuestras historias.

Primero, lo obvio. Nuestro país, al que todos amamos y queremos que sea mejor, enfrenta desafíos enormes en muy diversos frentes. En educación, infraestructura, tecnología, seguridad, gobernanza, en fin, dígame cualquier área y le puedo dar un indicador que muestre los rezagos del país.

Sin embargo, también es cierto que a los mexicanos nos encanta autoflagelarnos, y a pesar de todos los problemas que tenemos, la realidad es que hay bastantes frentes en los que no salimos tan mal librados. Esto es verdad, sobre todo al compararnos con otros países, en particular en nuestro vecindario latinoamericano. Tengo amigos a los que quiero mucho en la América del Sur, así que diré esto con mucho respeto: váyase una semana a Argentina y luego hablamos de climas de negocios adversos.

La otra realidad es que, para bien o para mal (probablemente para mal), el mundo se ha vuelto un lugar sumamente complicado. Solo vea las noticias: tenemos dos guerras terribles en este momento, grupos atacando barcos que vienen de China a Europa, una crisis ambiental que el año pasado secó ríos y presas, postrando la economía global y que en este momento tiene paralizado al canal de Panamá. En fin, dondequiera que volteé, hay problemas. Aunque no lo crea, en ese mundo terrible, México, con todos sus retos, no se ve tan mal.

¿Este deterioro global es suficiente para que el inversionista internacional decida apostar por el país? La respuesta es un rotundo depende. Hay empresas para las que el complejo entorno internacional representa riesgos inaceptables y México, con sus propios problemas, es una apuesta razonable. Para muchas empresas, la apuesta por México no es incondicional. No es que se estén cerrando fábricas en China y se muden a México: son inversiones adicionales, líneas de producción y partes de la cadena de proveeduría las que están llegando a nuestro país. En el fondo, es una estrategia de diversificación, no poner todos los huevos en la misma canasta. Y México no es la única opción para diversificar el riesgo, estamos compitiendo mano a mano con los países del Sureste de Asia.

Esta sutileza no es menor, y puede ayudar a conciliar el optimismo desbordado por el nearshoring con las visiones apocalípticas del país. En realidad, hay dos discusiones simultáneas que ha despertado el nearshoring.

La primera es sobre qué negocios pueden prosperar en México ante este nuevo y desafiante entorno internacional. Esta es una pregunta tanto para la empresa multinacional como para el empresario mexicano. El inversionista global sabe perfectamente lo que podemos y no podemos ofrecer, y a partir de esa realidad está decidiendo llevar su producción al país. Es la pregunta que se hizo Musk al apostar por Monterrey, y junto con él, los inversionistas detrás de los 32 mil millones de dólares de inversión extranjera directa que se instalaron en el país el año pasado.

El empresario mexicano también está muy consciente de nuestras limitaciones y capacidades. Adicionalmente, muy probablemente sea escéptico de tantos otros momentos donde un optimismo sin fundamento llevó a tomar malas decisiones, por lo que es cauto. Los capitales mexicanos están invirtiendo en tierra, parques industriales y logística. Tiene su lógica, si todo esto termina siendo otro cuento, al menos nos quedamos con una bodega cuando termine.

Sin embargo, tenemos también empresarios que están pensando fuera de la caja, imaginando maneras creativas de aprovechar este momento. Está, por ejemplo, Daniel Autrique, de Prima.Ai, la primera fábrica descentralizada de América Latina, que a través del uso de tecnologías digitales, aspira a ser un líder en la manufactura de acero. Prima.AI suma las capacidades de decenas de pequeños y medianos productores a lo largo del país bajo un mismo sello que ofrece altos estándares de calidad, certificaciones industriales y escala suficiente para satisfacer la demanda de las grandes multinacionales.

Cerrar las enormes brechas en educación, infraestructura, tecnología o seguridad sería fabuloso para empresas como Prima.Ai. (y de paso para el resto de México). Pero la verdad es que los casos de negocios tienen que partir de una realidad en la que probablemente estas brechas subsistan. Al conversar con empresarios que están haciendo estas apuestas, es posible darse cuenta de que sus más importantes puntos de dolor podrían resolverse relativamente fácil. Un acceso carretero, un carril de verificación en la aduana, una línea de transmisión eléctrica, equipo en una terminal marítima o facilidades regulatorias. Nada que sea imposible, incluso en México.

Esto nos lleva a la segunda discusión que ha detonado el fenómeno del nearshoring. La pregunta de si este fenómeno es una oportunidad para que el país se desarrolle de una vez por todas y supere sus rezagos históricos. Al abordar esta pregunta es cuándo surge la fuerte disonancia que muchos pueden ver como la esquizofrenia del nearshoring.

¿Existe un mundo donde el entorno externo cambia tan diametralmente que México se convierte en la fábrica del hemisferio y alinea todos los intereses en el país para, ahora sí, desarrollarnos? ¿Existe un mundo donde alcanzamos la convergencia tecnológica con los Estados Unidos? ¿O en el que desarrollamos todas nuestras potencialidades y capacidades productivas? Me gustaría pensar que ese mundo existe, pero por lo que ha sucedido en los últimos meses, me está costando trabajo pensar que estemos viviendo en ese mundo, al menos por ahora.

El impacto que supone el nearshoring, con lo que ha sucedido hasta ahora, parece una historia de empresas y modelos de negocios que pueden ser exitosos ante cambios en el mundo, a pesar de nuestro clima de negocios, no gracias a él. Sin embargo, veo difícil que esta tendencia represente la oportunidad para dar de una vez el anhelado salto al desarrollo. No es que sea imposible, pero es poco probable que suceda ahora y que este fenómeno sea su detonante.

Antes de deprimirnos, hay que dimensionar las cosas. El impacto del nearshoring, muchos analistas lo ubican en medio punto del PIB, algo significativo para un país que ha crecido menos del 2% en los últimos 30 años. Es una oportunidad para el empresario que está dispuesto a arriesgarse. Seguramente muchas personas harán mucho dinero. Y no es menor, esto puede cambiarle la vida a miles. Gobierno y empresas muy probablemente puedan encontrar oportunidades para trabajar de la mano, resolver problemas y aliviar puntos de dolor que liberen las oportunidades que supone el nearshoring.

Creo que la moraleja de esta historia, hasta ahora, es que más vale ser realistas que optimistas o apocalípticos. Hay oportunidades ahí fuera que podemos aprovechar. Si nos enfrascamos en lamentarnos por todo lo malo que nos sucede, podemos dejar pasar la oportunidad de resolver problemas menos ambiciosos que pudieran tener un alto impacto en muchas personas. Tampoco es que esto sea un llamado a olvidar el sueño de un país más próspero y equitativo. Solo que hay que ser realistas y ver que no hay soluciones fáciles.

El nearshoring puede ser una gran oportunidad para muchos en México, pero está lejos de ser una solución mágica.

Roberto Durán-Fernández Roberto Durán-Fernández Roberto Durán Fernández es profesor en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey. Es economista por el ITAM, cuenta con una maestría en economía por la London School of Economics y se doctoró por la Universidad de Oxford, especializándose en desarrollo regional. Ha sido consultor para el Regulador de Pensiones del Reino Unido, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento y la Organización Mundial de la Salud. En la iniciativa privada colaboró en la práctica del sector público de McKinsey & Co y la dirección de finanzas públicas e infraestructura de Evercore. En el sector público fue funcionario en la SHCP y en el Banco de México.