Trump y los déficits gemelos

El presidente Trump, asesorado por un grupo de economistas, ha satanizado el déficit comercial que su país ha alcanzado en las últimas dos décadas. ¿Está en lo correcto? Esta breve nota trata de responder a esta pregunta.
La balanza comercial se define como la diferencia entre las exportaciones y las importaciones de un país. Este balance se encuentra en déficit cuando las segundas son mayores que las primeras. ¿Es eso malo? Pues todo depende.
Por un lado, un déficit causado por la importación de insumos para la producción puede reflejar un dinamismo económico importante del país deficitario.
Por otro, independiente a lo anterior, un déficit comercial puede sugerir que “sale” dinero del país. No obstante, el país con déficit comercial puede ser el receptor de ese dinero que salió. Esto es, en repetidas ocasiones los países superavitarios comercialmente tienen en sus manos el recurso económico producto de la transacción comercial, y tienen que encontrar en qué invertirlo alrededor del mundo. En los años recientes, desde la incursión de China a la globalidad, buena parte de su dinero se invierte (¿invertía?) en los EEUU. De manera natural, esto en turno ha ocasionado que el desarrollo financiero de ese país sea el más profundo del mundo, por dos razones.
Primero, el dinero de los países superavitarios (China en nuestro ejemplo) se “guarda” en dólares. La mayor parte de las reservas internacionales del mundo se encuentra denominada en esa moneda. Esto ha colocado al dólar estadounidense como una moneda no solamente “fuerte”, sino como el activo más seguro del mundo. No es, pues, exagerado decir que gracias a ese déficit comercial es que eso ha sucedido. Trump no parece reparar en ello.
Segundo, y relacionado con el anterior, esos recursos en dólares se invierten en las bolsas financieras de EEUU, con lo que el tamaño del mercado accionario americano ha crecido de manera abrupta; es decir, gracias a ese déficit comercial gringo. Para poner en contexto, considere que el tamaño de ese mercado representa dos veces el PIB de esa nación, mientras que la suma de todos sus respectivos mercados en Europa solo alcanza el 50% de la suma de los PIB de esas naciones. Más aún, ese crecimiento se debe a innovaciones (computadoras personales, buscadores de internet, teléfonos inteligentes y ahora inteligencia artificial), las que se encuentran en buena medida en manos de compañías americanas, y ello es lo que hace atractivo que se invierta en esas acciones y en ese país.
En suma, el déficit comercial de los EEUU es en realidad, desde este punto de vista, un símbolo de su éxito económico. Detener eso solo hará que el crecimiento de los mercados accionarios se frene (como ha empezado a suceder), así como un posible colapso del dólar, lo que indudablemente impactará las condiciones económicas de los ciudadanos americanos.
Otra forma de analizar esto es por la vía de los déficits gemelos. Como se sabe por contabilidad nacional, el déficit comercial debe equilibrarse mediante el balance de inversión privada y pública. Lo que el déficit comercial refleja en términos privados es que los americanos ahorran menos que lo que invierten. Al mismo tiempo, su gobierno gasta mucho más que lo que se recauda. Ergo, se valida la famosa hipótesis de los déficits gemelos.
Con base en lo anterior, si Trump realmente quisiera disminuir el déficit comercial rápidamente, la mejor manera de hacerlo es reduciendo el déficit público, y eso solo se puede hacer con un aumento en los impuestos (no necesariamente tarifas) y/o una reducción en el gasto público. Eso reduciría el déficit comercial de una manera que no dañara el desarrollo financiero de su país, y mejor aún, sin dañar al dólar. Los efectos redistributivos adversos en el neto, podrían resultar favorables para la ciudadanía.
Si Trump insiste, el dólar seguirá debilitándose, y el mercado accionario dejará de presentar crecimientos importantes. Esta es una señal perversa para los mercados, y están actuando en consecuencia.
