El consumo no alcanza para sostener la economía
El gobierno apuesta por el consumo para evitar la recesión, mientras que la inversión sigue en cuidados intensivos. Un mal cálculo, y de corto plazo. A pesar de los aranceles, han sido las exportaciones las que han salvado la economía, pero no será por mucho tiempo, con una inversión apagada.
Ayer el INEGI publicó que el consumo privado, el gasto de los hogares, repuntó 0.6% mensual, tras la caída de julio. Sin embargo, el crecimiento acumulado del gasto de las familias aún es negativo, de -0.3% anual. Más aún: en el primer semestre, el consumo privado restó -0.3 puntos porcentuales al PIB, según el propio INEGI. Es decir, lejos de empujar el crecimiento, el gasto de los hogares se convirtió en un freno para la economía. La lectura es clara: el gasto de los hogares se mantiene, pero más por inercia que por impulso.
La razón es estructural. El crecimiento de la masa salarial se ha desacelerado, el crédito al consumo se encarece y las remesas -que durante años actuaron como sostén silencioso del gasto familiar en amplias regiones del país- ya no rinden lo mismo: su valor real cayó más de 11% por la depreciación del dólar y la inflación. A lo anterior se suma la cautela ante la incertidumbre. La confianza de los consumidores volvió a caer en octubre, por segundo mes consecutivo, aún en zona de pesimismo. Las familias desconfían del futuro de la economía.
Hoy, según todos los pronósticos, el Banco de México recortará su tasa, con la intención de aliviar un poco el costo del crédito, pero no resolverá el problema de fondo: la falta de motores internos. Porque el consumo no puede seguir siendo la válvula para sostener el crecimiento cuando la inversión -pública y privada- no despega. La apuesta del gobierno por el gasto de los hogares como ancla anticíclica puede dar oxígeno momentáneo, pero termina drenando la energía del sistema.
Y eso ya se siente. En los supermercados, las familias ajustan listas; en los comercios, los descuentos se adelantan; en los bancos, las tarjetas se usan más, pero se pagan menos. El Buen Fin y la temporada navideña serán el último esfuerzo para mantener las cifras a flote, impulsados por aguinaldos, promociones y la costumbre de “cerrar el año comprando algo”. Pero los hogares llegan con más deudas, menos margen y menor confianza.
Las previsiones apuntan a un crecimiento del consumo privado de entre 0.0% y 0.5% anual en el cierre de 2025. Es decir, el país apenas evitará una contracción, pero sin margen para más. Las exportaciones seguirán aportando al PIB, pero el mercado interno luce agotado. Sin un repunte de la inversión, no hay manera de sostener un ciclo de crecimiento sano.
El problema es que el consumo no genera productividad. Puede reanimar temporalmente al paciente, pero no cura la enfermedad. Un país que crece sólo por gasto interno sin ganancias de productividad renovando su base productiva, se vuelve frágil: depende de las remesas, de la deuda, del crédito al menudeo. Y cuando esos factores se debilitan, como está ocurriendo, el impulso desaparece.
El gobierno puede celebrar que “no hay recesión”, pero debería preocuparse más por la calidad del crecimiento. Apostar al consumo como estrategia anticrisis es como acelerar un coche con el tanque casi vacío: funciona… hasta que se detiene.
Si México no reactiva la inversión -la que genera empleo, innovación y capacidad exportadora-, el consumo dejará de ser un motor y se convertirá en una carga. Y entonces, la economía no necesitará una crisis para detenerse: bastará con quedarse sin combustible.