¿Un elevado déficit es ortodoxia fiscal?

Gastar, gastar sin parar, y además con los ingresos públicos a la baja. Déficits fiscales nunca visto en tiempos de paz, aunque la pandemia es en cierta forma una guerra, con un frente sanitario y otro económico. La lluvia de gasto deficitario, y por lo tanto de acumulación de deuda pública, es impresionante. Esto además tras un periodo en que las deudas igualmente crecieron en forma notable debido a la Crisis Financiera Global registrada en 2008-09.
El paquete de estímulo a la economía por 1.9 billones de dólares de la administración Biden ya está siendo cuestionado por excesivo por parte de economistas de la talla de Larry Summers, quien además fue titular del Departamento del Tesoro con Bill Clinton (también demócrata). Entre los temores destaca que el estímulo a la economía sea tal que desate un fuerte aumento en la inflación.
Ortodoxia tradicional
La ortodoxia económica tradicionalmente busca “equilibrios”: en las cuentas fiscales (y por ello un nivel de endeudamiento “bajo”) y en el sector externo, así como un equilibrio en los precios en el sentido de una inflación baja y estable. Puede haber déficits o superávits, pero relativamente pequeños (en relación al correspondiente PIB).
Un ejemplo no tan lejano en el tiempo fueron las condiciones para ingresar en la unión monetaria europea que llevó a la creación del euro. El Tratado de Maastricht establecía que los países que entraran deberían tener un déficit fiscal máximo de 3% del PIB e idealmente una deuda pública en niveles máximos de 60% del PIB (o en todo caso en una trayectoria descendente). El euro inició en 1999, pero literalmente parece otro siglo. La ortodoxia definitivamente se abandonó desde la primera década del siglo XXI… o se movió considerablemente.
Muchas veces se critica al gobierno de México por ser ortodoxo en la política fiscal en tiempos de pandemia, esto es, buscando tener el déficit fiscal en niveles bajos y con ello contenida la deuda. En otros tiempos la crítica parecería desorbitada, pero la gran mayoría de los países han optado, ante la pandemia, por un “gaste ahora y ya veremos después”. México destaca por su conservadurismo en el manejo de las finanzas públicas.
Pero entonces cabría la pregunta de, si la administración obradorista es ortodoxa, ¿entonces qué son los gobiernos de tantos países, como es el de Estados Unidos? ¿Se pueden calificar de heterodoxos?
El sello de respetabilidad
Una frase atribuida a John Maynard Keynes dice: “cuando las circunstancias cambian, yo cambio de opinión. ¿Usted qué hace, señor?”. Desde mediados de 2007 iniciaron los primeros resquebrajamientos en el sistema financiero, y era evidente que las circunstancias estaban cambiando, y eso que no se esperaba nada como lo que vendría con la quiebra de Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008.
El cambio de opinión vino de un lugar extremadamente respetable, y por lo mismo inesperado: el Fondo Monetario Internacional, baluarte de la ortodoxia económica. Pero, como ocurre tantas veces en la historia, las personalidades importan y por ello hacen diferencia.
La abrupta renuncia de Rodrigo Rato como Director Gerente a fines de 2007 trajo a Dominique Strauss-Kahn (DSK) al cargo. Rato había sido Ministro de Finanzas en los gobiernos de José María Aznar (Partido Popular, derecha), mientras que DSK había ocupado el mismo cargo en un gobierno socialista (con el premier Lionel Jospin). Los socialistas franceses son naturalmente más proclives al gasto público que los populares (conservadores) españoles.
Ante los barruntos de tormenta, DSK rápidamente tomó la iniciativa, con un golpe de timón impresionante para el momento, y lo hizo público en un artículo en el prestigiado diario británico Financial Times en enero de 2008. El artículo completo construye un caso para lo que hoy es tan común: políticas fiscales contra-cíclicas. El párrafo clave, con un enfoque claramente keynesiano, decía:
Un estímulo fiscal oportuno y enfocado puede agregar a la Demanda Agregada en una forma que apoye al consumo privado durante una fase crítica. Por supuesto, tiene que ser temporal – hay todavía mucho trabajo para prepararse para el boom de retiros que se acerca (DSK habla de futuros pensionados). Y debe enfocarse en sumar a la Demanda Agregada con rapidez. En cierto sentido, la política fiscal de mediano plazo se trata de ahorrar para un día lluvioso. Ahora está lloviendo.
Es de suponerse que muchos funcionarios del FMI (había unos 2,900 en esa época, alrededor de la mitad con doctorados en economía) leyeron con sorpresa o hasta con horror las palabras del flamante Director Gerente (un servidor trabajaba en un puesto menor en el FMI en esos tiempos, y puede contarse entre el grupo de los horrorizados). Pero el funcionariado del FMI es un disciplinado ejército, y resultó que DSK fue un visionario que condujo a las tropas en una nueva dirección.
Por su parte, el Presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke (que se había doctorado con una tesis sobre la Gran Depresión) impulsó meses más tarde, tras el desplome de Lehman, una agresiva política de expansión monetaria.
FMI y Reserva Federal en cierta forma hacen una pinza de respetabilidad para la nueva audacia fiscal y monetaria, que permeó con rapidez y que permanece por una razón tan potente como simple: funciona.
No es ortodoxia, es austericidio
Los gobiernos que rechazan una política fiscal contracíclica y se obstinan en mantener déficits fiscales bajos en periodos de fuerte contracción económica no son ortodoxos, sino reaccionarios. La austeridad fiscal en tiempos de crisis, pero una crisis sin inflación, no es prudencia, sino austericidio.
