El sexenio del crecimiento cero

Ha sido, hasta el momento, un sexenio sin crecimiento económico.
Inicia el año cuatro de la administración de Andrés Manuel López Obrador y lo alcanzado acumula un registro negativo. Los datos más recientes del INEGI indican que el Producto Interno Bruto de 2021 ascendió a 17.79 billones de pesos en términos reales (se usaron pesos de 2013 para el comparativo). Esto es, apenas 0.2% arriba de los 17.75 billones de 2016, un retroceso de cinco años en términos del valor de la producción. Con respecto a 2018, el último año del sexenio de Enrique Peña Nieto, el PIB del año pasado fue inferior en casi 4.0%.
2019: recesión leve por decisiones internas
López Obrador marcó la evolución económica de su sexenio antes de calzarse la banda presidencial, cuando como Presidente Electo anunció (tras una “consulta popular” a modo que no engañó a nadie) que cancelaría el aeropuerto de la Ciudad de México que se construía en Texcoco. Fue una decisión que mostró un fuerte rechazo a la inversión privada, la manifestación de que podría tomar decisiones basadas en caprichos a pesar de los enormes costos financieros y reputacionales que pudiesen implicar.
Desde mediados de 2018 se inicia un declive en la inversión fija bruta, que se acentúa a partir del anuncio sobre el aeropuerto, que tuvo lugar en octubre.
El año 2019, el primero del sexenio, no solo evidenció los costos de esa decisión, sino de una política fiscal contraccionista que sería un sello permanente de la administración. El dinero público es para las prioridades del Presidente, destacadamente Pemex, Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, ciertos programas sociales, y el resto es secundario. De hecho, desde entonces una obsesión del Presidente es reducir el gasto público para canalizar esos recursos hacia sus preferencias. Esto es, recortes presentados como austeridad presupuestal, pero para aumentar el gasto en otros rubros.
La combinación es letal pata el crecimiento económico: rechazo a la inversión privada, reducción en la pública, y esta última canalizada a proyectos de larga maduración, intensivos en capital y todos, sin excepción, futuros perdedores de dinero. Pemex, la nueva refinería, el aeropuerto y el tren tienen o tendrán que ser subsidiados para operar. En los tres años de gobierno obradorista, Pemex lleva una pérdida financiera acumulada de 1.05 billones de pesos.
La economía se contrajo -0.2% en 2019. Una recesión leve, pero la primera en una década y, además, la primera desde 1995 provocada por decisiones de política económica interna.
2020: brutal contracción por la pandemia… y errores internos
El golpe brutal de la pandemia se complicó porque López Obrador insistió en mantener la política fiscal contraccionista. Mientras casi todos los países del mundo aumentaban el gasto y déficits públicos para compensar por el golpe que significaba tener que paralizar la economía, el tabasqueño consideró que eso era tirar el dinero, que rescatar empleos era rescatar empresas y empresarios.
Esto último es correcto, una consecuencia de salvaguardar puestos de trabajo. Pero el inquilino de Palacio Nacional consideró que un “rescate” era revivir una especie de Fobaproa, el rescate bancario de 1995-97 (y que AMLO atacó con dureza como líder del PRD). Decidió que en su mandato no habría otro Fobaproa, y cumplió. La economía se contrajo 8.2% en el año, la mayor caída desde la Gran Depresión. Una consecuencia de ello fueron 3.8 millones más de pobres.
2021: Un rebote mediocre
La pandemia siguió durante el año siguiente, aunque en mucho ayudó a paliar su impacto la llegada de las ansiadas vacunas. Pero siguió el rechazo a la inversión privada, sobre todo en el sector energético, y el gasto público restringido. El repunte de la inflación obligó al Banco de México a empezar a elevar las tasas de interés a partir de mediados del año, desacelerando la inversión y el consumo.
La consecuencia fue un rebote que no compensó la fuerte caída de 2020, con el PIB creciendo 4.8%. Por ello, el acumulado de los tres años lleva a que el PIB de 2021 sea equiparable al de 2016.
Ya sin el efecto rebote, la historia de 2021 al parecer se repetirá en 2022. Quizá la pandemia se haya superado, pero está la inflación que es imperativo reducir y, en días recientes, el conflicto Rusia-Ucrania. En el ámbito interno, la mayor incertidumbre es una reforma eléctrica que puede dañar severamente la generación de energía, fundamental para la actividad económica y el crecimiento. Por su parte, López Obrador dijo ser “optimista” y espera que la economía crecerá alrededor de 5% en 2022, 2023 y 2024.
El Banco de México acaba de reducir la expectativa de crecimiento para este año a 2.4%, casi un punto porcentual completo con respecto al pronóstico anterior.
Con suerte, el PIB de 2018 se recuperará en 2023, o quizá hasta 2024. El PIB por habitante, sin duda, tendrá que esperar al siguiente sexenio.
