¿El liberalismo Ayuso es repetible en México?

La victoria de Isabel Díaz Ayuso en la reciente elección de la Comunidad de Madrid fue extraordinaria al arrasar en la votación, doblando su representación en el parlamento local y al mismo tiempo aplastado a sus oponentes directos, destacadamente Pablo Iglesias (quien de inmediato se retiró de la política) e indirectos, particularmente el presidente de España, Pedro Sánchez, y su Partido Socialista Obrero Español.
Hay algo atrayente en la tendencia española a conocer a muchos de sus políticos por el segundo apellido cuando el primero es común. Fue el caso de Rodriguez Zapatero, aunque no lo es de Sánchez Pérez-Castejón. Por ello Isabel Díaz es ampliamente conocida como, simplemente, Ayuso.
Captura de imaginación y narrativa
La marca política de Ayuso es el Partido Popular, que parecía destinado a una larga travesía en la oposición tras las victorias electorales de Pedro Sánchez y los escándalos de corrupción que envolvieron al partido, y que llevaron a la caída del gobierno de Mariano Rajoy en 2018. España no es Madrid, pero sin duda Ayuso ha dado un espaldarazo al PP a nivel nacional como alternativa de gobierno.
El PP es, sin complejos latinoamericanos que muchas veces rechazan la etiqueta, de derecha. Pero Ayuso no encaja estrictamente en la clasificación. Realmente es una liberal como pocas veces se observa en un político. Llanamente, sin complejo o tapujo alguno. Al contrario, como su principal propuesta ideológica y, al mismo tiempo, de política y acción.
Rara vez un liberal logra capturar la imaginación del electorado, menos todavía a tal grado los votos. Ayuso no solo lo consiguió con la palabra “libertad” en el centro de su plataforma electoral, sino además con el contraste absoluto, puesto que presentó la elección como una disyuntiva entre libertad o comunismo. Capturó de esa forma la narrativa. La renuncia de Pablo Iglesias como Vicepresidente Segundo del gobierno proyectó todavía más esa campaña, al ser Iglesias una persona que muchas veces se declaró abiertamente comunista. Ayuso no solo tuvo la narrativa, sino hasta el personaje ideal como contrincante. Pudo ignorar por completo al candidato oficial del PSOE, Ángel Gabilondo, y centrarse en Iglesias y Pedro Sánchez, con enorme éxito.
No suele ser el caso. La posibilidad de optar por una agenda abiertamente liberal es algo relativamente extraño en muchas elecciones. Los liberales, si acaso, matizan muchas veces sus posturas –a diferencia de Ayuso.
Un liberalismo que debería atraer, pero…
Esto puede parecer sorprendente a primera vista. Los países más ricos del mundo son aquellos en que hay mayor libertad económica. En abstracto, la libertad es lo más atrayente, en lo político, social y económico. Con respecto a lo último, libertad destacadamente para consumir, producir, trabajar, invertir o ahorrar.
Parecería que lo más potente, y atrayente, es aquello que permita a una persona desarrollarse sin obstáculos; creer que las ideas de libertad son las ganadoras porque no debería haber competencia. No es posible imaginar a una persona declarando que quiere estar sujeta a otra, o a un colectivo, privada de su potencialidad. Está, además, de la evidente ruina de los regímenes colectivistas-estatistas. Quizá el mejor anuncio del capitalismo es el país con mayores depósitos de petróleo del mundo, Venezuela, y que ya no puede producir gasolina. No tan lejos en el tiempo está el derrumbe del imperio soviético y sus satélites. Las economías centralmente planificadas han mostrado una y otra vez su inferioridad con las guiadas por la libertad del mercado, y de hecho han terminado estancándose o incluso colapsándose.
Por si ello no bastara, está la demostrada incompatibilidad de la planeación central con las libertades políticas y sociales. Porque no ha habido gobierno que haya podido encadenar a su población al socialismo sin al mismo tiempo convertirse en una dictadura. No por nada los entusiastas del socialismo o comunismo hablan de una dictadura (supuestamente del proletariado) como parte del proceso. Esos gobiernos han terminado por prohibir a sus ciudadanos dejar sus territorios, dada su imposibilidad de ofrecer las mismas ventajas de tantas naciones capitalistas en lo económico y democracias en lo político.
… que se rechaza por “justicia”
Pero una agenda liberal debe considerar al menos dos potentes elementos de rechazo entre la población. Los políticos, sobre todo de izquierda, los explotan a conciencia para ganar votos, y con frecuencia mantener con vida las ideas de estatismo y socialismo.
La primera es el afán de “justicia”: esa sed de tantas personas buscando que algo sea “justo”. Es la fuente, el origen, de buscar aplastar a los mejores, limitar la acumulación de riqueza, quitar a unos para entregar a otros. Es una de las armas preferidas de los “luchadores sociales”, el argumento estrella para atacar a “los ricos” y alegar que éstos lo son por explotar a “los pobres”.
Impuestos excesivos, restricciones a ganancias, controles de precios o expropiaciones están entre los numerosos instrumentos que se utilizan para, en nombre de la “justicia”, limitar la libertad económica. Los experimentos redistributivos muchas veces terminan acabando con el incentivo de crear riqueza, aparte de que también muchas veces los “justicieros” acaban propietarios de parte de esa riqueza, pero esa lección no es evidente. El ofrecer “justicia” es un anzuelo muchas veces irresistible.
El atractivo del empleo
Pablo Iglesias, en mucho secundado por el PSOE, trató además de vender la idea del “fascismo” como un peligro que llegaría de la mano del PP (y un partido más en la derecha, Vox). Fracasó porque estaba el contraste de Ayuso en algo concreto: empresa y empleo. La Presidente de Madrid mantuvo lo más abierto que pudo bares y restaurantes en la pandemia. Fue un equilibrio delicado, pero lo consiguió, y sobre todo contrastó con otros gobiernos locales de España.
En muchos países se teme al liberalismo porque se considera que puede traer desempleo (por la liberalización o flexibilización del mercado laboral que implicaría una agenda liberal). Ayuso dio en el clavo al ofrecer empleo en los hechos. La receta PSOE/Podemos era ofrecer (algo de) pescado, y la de Ayuso presumir que ella permitía pescar, apelando además al orgullo de tener un empleo, no esperar un apoyo o subsidio.
En un mercado laboral como el español, que es extremadamente rígido (costoso contratar y despedir) se valora mucho tener trabajo. Ayuso tocó esa fibra sensible, aparte del orgullo. Frente a un Sánchez acostumbrado a teatralidades como actos de gobierno y un Iglesias ideológico radical (y percibido como hipócrita por su muy holgado estilo de vida), Ayuso ofreció resultados y una narrativa atractiva. El paquete fue exitoso, y la envoltura fue la libertad. Por otra parte, Ayuso nunca cuestionó (al contrario) el sistema de salud público. Al contrario, lo fortaleció.
Difícil en México, pero no imposible
En México el mercado laboral es igualmente muy rígido, pero en paralelo la informalidad es gigantesca y mucho más flexible, lo que no es el caso de España. La fórmula Ayuso no es replicable, pero sí ofrece elementos a utilizar.
Por otra parte, el liberalismo tiene en Andrés Manuel López Obrador a un eficaz, aunque involuntario, propagandista. El fracaso económico es impresionante, y no solo por la pandemia. La llave será en encontrar la narrativa de contraste, el ofrecer lo opuesto a lo que hoy hace el Gobierno Federal –envuelto con la bandera de la libertad.
